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¿Se irá Messi del Barcelona? ¿Su futuro estará en la MLS o en un equipo al lado de Ronaldo?

Durante la semana pasada, abrimos un portal que nos conduce a una dimensión diferente: una en la cual Lionel Messi juega con un equipo distinto al Barcelona.

Su contrato con el Barça expira en junio de 2021 y de acuerdo con diversas informaciones surgidas desde España, el argentino ha roto las conversaciones relativas a una tentativa extensión y se encuentra analizando su futuro. Aparentemente, Messi se siente descontento con la gerencia del club, los fichajes de jugadores a su alrededor y el goteo, goteo, goteo de filtraciones que lo muestran como una especie de poderoso intermediario detrás de cámaras, que influye sobre la mayoría de las decisiones más recientes (con pobres resultados en la mayoría de los casos) tomadas por el Barcelona. En resumidas cuentas, eso es todo lo que sabemos por ahora. El entorno de Messi no ha hecho comentarios y la única declaración hecha por el club blaugrana fue emitida por su presidente Josep María Bartomeu, afirmando que el equipo tenía la obligación de renovar su contrato y que el propio jugador ha expresado "en múltiples ocasiones" que desea retirarse en el Camp Nou. A pesar de ello, no existe forma de escapar a la realidad de que, en menos de 12 meses, Messi se convertirá en agente libre y que no se ha comprometido para los momentos posteriores. Y hasta que estampe su firma, es una situación más que implícita que el rosarino se encuentra contemplando la posibilidad de jugar con otro club cuando el calendario marque el 1º de julio de 2021.

A pesar de ello, la posibilidad de su partida parece frágil, incluso antes de sopesar todos los demás factores. Por ejemplo, el hecho de que Messi ha sido parte del club blaugrana desde que tenía 13 años y nunca ha insinuado serios deseos de partir.

O el hecho de que, si Bartomeu y la gerencia actual forman parte del problema, existen buenas probabilidades de que no sigan vinculados al club en 2021: el mandato de Bartomeu habrá terminado y no buscará la reelección; existiendo todos los indicios de que, independientemente de quien sea su sustituto, se producirá un remezón significativo.

También tenemos que pensar en que el salario de Messi, ubicado en una cifra superior a los $70 millones al incluir factores tales como bonos y derechos de uso de imagen, involucra que, si desea partir, éste deberá asumir un recorte de ingresos sustancial; o de lo contrario, podremos contar con los dedos de una mano el número de clubes que pueden costear sus servicios.

A pesar de todo lo anterior, la mera posibilidad de la salida de Messi basta para provocar temblores. Particularmente considerando que, al contrario del otro pase sísmico de un candidato al título de Jugador Más Grande de Todos los Tiempos, si Messi deja expirar su contrato, no cambiará de equipo por un pase de €100 millones, como fue el caso de Cristiano Ronaldo cuando llegó en 2018 a la Juventus proveniente del Real Madrid, sino que lo hará en condición de agente libre.

El factor más importante es que Messi debe querer hacerlo. Y, ¿qué se necesita para que alguien desee partir de un club luego de dos décadas vinculado a él, en las cuales lo ha ganado todo a nivel de clubes, siendo actual titular del Balón de Oro? Pues bien, se necesitarán muchas cosas.

O bien Messi siente súbitas ansias de hacer maletas junto al deseo de asumir nuevos retos en países poco familiares para él (eso sería una faceta nunca vista en Messi, famoso por ser celoso de la privacidad. Todos los relatos sobre el astro argentino lo pintan como un hombre de casa, interesado en pocas cosas aparte del fútbol y su familia); o el Barça se convierte en un desastre de tales proporciones que, a sus 34 años (que cumplirá seis semanas antes del vencimiento de su contrato), termine deseando no tener nada que ver con ello.

No existe otro escenario realista. Ningún club extenderá al Barcelona una oferta que no pueda rechazar. Nadie dentro del club siente que Messi ya no cuenta con nivel de juego suficiente. Nadie desea verle partir. Ese deseo debe provenir de él.

Sin embargo, obviemos la incredulidad por un minuto. Detengámonos en la Estación de las Especulaciones. Si Messi toma esta decisión trascendental, ¿a dónde iría?

Para comenzar, debe tratarse de una decisión impulsada por su corazón (probablemente roto) y no por un deseo de aumentar estadísticas o hacer crecer el saldo de su cuenta bancaria. Esto significa que Messi probablemente se conformaría con jugar por menos dinero. También implica que existen muy pocas probabilidades de que termine uniéndose a un rival del Barcelona. ¿Qué hay más allá?

La opción romántica sería volver a Argentina para jugar con su primer club, el Newell's Old Boys. Un caso algo similar a cuando Carlos Tévez volvió a casa para uniformarse con Boca Juniors, dejando a un lado la riqueza y protagonismo que le ofrecían en la Juventus. Quizás Messi sea una de esas personas que dejan la comodidad de su hogar para buscar fama y fortuna en otros sitios, y termine sintiendo el llamado de sus raíces. El hecho de que tendremos una Copa del Mundo poco menos de 18 meses después (que probablemente sería su última oportunidad de alzar el trofeo más importante del fútbol internacional) solo le daría mayor impulso a este relato.

Una opción menos romántica, pero tentativamente más transformadora en el aspecto histórico, sería el pase de Messi a la Major League Soccer, quizás para jugar con el Inter Miami. Existiría un paralelo con la decisión de David Beckham (actual copropietario del Miami), cuando se incorporó al LA Galaxy en 2007, en lo que respecta a fama y celebridad. No obstante, un pase de Messi superaría la operación Beckham: la última ocasión en la cual un legítimo candidato al título de Futbolista Más Grande de Todos los Tiempos jugó en Norteamérica fue en 1970, cuando Pelé vistió la camiseta del New York Cosmos.

Con un Mundial 2026 con sede prevista en América del Norte, lo que implica un mayor fluyo de dinero dentro del ámbito futbolístico regional; junto a los rumores de una fusión entre la MLS y la Liga MX y la expansión natural de la liga estadounidense, Messi se convertiría en el acelerador que finalmente coloque a este circuito en la cúspide.

También contamos con el comodín absoluto, la fantasía que pocos pueden asimilar, la encrucijada definitiva: ¿Qué pasaría si el yin de Messi termina uniéndose a su yang, Cristiano Ronaldo? ¿Qué ocurriría si, por primera vez en la historia, algún equipo afortunado termina haciéndose con los servicios de dos candidatos indiscutibles a ser considerados como el jugador más grande de la historia del fútbol?

A menos que suscriba una extensión contractual con la Juventus, en el verano de 2021 faltará un año por cumplir en el contrato de Cristiano, quien apenas habrá cumplido 36 años. ¿Podría producirse un escenario en el cual la curiosidad y fascinación (tanto de él como de Messi) estimulen la imaginación al punto de ejecutar un movimiento sin precedentes para unir fuerzas con su eterno archirrival?

Hablamos de dos hombres que han alcanzado todas las cúspides imaginables en el fútbol de clubes, opciones automáticas dentro del debate para definir al más grande de todos los tiempos, quienes han trascendido su oficio para montarse en la cresta de la ola de la globalización y comercialización que han regido los destinos del balompié durante la última década. Ya ambos tienen asegurado su sitial en la historia desde hace largo tiempo. ¿Podría ser este el paso final que los lleve más allá del alcance de todos los futuros contendores?

¿Qué se necesitaría para que Messi y Cristiano decidan juntar sus talentos? Recortes salariales sustanciales para uno de ellos, al menos en lo que respecta a sueldo garantizado. Dicho lo anterior, contar con las dos mayores atracciones del fútbol mundial en un mismo lugar harían ascender a los ingresos comerciales y por concepto de patrocinios a cúspides insospechadas.

Esto no tendría que ocurrir necesariamente en la Juventus; quizás exista otro lugar dónde aterrizar. Quizás se les unan otros agentes libres, solo para tener la oportunidad de decir que vistieron la misma camiseta en la era memorable cuando Leo y Cristiano unieron esfuerzos.

¿Sería una locura? Por supuesto. Sin embargo, no se trata de algo completamente sin precedentes en otro deporte. Gary Payton y Karl Malone se encuentran en el Salón de la Fama del Baloncesto y en 2003 aceptaron menos dinero para jugar con Los Angeles Lakers y juntarse con Shaquille O'Neal y Kobe Bryant.

Ahora, volvamos a la realidad. Incluso, si cada y uno de los factores no apuntaran al hecho que, pase lo que pase, Messi se retirará como ficha del Barça, existen argumentos en contra de cada uno de estos escenarios. Un regreso de Messi a Rosario y Newell's también implicaría someterse a una clase distinta de presión, la misma que sufre cada vez que viste la camiseta del combinado nacional de Argentina. También significaría no tener el lujo de contar con un elenco estelar de actores de reparto.

Pasar de ser Messi a "Messi-as" en Estados Unidos es algo que puede atraer a los jugadores altamente extrovertidos que adoran su estatus de celebridad, como es el caso de Beckham o Zlatan Ibrahimovic. Por el contrario, Messi evita las candilejas y es un hombre privado y tímido. No nos imaginamos verlo invitado al programa "Good Morning America", el altamente sintonizado matinal de la cadena ABC; o convirtiéndose en vocero de su deporte. ¿Qué hay de una tentativa dupla con Cristiano? No sé por dónde empezar.

Sin embargo, estos escenarios importan porque representan la clase de influencia y apalancamiento que Messi puede aprovechar cuando se siente a discutir con la gerencia del Barcelona. Si nadie le cree capaz de partir del equipo en algún momento, los ejecutivos blaugranas pueden dar por sentada su presencia. Si las noticias son ciertas y Messi (al igual que la amplia mayoría de hinchas culés) se siente descontento con la dirección del club, una amenaza creíble de su partida es la única herramienta que haría que su voz sea escuchada.

Para Messi, eso se convierte en algo cada vez más importante porque, independientemente de que sean dos, tres, cinco o siete, estos son los años finales de su carrera. Cada partido que pasa significa que Messi da un paso más en dirección a ese momento cuando ya no podrá seguir haciendo eso que más ama en el mundo: jugar al fútbol.