El Mundial de Brasil consagró a James como uno de los cracks de 2014. Nueve años después, jugará en Sao Paulo con la ilusión de Selección Colombia.
En Belo Horizonte empezó todo. Más mediapunta que extremo para honrar el 10 en la espalda. Gol a Grecia en el final con festejo de la cara los colombianos que conquistaron el Mineirao en ese 3-0.
Siguió en Brasilia. Misma posición, más juego fuerte y una rareza en el estadio Mané Garricha: gol suyo de cabeza. La victoria 2-1 ante Costa de Marfil lo dejó "man of the match" clasificado a los octavos de final.
A Cuiabá llegó dueño del fútbol de la Selección. José Pékerman le dio una pausa, aunque el 1-1 rumbo al entretiempo ante Japón, lo puso de nuevo de en la cancha para cerrar los grupos con puntaje perfecto. Su golazo con enganches sucesivos y definición Panenka en el 4-1, mira de frente al que hizo para el Puskas.
El Maracaná de Río le dio sus llaves por esa exhibición frente a los uruguayos en octavos. El zurdazo que siguió a ese control de pecho ganó el premio al mejor de la temporada. Hubo más. El 2-0 lo marcó de pierna derecha. Desplegó todo su carnaval técnico y festivo en su mejor partido con la tricolor.
Fortaleza, al norte, lo mostró vulnerable. El local Brasil lo anuló con patadas en los cuartos de final. Hizo su sexto tanto, de penal. Lloró, conmovió a David Luiz que lo señaló para el aplauso de todos. Brasileños y colombianos se unieron en esa ovación.
De ese Mundial agotador en kilómetros, salió como el máximo goleador a los 23 años. Real Madrid lo pidió y pagó 80 millones de euros. Fue el inicio de una experiencia en la que alcanzó lo más alto del fútbol.
Le faltó Sao Paulo. Allá va. Con golpes aprendidos, la serenidad de la experiencia y la meta de volver a la Selección.