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0-0, epitafio de la Final soñada; Guerrero, desVARió

LOS ÁNGELES -- El nerviosismo y el nervio provocaron el canibalismo en el Estadio Azteca. En la tribuna comenzaron mordiéndose las uñas y en la cancha mordiendo los tobillos y los espacios en la cancha.

Y al final, en el Juego de Ida de la Final, 0-0, que en el futbol equivale a la mueca grotesca de la decepción. La emoción llegó con las manos vacías.

En esta guerra, no hubo balas, y las medallas se las lleva el conformismo de los entrenadores... o enterradores. Si acaso, al final, Marchesín 1-1 Corona.

Pero en el saldo blanco y pusilánime del 0-0, el gran perdedor es el América. Se queda sin Mateus Uribe y sin Roger Martínez para el próximo domingo.

El chasco lo entretejieron los dos equipos. Incluso al minuto 80, Cruz Azul, administrativamente visitante, decidió ponerle doble candado al marcador. 0-0 que emocionaba a las bancas y hacia mugir de frustración a los ansiosos de una guerra genuina.

Y así comenzó. Guerra avisada, no mata soldado. 48 horas antes presagiaron fragor. Los primeros 45 minutos se trató de rescatar su pellejo, más que arrancarle genuinamente la zalea al juramentado enemigo.

Marchesin, volando, genuinamente, como un acróbata curtido de Cirque du Soleil, atajó un misil de Catita Domínguez que iba ahí, donde las arañas nunca tejen su nido.

El resto, una lucha sorda. Marca, choques, precipitación, rudeza y hasta el abuso de las obviedades de balonazos al área, con eventuales migrañas para los zagueros, fueron consumiendo los minutos, y en la tribuna, obviamente, los dientes apretados de angustia, se tradujeron en bostezos.

Sí, zozobra arriba, insipidez abajo. La veneración al empate sin goles desde los reclinatorios del miedo, terminaron por consagrarse a la supervivencia, bajo el amparo del 0-0.

Conocido en los bajos mundos del bolero y la bohemia como El Cantante, el silbante Fernando Guerrero se mantuvo afónico a pesar de reclamos airados a lo largo del primer tiempo por parte de ambos equipos, y, en apariencia, dirigido a control remoto desde el VAR.

De entrada, en el arranque del segundo tiempo, tras una atajada espléndida a disparo de Mateus Uribe, hay un choque en el que Bruno Valdez se queda con las muelas del juicio de Marcone en el puño, y extrañamente el VAR y su marioneta en la cancha, callaron, en inminente penalti y expulsión del goleador americanista.

Ya antes, Lichnovsky había clavado un rodillazo en el aire sobre la rodilla de Valdez, y tampoco Guerrero le cantó una oda al VAR. Un misterio muy silencioso y un silencio muy misterioso.

América debió sobreponerse a la primera baja de la Final, Mateus Uribe, con posible esguince de rodilla, y con Oribe Peralta obligado al relevo y a hacer funciones que ya venía realizando desde la época de Ricardo LaVolpe.

Cruz Azul tuvo al minuto 94 la oportunidad de asesinar a las Águilas. Cauteruccio, de manera trompicada, entrega el balón a Méndez, y solo, ante Marchesín, estrella el disparo en el larguero.

Sí, cáusticamente, Cauteruccio la cruzazuleó. No debería extrañar, porque es el disparo número 11 que este torneo La Máquina estampa en los postes.

Todo queda abierto para el próximo domingo. En algún momento, en esta Final, en la que parecen dispuestos a arrojarse jitomatazos de trinchera a trinchera, en algún momento alguno saldrá vencedor, aunque, de esperarse, que sea también un digno vencedor.