Cada vez falta menos para el Superclásico. Boca y River llegan en realidades opuestas pero igualmente tensas. El Xeneize atraviesa días de fuerte carga emocional tras la muerte de Miguel Ángel Russo, mientras intenta sostener su nivel y asegurar su lugar en la próxima Copa Libertadores. Del otro lado, el Millonario vive una crisis profunda de resultados, con seis derrotas en los últimos siete partidos y un equipo que perdió confianza e identidad. Ambos necesitan reaccionar antes de verse las caras el 9 de noviembre, en un duelo por el Torneo Clausura 2025 que puede definir su año.
Boca: dolor, búsqueda y un objetivo claro
El presente de Boca está marcado por la conmoción. La muerte de Miguel Ángel Russo, símbolo del club y figura en su historia reciente, golpeó fuerte en el plantel y en todo el mundo Xeneize. El fallecimiento del entrenador obligó a suspender el duelo ante Barracas Central y dejó al equipo sin poder reencontrarse con la pelota en medio de una semana cargada de emociones.
Desde lo deportivo, el panorama también es irregular. Boca alternó buenas actuaciones con tropiezos que lo mantienen en una zona de incertidumbre. Tras una racha de victorias que lo había devuelto a la pelea, el empate sobre la hora ante Central Córdoba, en el último partido de Russo en el banco, y la derrota frente a Defensa y Justicia en Varela reavivaron las dudas. El equipo mostró dos caras: por momentos, un funcionamiento brillante como en el primer tiempo ante los santiagueños y por otros, una versión previsible y sin ritmo, como frente al Halcón. Sin embargo, la goleada 5-0 a Newell’s en la Bombonera volvió a encender la ilusión y dejó la sensación de que el grupo tiene la fortaleza necesaria para sobreponerse al duro golpe anímico.
Claudio Úbeda, quien tomó el mando al menos hasta fin de año, deberá resolver un rompecabezas complejo. Además del vacío que dejó Russo, el equipo sufrió la baja de Alan Velasco, una pieza que empezaba a tener mejor rodaje en el ataque, estará fuera hasta 2026 por lesión. La prioridad inmediata será sostener la línea de resultados positivos y asegurar la clasificación a la Copa Libertadores, un objetivo impostergable.
River: una crisis que preocupa y un Gallardo bajo presión
El presente de River, en cambio, tiene otro tono: el de la preocupación. La derrota ante Sarmiento en el Monumental extendió a cuatro su seguidilla de caídas en el Torneo Clausura, algo que no sucedía desde 2010. Si se suman todas las competencias, el equipo de Marcelo Gallardo perdió seis de los últimos siete encuentros.
El Millonario atraviesa un tramo de turbulencia futbolística e institucional. Sin identidad, sin intensidad y sin eficacia, el equipo perdió el rumbo. Gallardo, consciente del mal momento, se hizo cargo: “Soy el responsable”. Pero la autocrítica no alcanza para tapar los síntomas: errores defensivos reiterados, poca reacción ante la adversidad y un ataque que ya no asusta.
El dato que más alarma en Núñez es que River no gana ninguno de los once partidos en los que empezó en desventaja durante 2025, un reflejo de un equipo que perdió carácter. Incluso en el Monumental, donde solía ser imbatible, cayó tres veces consecutivas por primera vez desde 2019.
A eso se suma el ruido institucional. El presidente Jorge Brito respaldó públicamente al técnico, aunque con advertencias: “Gallardo es el principal responsable del presente futbolístico”, reconoció, dejando entrever que el ciclo atraviesa una etapa de desgaste.
Dos caminos cruzados hacia un mismo destino
A los Xeneizes y Millonarios los une algo más que la historia: ambos están bajo presión. Los dos miran la tabla, sienten la exigencia de su gente y saben que el 9 de noviembre no será solo un partido, sino una oportunidad de reafirmarse o caer más profundo.
En la tabla anual, Boca (50 puntos) está segundo, a seis de Rosario Central (56, con un partido menos) y apenas uno por encima de River (49).
El Superclásico podría transformarse no solo en un capítulo más de la rivalidad eterna, sino también en una final anticipada por el boleto directo al certamen continental. El partido puede llega en un momento incómodo, con heridas abiertas y objetivos en juego, pero antes de ese choque decisivo tendrán compromisos que pueden cambiar el ánimo de cada uno.
El conjunto azul y oro deberá recibir a Belgrano y visitar a Estudiantes, mientras que el equipo de Núñez irá a Córdoba para enfrentar a Talleres, en el medio jugará la semifinal de la Copa Argentina ante Independiente Rivadavia, y luego será local ante Gimnasia en el Monumental. Como suele pasar en el fútbol argentino, cualquiera de esos pasos previos puede alterar por completo el escenario del partido que paraliza al país.
