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Vamos los pibes: de aquel Peñarol del 87 al que pelea la Sudamericana con el orgullo de la cantera

El pica pica... ¡Qué tema! Un polvillo que se metía entre las sábanas y generaba picazón en todo el cuerpo impidiendo dormir. Aunque les parezca mentira, Peñarol tenía un funcionario que lo primero que hacía al llegar a un hotel era revisar las camas donde descansarían los jugadores. La Libertadores de fines de los 80 tenía aquellas extrañas particularidades.

El coronavirus… La pandemia que cambió el mundo. El Covid-19 modificó todo. Jugadores que viajaban en asientos individuales y de tapabocas. Burbujas sanitarias y hoteles destinados pura y exclusivamente para atender a la delegación. La Sudamericana de la actualidad quedará marcada para siempre por el virus.

El mundo cambió 34 años después de la última y recordada conquista de Peñarol como campeón de América en 1987. Pero de aquel equipo carbonero al de la actualidad, se dan puntos de contacto y una apuesta similar a los pibes del club.

Salvando las distancias, la magnitud del torneo y que las comparaciones son odiosas, curiosamente hay algunas referencias similares entre un equipo y otro.

El pasado del golero, la importancia del volante central, la baja de un jugador importante en pleno desarrollo del torneo y la importancia de la cantera.

Aquella aventura de Peñarol en la Copa Libertadores de 1987 comenzó con una gestión del entonces presidente José Pedro Damiani para contratar al entrenador.

El Contador se fue a la ciudad de Pereira, Colombia, a buscar al Maestro Tabárez, que estaba al frente de la selección juvenil jugando el Sudamericano Sub 20.

Aquella gestión le generó problemas a Damiani porque el dirigente de la AUF, Homero Bagnulo, pretendía contratar al Maestro para la selección mayor.

En el Peñarol actual la llegada de Mauricio Larriera también fue una decisión polémica. El propio Walter Olivera reconoció que le ganó porque no lo veía como entrenador para el equipo aurinegro.

Una de las coincidencias entre un equipo y otro es el pasado del golero. Tanto el guardameta del 87, como el de la actualidad, tuvieron un pasaje por las formativas de Nacional.

Eduardo Pereira defendió a las divisiones juveniles tricolores entre 1970 y 1972, después se fue el Ámsterdam de Paso de los Toros para llegar a Peñarol donde debutó profesionalmente.

Kevin Dawson llegó con 13 años a la capital para enrolarse en las formativas de Nacional donde estuvo hasta su segundo año de Cuarta División. Como no jugaba, pidió para volver a Plaza Colonia. Allí debutó en Primera y años después lo incorporó Peñarol.

LAS BAJAS DE PAZ Y TERANS
Finalizada la fase de grupos de la Copa Libertadores de 1987, el plantel carbonero sufrió una baja importante como la del experimentado volante Juan Carlos Paz. El referido jugador había marcado el gol de la victoria ante Alianza en Lima. “Me llamó y me dijo que tenía una oferta muy buena de México”, expresó el Contador. Y se fue.

El plantel actual de Peñarol también perdió un hombre importante en medio de la Copa Sudamericana como el goleador David Terans que dejó el club para defender a Atlético Paranaense.

No fue la única baja, también emigraron Fabricio Formiliano y Joaquín Piquerez, dos pilares del sector defensivo.

LA IMPORTANCIA DEL 5
Como lo marca su historia, el carbonero vuelve a contar con un volante central con ascendencia sobre propios y extraños como Walter Gargano. El Mota se ganó la cinta de capitán y está en un nivel exuberante. Es el reloj del equipo. Como ocurría en 1987 con el Chueco José Perdomo que se plantaba en la zona central.

En ese sector del campo el equipo de la Libertadores del 87 se respaldó futbolísticamente en un hombre con recorrido como el Zurdo Ricardo Viera que llegó con 27 años procedente de Danubio.

Hoy esa función de generador de juego la cumple Pablo Cepellini con 29 años de edad y un largo recorrido a nivel internacional jugando en Italia, Eslovenia, Rumania, México y Colombia.

En la ofensiva la apuesta es a la juventud. Aquel equipo de hace 34 años tenía a Diego Aguirre con 22 años y proveniente de Liverpool; Jorge Cabrera con 24 que había llegado de Bella Vista y los canteranos Daniel Vidal (20 años) y Jorge Villar (20 años).

El grupo de Larriera cuenta con el explosivo Agustín Álvarez, un jugador de 20 años formado en el club, su compinche Facundo Torres, que en abril cumplió 21 años, y también es de la cantera y entre las primeras opciones a Máximo Alonso de 19 años.

A la hora de hablar de aspectos futbolísticos, ambos equipos jugaban con línea de cuatro en el fondo. Los laterales José Herrera y Alfonso Domínguez llegaban permanentemente al ataque. En el 87, el mediocampo se paraba con tres volantes, el actual juega con doble 5.

Arriba se atacaba con tres (Cabrera, Aguirre y Vidal) mientras que hoy se juega con un hombre como referencia de área como el Canario Álvarez y dos que le generan juego por afuera o por adentro que son Facundo Torres y Agustín Canobbio. Las tácticas o las formas de parar el equipo en cancha cambiaron, está claro.

VAMOS LOS PIBES
“La mayoría éramos botijas recién ascendidos, todos jóvenes. Cuando la Copa empezó no pensamos que con ese equipo podíamos llegar a la final. Se dio una cosa que hoy no se da que fue el grupo. El técnico que logra juntar jugadores con trayectoria y otros con juventud y si lo sabe manejar, tiene muchas posibilidaeds de que le vaya bien. Hoy no se da porque no hay referentes, a los botijas no les interesa tanto ser campeones sino estar en Peñarol por un sueldo, cuando antes nosotros teníamos que sacrificarnos y jugar en todas las juveniles. El objetivo era llegar a la Primera del club, hoy en Cuarta ya piensan en un pase al exterior”, expresó el Chueco Perdomo en Referí.

Y recordó: “Con el Zurdo Viera y el Pollo Vidal hicimos una colecta y compramos una cuerda de tambores y el maestro nos dejaba después de cenar tocar en el comedor, el que quería bailar lo hacía y eran 10 minutos”.

En Lima no hubo tambores, pero las mesas del comedor del hotel donde se alojó Peñarol sirvieron para acompañar la algarabía de los jóvenes mirasoles que, 34 años después, renuevan la ilusión cantando al ritmo de Gilda…

“De visitante o de local, en donde juegues voy a estar, a donde vayas carbonero… Ya no le encuentro explicación, pero ya no puedo cambiar… Si no te tengo, me quiero matar… Vamo aurinegro, vamo a ganar, nunca te vamos a abandonar. Sos mi locura, sos mi pasión, siempre alentando a Peñarol…”.