BARCELONA -- El 2020 será recordado como el año que vació los estadios, interrumpió todas las competiciones y cerró una temporada continental de manera inverosímil, con una Champions centralizada en Lisboa que confirmó el poder indiscutible del Bayern Munich.
En España, con los ojos fijados en los dos grandes, el 2020 deberá mirarse con distinto prisma: el Madrid recuperó el trono liguero después de dos años y el Barça fracasó, estrepitosamente, en todos los escenarios. Incluso en el institucional para provocar la dimisión de su dieectiva.
El año del covid ha destrozado todos los planes económicos en Barcelona y Madrid pero, curiosamente, el Real ha sabido, podido, capear el temporal con mejor ánimo, atreviéndose incluso Florentino Pérez a llevarse al equipo a Valdebebas mientras avanzaba en la faraónica transformación de un Bernabéu que en pocos meses lucirá radiante mientras la imagen del Camp Nou es a cada día que pasa más deprimente, esperando a unas gruas que siguen sin empezar las obras... que no tienen ni fecha de inicio estando como está el Barça al borde del colapso financiero.
Deportivamente se llega a diciembre con los merengues arriba, empatados con el Atlético, y los culés a medio camino entre la recuperación y el desastre, sin poder olvidar todavía el derrumbe que supuso el final de la pasada temporada en que perdió la Liga después de un confinamiento en que solo pudo ganar siete de los últimos once partidos del torneo, para entregar el título en bandeja a un Madrid que con o sin polémicas de VAR se mostró intratable.
2020 ha sido el año de los tres entrenadores en el Barça, que comenzó con Ernesto Valverde, despedido tras la derrota en la Supercopa de España en enero, siguió con Quique Setién, condenado ya por su desastroso final de Liga y sentenciado después del histórico 2-8 sufrido en Lisboa ante el Bayern, y acaba con Ronald Koeman, una leyenda en el Camp Nou que no ha podido huir de las críticas ante la irregularidad de juego y resultados que ha mostrado su equipo en los primeros cuatro meses de competición, descolgado peligrosamente en la Liga y clasificado para los octavos de final de la Champions como segundo de grupo después de sufrir una terrible derrota como local ante la Juventus que significó el final de la mejor racha histórica de un equipo local en el torneo.
Eliminado por el Athletic en los cuartos de final de la Copa del Rey en febrero, este ha sido el peor año en azulgrana desde 2008, no ganando ni un solo título. A falta del partido que cerrará el año ante el Eibar, el Barça ha disputado 47 partidos de los que solamente ganó 28 (un 59,6 por ciento) y perdió 11 (un 23,5 por ciento), una estadística absolutamente impropia para el club azulgrana.
Defensor del estilo, entregado a una filosofía de juego innegociable en la que el balón es, o debe ser, el gran protagonista, el Barcelona se hundió en la mediocridad sin apenas reparar en ello a media que fue avanzando el año... Hasta que el desastre de Lisboa, la histórica goleada encajada a manos del Bayern Múnich, lo hizo saltar todo por los aires.
Fue despedido de inmediato Quique Setién y una semana después estalló el caso Messi, con el crack argentino solicitando su salida inmediata del club. Bartomeu se mantuvo firme en su negativa, aludiendo a que la cláusula que le permitía marcharse había caducado en junio, y consiguió, contra viento y marea, mantener al capitán en el club... Aunque aquello acabó siendo la última piedra en el camino.
Una moción de censura alentada por varios grupos de socios provocaron el final de su resistencia, y con el equipo temblando entre buenos, malos y peores resultados, el presidente y su junta se marcharon antes de tiempo. La tormenta en el Camp Nou ha sido histórica en este 2020 y, con razón, se cruzan los dedos esperando a despedirlo de una vez y empezar una vida mejor en 2021... Por más que se entienda que el camino no será fácil.
BLANCOS... PERO NO RADIANTES
Si se dice, se afirma y está confirmado, que Barça y Madrid, Madrid y Barça, son vasos comunicantes entre los que el desastre y el éxito van de la mano, está claro que la sonrisa en el Bernabéu ha sido en 2020 indisimulada. Por mucho que Zinedine Zidane, el entrenador de las tres Champions, haya pasado momentos difíciles, el título de Liga que conquistó en julio ganando diez partidos consecutivos después del confinamiento borró cualquier sentimiento de fracaso.
Más aún si se tiene en cuenta que el Madrid solo ha ganado tres títulos de Liga en las últimas diez temporadas... Y que dos de ellos llevan la firma de Zidane, que siempre acaba respondiendo a las críticas con resultados.
La Liga conquistada en julio borró de la memoria la decepción, fracaso, que supuso la eliminación en los cuarto de final de Copa, ante la Real Sociedad y en el Bernabéu (3-4) y motivó un sentimiento de felicidad que se acabó, de repente, en agosto, cuando el Manchester City de Pep Guardiola le dejó en la calle en los octavos de final de la Champions... en una eliminatoria que había comenzado en febrero perdiendo en casa por 1-2 y que no se pudo remontar en Inglaterra, donde los citizens volvieron a vencer por idéntico resultado.
No ha sido, para nada, un 2020 redondo en el Madrid pero el hundimiento del Barça ha limitado, y no poco, los daños alrededor del Bernabéu con un equipo que a la espera del último partido del año frente al Elche ha disputado 48 encuentros con 32 victorias (66,6 por ciento) y 10 derrotas (20,8 por ciento).
El Madrid cierra el año con buena nota, aprobado alto podría decirse, gracias a su título de Liga conquistado y a entrar en 2021 en lo alto de la clasificación, en igualdad con el Atlético y muy por encima de un Barça al que venció en el Clásico jugado en el Camp Nou, y sentenciado su pase a los octavos de final de la Champions como campeón de grupo.
Con razón se dice que Zidane es un entrenador con suerte... Mientras que Ronald Koeman, un personaje de leyenda en el imaginario barcelonista, sigue a la búsqueda de esa suerte que en demasiadas ocasiones le ha sido esquiva.
2020 será recordado como el año del coronavirus, el año que vació los estadios... Y derrumbó a un Barcelona que comenzó perdiendo la Supercopa de España en Arabia, siguió con el peor fracaso de su historia en Lisboa y acabó sin presidente. Peor imposible. No es extraño que en el Bernabéu la sonrisa haya sido indisimulada.