Federico Valverde fue artífice directo de la obtención de la Supercopa de España en manos del Real Madrid. El volante no sólo jugó una gran final ante el Atlético -fue elegido, de hecho, como el jugador del encuentro-, sino que participó de una jugada que cambió el rumbo del partido.
A los 25' del tiempo suplementario, Álvaro Morata se escapaba al arco Merengue para definir mano a mano contra Courtois, pero el uruguayo no dudó y realizó una dura entrada para cortar una acción manifiesta de gol. El volante sabía que sería expulsado, pero consideró valioso arriesgar su parte en un partido tan cerrado y contra un rival difícil.
La acción de Valverde fue motivo de comparación con la realizada por Luis Suárez en el Mundial de Sudáfrica defendiendo a Uruguay, cuando evitó el gol africano sobre la hora atajando la pelota con sus manos, mientras Muslera y los defensores ya estaban vencidos.
En aquel momento, la recompensa de Suárez fue inmediata: cuando se iba rumbo al vestuario, Asamoah Gyan marró el tiro desde los doce pasos y Uruguay tuvo una vida más, que a la postre aprovecharía para imponerse por penales y meterse entre los cuatro mejores del mundo.
La de Valverde, en cambio, tardó un poco más: el volante se arriesgó a que su equipo pudiera recibir un gol en los minutos finales y podría haber pasado de héroe a villano en un segundo.
Ambas decisiones dan cuenta de una primacía de lo colectivo sobre lo individual: en el caso de Suárez, eso fue más marcado porque se perdió las semifinales del Mundial, a las que Uruguay no llegaba hacía 40 años. Sin embargo, su acción fue menos premeditada que la de Valverde por el acotado tiempo que tuvo para poner las manos, en lo que fue un acto casi instintivo.
Valverde, en cambio, tenía menos que perder desde lo individual y desde el contexto, pero tuvo más segundos para pensar y acertó, y la decisión le valió incluso el reconocimiento de Diego Simeone, entrenador del equipo colchonero.