Cuando tuvo tiempo y claridad, a Boca le faltó peso ofensivo y compañía para Valentín Barco y Edinson Cavani. Cuando sí sumó variantes en el área de Racing, ya no tenía la frescura para definir. Así, el partido de ida de cuartos de final de la CONMEBOL Libertadores terminó igualado sin goles después de 90 minutos de tensión y pierna fuerte.
En instancias definitivas del máximo torneo continental, tener ciertas precauciones y saber bien cuándo y cómo arriesgar puede marcar la diferencia entre seguir adelante o quedar en el camino. Sin embargo, Boca esta vez salió a jugar con una cautela excesiva contra un rival que, por nombres y funcionamiento, era inferior.
Jorge Almirón volvió a apostar por una línea de tres (o cinco), con Luis Advíncula y Frank Fabra en las bandas y solo Edinson Cavani en el ataque. Valentín Barco jugó suelto, por detrás del uruguayo, y desde sus arrebatos individuales llegaron las mejores acciones del local mientras estuvo en el campo de juego.
Jugar con un solo atacante, más allá de la llegada constante de mediocampistas y extremos, quita peso en el área y compañía para el propio centrodelantero. Boca fue superior a Racing durante la mayor parte del encuentro, pero no terminó de trasladar el dominio lógico en peligro constante.
Almirón pensó un once para atacar por afuera, con Cristian Medina y Barco por delante de Ezequiel Fernández y Pol Fernández. En esa posición, Medina tuvo pocas oportunidades para hacerse dueño del equipo y construir juego interior. Boca lo resignó para intentar doblar a Tobías Rubio con Fabra y Barco. Lo consiguió en los primeros 45, pero solo fue suficiente para que el joven marcador de punta saliera fuera superado una y otra vez.
La salida del número 19 le permitió sumar un delantero más y tener más peso en el área, pero al mismo tiempo le quitó frescura. Porque Barco es, hoy, el mejor jugador de su equipo. Juega, hace jugar, gambetea y desequilibra en todos los contextos. Desde luego que necesitaba otro atacante, pero sin Barco se hizo todo aún más difícil y menos fluido.
Racing aguantó como pudo en la etapa inicial y en unos pocos momentos del complemento, cuando solo por peso propio Boca salió a buscarlo. Pero a medida que el reloj avanzaba, las ideas se hacían menos lúcidas en el equipo de Almirón. Los ingresos de Lucas Janson y Ezequiel Zeballos buscaron darle amplitud al ataque, pero pocas veces lo consiguieron.
El visitante, a pesar de sus limitaciones y la tensión propia de la instancia, mejoró con el ingreso de Juan Fernando Quintero, quien le permitió salir del asedio e intentar, por el peso de su inteligencia y experiencia. Incluso, el conjunto dirigido por Fernando Gago tuvo algunas ocasiones de gol que Maximiliano Romero no pudo definir.
Boca nunca maniató a Racing. Nunca consiguió poner de manifiesto la diferencia de jerarquía entre un equipo y otro. O al menos no lo hizo de forma constante. De una manera en la que, por la naturaleza del juego, le alcance para sacar ventaja.
Racing se fue de la Bombonera con una recompensa por la que luchó con sus armas y ahora irá en busca de las semis en Avellaneda.