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Y la culpa es de...

Al Real Madrid se le ve sin rumbo en el arranque de temporada tanto en España como en la Champions League, pero ¿quién es el culpable?

Son apenas 6 partidos en lo que va de temporada y el Real Madrid está en el centro de todas las miradas. Sus últimos dos juegos han sido desastrosos. Perdió ambos y los perdió en casa. Los dos antes rivales a los que usualmente superaría con mucha claridad. Zinedine Zidane, su técnico, lo dijo tras el partido del sábado contra el Cádiz: “nos merecemos las criticas.” Ayer, tras caer ante el Shakthar en el debut de Champions cambió el tono: “Los jugadores no merecen esto, nos ha faltado confianza”.

El equipo, muy falto de forma y de ideas, había sido capaz de sacar resultados. Tan es así que ganó la última liga y lo hizo con una racha de victorias al hilo que cualquiera envidiaría. Nada nuevo en el equipo del francés. Zidane se ha acostumbrado a las dudas que genera su figura de entrenador. Ganó 3 Champions seguidas y ni así fue capaz de terminar con ellas.

Ganar cuando juegas mal no es poca cosa. Al final de ganar es de lo que se trata el juego. Y de eso también ha vivido siempre el Real Madrid. El resultado ha construido la historia que presume el Bernabéu. Muy pocas veces ha sido su juego.

El asunto es que hay un riesgo grande cuando no se gana y esa es la única apuesta que se hace. Ya le pasó hace poco al Barça de Valverde. Cuando un equipo de futbol carece de ideas y se apega sólo al resultado, queda exhibido cuando pierde. Eso le pasó al Madrid en sus últimos dos partidos. Para colmo, sus derrotas fueron a manos de un recién ascendido y que nunca había ganado de visita en la casa blanca; y contra un equipo que pidió aplazar el partido por tener hasta 13 bajas por Covid. Un Shakthar de suplentes avergonzó al Madrid en su torneo favorito.

Como suele pasar después de partidos así, y más en equipos del impacto del Real Madrid, lo que toca es apuntar culpables. Zidane tendría que ser el primer señalado. Así es la vida de los entrenadores. Además, él tiene que ser el principal responsable por la falta de idea que pueda tener su equipo. Pero el problema ante los gaditanos y los ucranianos no fue sólo la falta de formas en el juego merengue. Pasó mucho más por actitudes y rendimientos individuales. Y aunque ahí el francés también lleve culpa porque él elige a los que juegan y decide dónde ponerlos, no depende de él que los futbolistas ejecuten bien su trabajo

Hace tiempo que Zidane optó por defender y mantener en el equipo a futbolistas como Marcelo, Isco o Modric. Reconoció que él pidió a Jovic y ha sido él quien ha decidido apostar por Vinicius o Rodrygo según sea el caso.

Suya también debe de ser la responsabilidad de no ver a jugadores como Reguilón, Hakimi, Vallejo o Ceballos vestidos de blanco. Todos serían de muchísima utilidad en estos momentos.

Así entonces, ¿es Zidane el principal responsable? Yo no estoy tan seguro. Al final tampoco ha hecho nada que no hubiera hecho antes. Y haciendo eso le ha dado ya muchísimo al Madrid. Ya dije antes que este equipo vive del resultado y los resultados del francés son bastantes más buenos que malos con todo y lo que hemos señalado.

La cúpula blanca sabía, cuando decidió rogarle para volver, que el francés dirigiría al equipo igual que como lo había hecho en su primera etapa. Con la diferencia, importantísima, de los años acumulados en las piernas de cada uno de sus futbolistas.

Y los jugadores que pone el galo cada fin de semana, y que al final del día se juegan un nombre y un prestigio en cada partido; hasta un valor de mercado, saben que la posibilidad de ganar o perder pasa en cada encuentro mucho más por ellos que por lo que su entrenador pueda hacer después.

Por eso el Madrid necesita entender de quién es la culpa de esta primera crisis -seguro que no la única- que trae la temporada. Por lo pronto el sábado hay partido y es el clásico. El Barcelona puede hacer explotar la bomba en apenas el 7º partido del calendario o, en cambio, borrar de tajo los últimos 5 días blancos y generar una nueva ilusión que durará lo que tarde en llegar una nueva derrota.