Lo que falló Ansu Fati, lo que erró De Jong, lo que no atinó Griezmann y lo que no acertó Messi le apagó la luz al Barcelona en San Mamés. Un Barça entregado a la pelea, que nunca rebajó la intención y que mereció mejor suerte, pero que acabó rendido a la desgracia, a la mala suerte, al infortunio y al gol, en el último suspiro, de Iñaki Williams, que peinó un balón casi sin saber cómo para dejar plantado a Ter Stegen y explotar la felicidad de los Leones.
Un Barça que llevaba nueve semifinales consecutivas y las últimas seis finales de la Copa del Rey y que en Bilbao mostró una excelente imagen, que combinó, tocó, se posicionó y buscó el área rival en base a la idea de Setién, quien reforzando el centro del campo y sin Griezmann, expuso que sus planteamientos son tan innegociables como firmes sus convicciones.
El equipo le entendió… Pero el equipo, el Barça, da la sensación de estar al final de un camino. Lo intentó pero no le alcanzó, entre otras cosas, porque está cojo. Y está cojo porque está bajo mínimos. Y está bajo mínimos porque es el club de Primera División con la plantilla más escasa, solo 16 jugadores, y sin un delantero centro. Cuando más gol necesita, cuando ofrece lo mejor de sí mismo… Le falta algo.
Le faltó el gol. Jugó entre bien y muy bien pero no acertó cara a puerta. Primero Ansu, después De Jong, más tarde Griezmann y por fin Messi, el que siempre está pero sigue siendo humano, como todos. El mejor de todos pero no suficiente esta vez. Como en la semifinal de la Supercopa de España, el Barça jugó más y mejor que el rival pero perdió.
Puede pensarse, esta vez, que, quizá, debió frenar el ímpetu en cuanto Leo chocó con el portero rival y esperar a sentenciar a un rival cansado en la prórroga, pero siguió buscando la portería rival hasta el último suspiro… Y en el último suspiro cayó derrotado.
1-0. Tal como en el primer partido de la temporada y en el mismo escenario y ante el mismo rival. La asfixia del Athletic fue disminuyendo pero la fortuna le dio la espalda a un Barça que cayó esta vez de pie. Mereció más, pero le sentenció, otra vez, un gol en el desemboque del partido.
Falta por ver cómo reaccionará a este golpe el equipo azulgrana porque la decepción, a pesar de la buena imagen, puede pasarle factura.