El técnico español ha conformado un equipo que trabaja duro, con gran cohesión, y en el que todos los jugadores están comprometidos
"No estoy aquí para ganar la Liga de Campeones. Estoy aquí para construir un equipo".
Estas fueron las palabras de Luis Enrique, hace ocho meses, al comienzo de la temporada 2024-25. Era el comienzo del Año 1 de su proyecto en el París Saint-Germain: una era post-Kylian Mbappé, una política sin grandes egos ni grandes estrellas, y un nuevo viaje con una plantilla joven, talentosa y maleable.
Sus palabras sonaron a revolución para un club creado por superestrellas, hecho para superestrellas y dirigido por superestrellas. También lo pareció, y de cara al partido de cuartos de final de la Liga de Campeones del miércoles contra el Aston Villa, es justo decir que la evolución de la revolución va mucho más adelantada de lo previsto.
El pasado verano, en una entrevista privada, el español de 54 años fue honesto y transparente sobre el tiempo que, en su opinión, llevaría una renovación así, pronosticando dos años de trabajo antes de alcanzar el nivel que deseaba y de ver un equipo en el que todos jugaran duro, lucharan y trabajaran los unos por los otros. El sábado, mientras el PSG celebraba el 13.º título francés de su historia, conseguido en una temporada en la que aún no conoce la derrota a falta de seis jornadas, Alexandre Dujeux, el derrotado entrenador del Angers, no escatimó elogios.
"Creo que es un campeón muy bonito. Todos atacan; todos defienden. Disfruto cuando veo esto. Me parece fantástico", admitió tras la derrota de su equipo por 1-0 en el Parque de los Príncipes, que confirmó la coronación de los parisinos.
En solo su segunda temporada en el club, Luis Enrique ya ha vivido en cierto modo tres épocas diferentes con el PSG. La temporada pasada, con Mbappé y las limitaciones que representaba su estatus, el equipo se construyó en torno al capitán de Francia. A pesar de que Luis Enrique hizo todo lo posible para intentar que el delantero cambiara, trabajara más y fuera más jugador de equipo, al entrenador no le gustaba el equipo, que no era suyo y no estaba construido como él quería.
Entonces, desde agosto de 2024 hasta principios de 2025, se trataba de plantar las semillas de este nuevo equipo y seguir adelante con sus planes. Las prioridades de Luis Enrique: Encontrar el número 9 adecuado, enseñar el movimiento con y sin balón, transmitir instrucciones para la presión y contrapresión de su equipo, mejorar individualmente a los jugadores (en concreto, Vitinha, Bradley Barcola, Désiré Doué y Willian Pacho) e inculcar una mentalidad luchadora y colectiva.
No fue fácil, sobre todo por las intensas críticas a las que se enfrentaron él y el equipo tras sus tropiezos en la fase de liguilla de la Liga de Campeones (tardaron hasta la séptima jornada en confirmar su pase a los octavos de final) y algunos empates sorprendentes (entre ellos consecutivos contra Auxerre y Nantes) en la Ligue 1. Sin embargo, aunque el exentrenador del Barcelona no dejó de cambiar sus alineaciones en busca de la fórmula adecuada, nunca se desvió de su idea de construir un equipo.
"Si fracaso, será con mis ideas. Seguiré con ellas. Lo estoy consiguiendo", dijo en noviembre.
De nuevo, en privado, Luis Enrique hacía saber a los responsables del equipo que notaba que la plantilla mejoraba y empezaba a entender de verdad lo que quería. Los jugadores también lo notaban: Los entrenamientos eran exigentes: además de trabajar en planes tácticos precisos, el equipo pasaba horas analizando videos, pero estaban dando sus frutos. En diciembre, Ousmane Dembélé había pasado a jugar de delantero centro, y todas las piezas empezaban a encajar a su alrededor.
El 15 de diciembre, el ganador de la Copa del Mundo de 2018 comenzó como número 9 contra el Lyon en París. Solo había marcado un gol en los 11 partidos anteriores, pero esa noche hizo clic para el PSG. Un gol para Dembélé, y una buena victoria siguieron tres días después en AS Monaco con dos goles más para el francés. Los parisinos no volvieron a mirar atrás y siguieron jugando cada vez mejor.
La tercera etapa de Luis Enrique en el PSG ha llegado con el cambio de año, y la 2025 ha sido excepcional. Con Dembélé en la delantera y el equipo moldeado en torno al esfuerzo colectivo, los resultados incluyen las demoliciones del Manchester City (4-2) y el VfB Stuttgart (4-1) en la fase de liguilla de la Liga de Campeones, el 10-0 global sobre el Brest en octavos de final y enormes victorias en la Ligue 1 sobre el Brest (5-2), el Mónaco (4-1) y el Lille (4-1).
Es un PSG construido a imagen y semejanza de Luis Enrique, un equipo que trabaja duro, con gran cohesión, y en el que todos los jugadores están comprometidos. El talento individual ha hecho el resto.
Pacho ha dado más solidez a la defensa. Vitinha, João Neves y Fabián Ruiz (imbatido en sus últimos 50 partidos de liga con el PSG) han demostrado que la inteligencia, la movilidad y la calidad con el balón compensan con creces sus carencias. En ataque, la llegada de Khvicha Kvaratskhelia desde el Nápoles en enero ha sido una chispa legítima, con Dembélé (32 goles y 7 asistencias en todas las competiciones), Barcola (18 y 15), Doué (11 y 11), Gonçalo Ramos (14 y 5), Kang-In Lee (6 y 5) y el propio Kvara (3 y 4) viendo puerta con regularidad.
Por supuesto, la clase magistral del PSG en lo que va de temporada fueron los dos partidos contra el Liverpool en octavos de final de la Liga de Campeones, en los que desmanteló al mejor equipo de Europa hasta la fecha: 4.41 goles esperados (xG) frente a 1.86 en dos partidos, con una ventaja de 48-21 en tiros a puerta, en ambas mangas. En conjunto, ambas actuaciones figuran entre las mejores de la temporada para todos los equipos y competiciones.
El PSG ha alcanzado nuevas cotas y ha puesto el listón muy alto para el resto de la temporada. Con el título de liga francés ya asegurado, tendrán que volver a hacerlo contra el Villa esta semana. Luis Enrique no duda de que su equipo lo conseguirá.
