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La filosofía del Barcelona se derrumba en torno a Messi mientras el Real Madrid se hace merecedor del título

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Gómez Junco: "LaLiga parece inevitablemente inclinada en favor de los merengues" (1:12)

El analista de ESPN da su veredicto acerca de la actuación del Barcelona ante el Atlético de Madrid y como influye en el cierre del campeonato español. (1:12)

El férreo e implacable dominio del Barcelona en La Liga de España realmente comenzó en la temporada 1991-92. Y a menos que se produzca una serie de eventos extraordinarios durante los próximos meses, ese reinado de tres décadas parece presto a derrumbarse, con un final vergonzoso e inepto. Uno de los más grandes imperios de la historia del fútbol se encuentra en condición crítica y Lionel Messi, quien bien puede ser considerado el más grande atleta que ha jugado este deporte, corre peligro de quedar atrapado entre los escombros, en medio de las ruinas.

El 7 de junio de 1992, el Barça se alzó con su segundo título de liga consecutivo por primera vez en 22 años, para emprender un ciclo que los tiene cerca de duplicar en campeonatos (14) al Real Madrid (8). Ese rompedor título español se produjo a pesar de que la Casa Blanca había ostentado el liderato desde mediados de octubre, hasta que en la jornada final del torneo, luego de contar con ventaja 2-0 en su visita al Tenerife... toleró tres goles consecutivos de forma desastrosa, para cargar con la derrota y mirar con horror como el "Dream Team" de Johan Cruyff comenzaba su evolución hasta convertirse en toda una hegemonía.

Considerando que aún queda una buena cantidad de partidos por disputar en lo que ha sido un reinicio de campaña de Liga maravilloso, lleno de incidentes y emociones constantes, no sería tan dramático si Zinedine Zidane y el Madrid no cruzaran la meta como líderes, en medio de una reñida conclusión de esta campaña 2020. Aunque se encuentran a poco margen de alcanzar el palmarés. Con un triunfo en el derbi de este jueves contra Getafe, el campeón electo de España quedaría líder con cuatro unidades de diferencia. Aparte de ello, el club merengue tiene bajo la manga su ventaja en el enfrentamiento directo con el Barcelona, en caso de que ambos clubes terminen la campaña empatados en puntos.

En resumen, estos son los hechos: el Real Madrid cuenta con la mejor nómina de España, el mejor XI, ha generado muestras de un fútbol encantador y sería merecido campeón. Es igual de contundente el hecho que, adhiriéndonos a los ambiciosos estándares autoimpuestos por el Barcelona, los catalanes se encuentran inmersos en un desastre de aspecto desgarbado y provocado por ellos mismos, tanto en lo deportivo como en el aspecto institucional.

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Las fechas remanentes favorecen por ligero margen a los defensores del título, aunque los merengues tendrían garantizado el título de liga de sumar cuatro triunfos y dos empates en sus seis encuentros por disputar, independientemente de los resultados que logre sumar el plantel dirigido por Quique Setién. Este domingo, el Barcelona se enfrentará al Villarreal en condición de visitante, para después jugar el derbi catalán como local, viajar a Valladolid, verse las caras con el Osasuna en el Camp Nou y con el Alavés en el País Vasco. Por su parte, después de jugar contra el Getafe, el Real Madrid chocará con el Athletic de Bilbao en San Mamés, Alavés como local, el Granada en Andalucía, Villarreal en Valdebebas y terminarán la campaña visitando la cancha del Leganés. La percepción de dificultad, al igual que la belleza, depende del color del cristal con que se mira. Pero vale la pena entender que el Barcelona ha concedido apenas 6 de los probables 12 puntos finales, perdiendo la ventaja en par de ocasiones (contra Celta de Vigo y Atlético de Madrid). No se trata precisamente de un nivel digno de un campeón de liga.

En el Estadio Alfredo Di Stefano, que forma parte del complejo de entrenamientos del Madrid y que actualmente funge como hogar temporal mientras el Santiago Bernabéu es objeto de reconstrucción, conviven la salud y la prosperidad. Gracias en parte a los esfuerzos del nuevo preparador físico Gregory Dupont, la plantilla madridista ahora es más aguda, muestra mejor nivel atlético y se mantiene bendecida con mejor resistencia física que sus principales rivales.

Todo ello a pesar de que, en cierta forma, la nómina de Zidane se encuentra inflada. El técnico francés no quería y no requería de la totalidad de los 26 futbolistas que ha llamado a la cancha en partidos de La Liga hasta ahora. Pero en ocasiones, la suerte nos sonríe. Las políticas de reanudación de partidos que admiten planteles más abultados, un mayor grupo de suplentes y la posibilidad de hacer hasta cinco sustituciones han sido para Zidane como el toque de hombros de la varita de su hada madrina. ¿Quién dijo "te concederé tres deseos"?... "¡Denme cinco sustituciones!"

Hace dos semanas, Marco Asensio ingresó en condición de suplente en el partido contra el Valencia, para marcar el gol del triunfo (qué manera de causar alto impacto), pero el asunto clave radica en que los 19 cambios hechos por Zidane en cinco cotejos han ayudado a su plantilla a evitar lesiones, luchar contra el agotamiento y permitir al Madrid sellar, o dejar escapar, esas victorias reñidas que se han alejado de sus rivales del Camp Nou, que parecen marchitarse con cada día que pasa.

Si lo permiten las condiciones del mercado, algunos de los miembros de la actual nómina de los campeones electos de España partirán durante la abreviada temporada baja. Sin embargo, por los momentos y con la excepción de Gareth Bale, Zidane cuenta con una plantilla en forma, contenta, confiada, "comprometida" y ultra competitiva.

En comparación, el Barcelona se asemeja a una película de asalto a un banco, en la cual la audiencia ve cómo el intento de golpe se desmorona lentamente, mientras los participantes sellan su suerte sin tener un ápice de conciencia de la forma cómo sus egos, peleas internas y necesidad desesperada de liderazgo terminarán encendiendo las alarmas.

Para cumplir con la tarea de birlar su título número 15 en los 28 años que han pasado desde aquel equipo de 1992, el Barça había armado lo que parecía ser un grupo capaz y experimentado. Los clubes rivales habían coqueteado con las dos nuevas incorporaciones culés: un delantero Campeón del Mundo (Antoine Griezmann) y un benjamín holandés que venía de alcanzar las semifinales de Champions League, mientras impartían lecciones de humildad a Real Madrid y Juventus en el torneo anterior (Frenkie de Jong). No obstante, a medida que la campaña ha avanzado, comenzaron a aparecer las grietas, que crecieron hasta convertirse en fisuras y ahora se asemejan a la californiana Falla de San Andrés.

Sobre la cancha, al igual que en aquel asalto bancario que se desmorona, existe una multitud de personajes de carácter. La mayoría de ellos han visto casos similares, pero creen que lo saben todo. Se han formado cismas y camarillas; el plantel se divide entre "estos y aquellos".

En lo que respecta a quienes se encuentran "al mando" ... ¿quiénes realmente lo ejercen? ¿Es la Junta Directiva, que cesanteó a Ernesto Valverde a mitad de temporada? ¿Un hombre quien, a pesar de verse manchado por sus pecados en competiciones europeas, había alcanzado el equilibrio entre las exigencias de ganar en liga doméstica y mantener una relación sana y colaborativa con el férreo núcleo forjado en el complejo de entrenamientos, conformado por Messi, Luis Suarez, Gerard Pique, Jordi Alba y Sergio Busquets?

¿Sigue al mando una directiva que había pasado las últimas semanas tratando con las uñas de disminuir sus deudas, vendiendo jugadores para evitar sanciones financieras por mantener abultados compromisos crediticios a finales del ciclo contable? ¿Mantienen la mirada fija sobre el balón? No. Todo se trata de conciliar las cuentas. ¿Cómo lograron meterse en una situación gracias a la cual esta gigantesca deuda generada por la renovación de contratos de algunos jugadores de la plantilla, aparte de desembolsar la bicoca de €400 millones (totalmente en efectivo) entre Philippe Coutinho, Ousmane Dembele y Griezmann, sometió al Barcelona a una extraordinaria presión financiera?

¿O acaso manda Setién y su bullicioso joven edecán, Eder Sarabia? Para los escépticos de la talla de Alba, Messi y Suárez, el técnico y su asistente son "Ese Hombre y el Niño Chapuzas". ¿Se sorprenderían si les cuento que, durante una de esas reuniones hechas a través de Zoom en pleno confinamiento, varios jugadores se conectaron con retraso y uno de ellos dejó claro que su tiempo era precioso y que tenía otros asuntos más imperiosos que atender?

Pues así son las cosas. El título aún está por definirse. Elegí al Madrid como favorito desde inicios de temporada, sigo creyendo que es el mejor equipo y que impondrá su fuerza para completar lo que será una significativa victoria en el campeonato de liga. Pero aún existe margen para sufrir tropezones y quizás el Barcelona logre levantarse de las cuerdas. Lo dudo, pero quién sabe.

Sin embargo, para todos los que siguen el fútbol, con la excepción de los acérrimos hinchas del Barça y el Madrid, existe otra situación en pleno desarrollo. La ideología que, de una forma u otra, ha dominado al Barça, su complejo de entrenamientos, evaluación de jugadores, cantera, su estilo de fútbol, y que ha sido la razón más importante por la cual jugadores "diminutos" tales como Pep Guardiola, Chapi Ferrer, Eusebio, Dani Alves, Andres Iniesta, Xavi Hernández y Messi fueron elegidos y maduraron hasta convertirse en símbolos globales de un fútbol jugado de la forma más atrevida y hermosa... pues bien, esa ideología se encuentra prácticamente en ruinas.

Si se es un madridista empedernido, la idea de que el equipo de sus amores conquiste España y fastidie a los hinchas del club catalán es poco menos que el paraíso. Para el resto de nosotros, nos encontramos a punto de presenciar cómo una idea, un sueño, una hermosa obra de arte, termina irreparablemente dañada, en ocasiones a propósito y en otras, como producto de la ignorancia, cuando lo único que necesitaba era un poquito de amor y atención.

La escuela filosófica Rinus Michels-Cruyff-Guardiola está tambaleando y amenaza con caer. Esta junta directiva apretará los dientes, pondrá en marcha su ostentosa maquinaria de relaciones públicas frente a unos medios supinos y se aferrarán con las uñas al último año de su mandato. Y el cuidado aplicado a una ética de juego, formación, entrenamiento, evaluación y reclutamiento, la misma que transformó radicalmente al Barcelona, para pasar de ser eternos segundones a líderes de la carrera, terminará disminuyendo.

Para los seguidores neutrales, la peor consecuencia es que todo este desastre ocurre durante el final de los años dorados de la carrera de Messi. Su cumpleaños 33, celebrado la semana pasada, debió ser un evento agridulce. Allí quedó ese sublime penalti a lo Panenka del martes, con el cual Messi marcó su gol número 700 como profesional, entre el Barcelona y la selección argentina. A pesar de ello, su frustración, ira y desencanto crecientes siguen brillando en las noches durante todos los partidos que juega en esta actual etapa. Su nivel oscila entre un enceguecedor brillo del sol y grises nubarrones (a veces se interponen intermitentemente durante un mismo partido) y logra mezclar geniales decisiones y demostraciones técnicas con momentos mediocres, elecciones egoístas y muestras sobrecargadas.

Sin embargo, lo evidente para cualquiera que desee mirar es su ira creciente, resentimiento solapado y furia. Messi está consciente de que se acerca al final de sus días como futbolista activo. Fácilmente, podría seguir deleitándonos hasta aproximarse a los 40 años; pero los 24 meses siguientes representarán para Messi sus últimas oportunidades de ser el jugador líder de un equipo grande.

En su contra, tiene la evidencia de que el Barcelona carece del ingenio, la voluntad, sentido de dirección o recursos financieros para rápidamente revertir su actual declive. Justo cuando Messi necesita que su club sea ágil, inteligente, organizado, ansioso de triunfos y que se mantengan ambos en la misma onda, el Barça sufre de un proceso degenerativo que redunda en divisiones internas, incompetencia, una asfixiante deuda y un egocentrismo que conduce a la sordera.

Durante sus cotejos más recientes, Messi ha quedado, una y otra vez, al borde de perder la compostura y sufrir expulsiones, porque sus rivales han percibido que su legendario autocontrol (el rosarino apenas ha sido sancionado con dos tarjetas rojas en su vida, ambas rodeadas de contextos sumamente dudosos) comienza a desvanecerse. Este título Y sus años dorados para forjar un legado se alejan cada vez más. Pareciera que una tonelada de sal cayera encima de una profunda y dolorosa herida.

Independientemente de que el Madrid alce el título de liga, de que Setién termine reemplazado por Ronald Koeman u otro técnico, de que el Barcelona logre levantarse y cruzar la meta como campeón de la presente temporada... esos no son los temas fundamentales. Lo importante es que la terca negligencia gracias a la cual unos principios futbolísticos consolidados, exitosos y hermosos se encuentran en proceso de destrucción (dejando a Messi como un indefenso general en medio de las ruinas de su imperio) será juzgada por la historia con dureza y crueldad.