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Fatídico 7 de mayo para el Barcelona... otra vez

LIVERPOOL -- El siete de mayo de 1986, en Sevilla, el Barcelona perdió una final de la Copa de Europa que tenía ganada, se pensaba, antes de jugarse. Al cabo de 33 años, en Anfield, otro Barça muy distinto a aquel, se convirtió en un juguete roto y fue el primero desde que existe la Champions League que pierde una ventaja de tres goles en una semifinal. No, no era imposible.

Como en Roma hace un año, lo que nadie podía imaginar ocurrió y fue un ridículo tan soberbio que se hizo difícil encontrar una simple explicación porque, sencillamente, no la hubo. Lloraban de felicidad los hinchas ingleses, incrédulos, y no se lo podían creer tampoco los aficionados llegados desde Barcelona, asistiendo a un hundimiento inexplicable.

No habrá triplete y, de pronto, la temporada del Barça se encamina a un desenlace en el que la depresión le gana todo el terreno a aquella euforia disfrazada de ilusión y que no pudo ser real de ninguna de las maneras. El Barça de Messi volvió a ser humano y se despeñó, como tantos otros a lo largo de la historia.

Urruti y Schuster, Archibald y Carrasco, Víctor y Migueli, Marcos y Julio Alberto, Gerardo, Alexanko y Pedraza. Y Moratalla y Pichi Alonso… Futbolistas, todos, llamados a convertirse en legendarios, en alcanzar la gloria ganando la primera Copa de Europa de la historia del club y que se hundieron una triste, tristísima, noche de 1986. Un siete de mayo maldito y fatídico que regresó al plano al cabo de 33 años en Inglaterra.

'This is Anfield'. Y sí, Anfield demostró tener alma y ser un auténtico templo futbolístico, con una hinchada que llevó en volandas a los suyos para que nadie se acordase de Salah ni de Firmino. Fue la victoria de la fe. El triunfo de un Liverpool que creyó en si mismo como lo hizo aquel Steaua en 1986 y que destrozó a un Barcelona que se hundió, de mala manera, en la depresión.

Maldito siete de mayo… Otra vez.