El Mallorca fue un digno rival pero no logró imponerse en la final de la Copa del Rey frente al Athletic que besó la gloria al cabo de 40 años.
El Athletic, 40 años después. Necesitó de los penalties para romper el mal fario que le acompañó desde entonces. El Mallorca, digno, dignísimo finalista, le llevó hasta el límite a base de trabajo, de entrega, fe y constancia, pero en la lotería no le correspondió el premio. Toda la alegría transmitida por el Vasco Aguirre acabó en nada y la fiesta fue para los leones, en una noche eterna, que no parecía acabarse y que tuvo momentos para todo.
Agirrezabala rechazó el segundo penalti lanzado por Morlanes y a partir de ahí se acabó la alegría para el Mallorca. Radonjic lanzó el tercero arriba y Berenguer, marcando el cuarto de la serie, sentenció para el Athletic, que volvió, por fin, a ganar la Copa del Rey.
Una final intensa, emotiva y en la que el equipo balear demostró no ser, para nada, un simple invitado. De hecho mereció ganar por orgullo tanto como el Athletic, para el que el partido, desde luego, no parecía tener el mismo sabor.
Campeón por única vez en 2003, después de perder las finales de 1991 y 1998, el Mallorca se presentó en Sevilla para disfrutar de la final tal como la presión se adivinó en los futbolistas del Athletic desde el mismo momento que pisaron el césped del estadio de La Cartuja.
El que un día fue el Rey de Copas se ha convertido en el Rey de la desgracia del torneo. Cinco finales jugadas entre 2009 y 2021 y cinco derrotas. Fue a encontrarse con el Barcelona de Messi cuatro veces y en la última, la jugada en abril de 2021 ante la Real Sociedad sin público por la pandemia, le sentenció un gol de Oyarzabal.
Se adivinaban lógicos los nervios en un Athletic que fue prácticamente el equipo local en el estadio, repleto de una hinchada entregada y tan eufórica como pasional, incapaz de imaginar que el equipo del Vasco Aguirre fuera capaz de prolongar una desgracia que no tardó en sospecharse.
El Mallorca disfrutaba de la final en la misma medida que la sufría un Athletic al que el gol de Dani Rodríguez apenas superados los 20 minutos de partido le provocó un colapso. Incapaz de imponerse por intensidad, presionado, nervioso y descolocado ante la seriedad y claridad de ideas del equipo balear, el primer tiempo supuso una pesadilla inesperada...
EL CAMBIO
Hasta que emergió, en toda su intensidad, Nico Williams tras el descanso. Fue el delantero vasco quien relanzó con su velocidad y brillantez al Athletic, salvado, eso sí, por un rechace soberbio de Agirrezabala a los 18 segundos al remate de Larin que pudo lograr un 0-2 que habría sido mortal para una final que cambió de escenario desde entonces.
Nico inventó una asistencia magnífica cinco minutos después para que Sancet igualase y a partir de ahí el Mallorca padeció un verdadero asedio durante un largo cuarto de hora en que la electricidad y vértigo de los leones borró su sonrisa y confianza.
Empujado por todo, el Athletic asomaba continuamente en el área de Greif hasta que Aguirre movió ficha: reforzó el centro del campo y respiró su equipo. Mantuvo el nervio y el dominio el Athletic, siempre liderado por la excelencia de Nico Williams, pero se recompuso el Mallorca, alcazando con mejor disposición una prórroga ante la que ya empezaba a pensarse que por mucha superioridad tuvieran los leones. Podía pasar cualquier cosa.
No pasó desmasiado. Maffeo evitó el gol de Nico Williams primero y Agirrezabala salvó después el remate envenenado de Muriqi. Pudo ganar cualquiera pero no lo hizo ninguno para llevar la final a los penalties por segunda vez en tres años. Y allí, a pesar de la alegría que transmitió a todos los suyos Aguirre, la suerte se alió con el Athletic.
Muriqi y Raúl García empezaron marcando, pero en cuanto Agirrezabala rechazó el disparo de Morlanes comenzó a contemplarse el desenlace. Y se sentenció en cuanto Radonjic falló el tercero. Ya no tuvo ocasión de rehacerse el Mallorca y besó la gloria, al cabo de 40 años, el Athletic.