Parecía un domingo cualquiera. Frío de agosto, tribunas desperezándose en Caballito, y un partido sin promesas entre Ferro e Independiente. Pero esa tarde no fue una más: una figura nueva, de andar elegante y nombre sonoro, se paró en la mitad de la cancha con la camiseta verde. Era Theophilus Doctor Khumalo, llegado desde Soweto, Sudáfrica, para escribir una página breve, pero eterna, en el fútbol argentino.
Ya pasaron 30 años. El 6 de agosto de 1995, por la primera fecha del Torneo Apertura de aquel año, el sudafricano con la 10 en la espalda tendría el debut soñado.
El gol, el instante
A los 33 minutos del primer tiempo, el balón le cayó a los pies fuera del área. Giró, miró, pensó, y sacó un zurdazo desde un ángulo improbable. El balón se coló en el arco defendido por César Velázquez. Gol. El primero y único que marcaría en Argentina, pero suficiente para sellar su nombre entre los recuerdos imposibles de olvidar. La hinchada de Ferro lo celebró sin saber que acababa de ver historia.
Finalmente, el partido terminaría igualado 1-1 pero sin dudas fue el gol del “Doctor” quien se llevó los flashes de la jornada.
La sorpresa del día
Al día siguiente, Clarín le puso un “6”. El número puede parecer discreto, pero las palabras fueron elogiosas: "Toques justos, cabeza levantada, visión de juego". Su fútbol tenía otra cadencia, como si viniera de un lugar donde se juega distinto. “Doctor”, decía el dorsal, y parecía prescripción para un fútbol que necesitaba otra medicina.
La medialuna, Mandela y Tribuna Caliente
Esa noche, fue invitado a Tribuna Caliente, el programa de fútbol más caliente de los 90. Lo entrevistaron con una traductora a su lado. Contó que lo de Doctor no era por vanidad sino por su padre, que soñaba con ser médico y le puso así como nombre, aclarando que no era un apodo. Había sido elegido mejor jugador sudafricano en 1992 y era amigo cercano de Nelson Mandela, quien lo admiraba dentro y fuera de la cancha. En Buenos Aires, le sorprendieron las medialunas. En Caballito, le celebraron el gol.
Solo 4 partidos
Jugaría apenas cuatro encuentros con Ferro. Una molestia física lo complicó, y la adaptación fue difícil. Volvió pronto a África y luego partió a la MLS. Pero nadie pudo borrar lo que esa tarde de invierno dejó en el césped argentino: la breve pero luminosa aparición de un futbolista que venía de otro mundo, con otra historia, y que en 90 minutos fue más inolvidable que muchos que jugaron cien veces más.
El recuerdo eterno
No hay banderas de Khumalo en las tribunas, ni canciones que lo nombren. Pero su nombre circula como leyenda. Como esos cuentos que se transmiten al oído: “¿Te acordás del sudafricano que debutó con un golazo en Ferro?”. El fútbol, como la poesía, también vive de esos breves milagros. Y el de Doctor Khumalo, aquel 6 de agosto de 1995, fue uno de ellos.
