Napoli se quedó con el Scudetto tras 33 largos años de espera y lo hizo con un fútbol dinámico, vistoso y punzante. Su técnico, Luciano Spalletti, conformó un grupo de futbolistas dispuestos a tratar bien la pelota y generar líneas de pase constantemente para ser dominantes en Serie A, no darle chance a sus rivales y lograr el ansiado título que rememoró las mejores épocas del equipo napolitano.
El sistema táctico 4-3-3 fue el sello distintivo de Napoli en la temporada. La formación predilecta de Spalletti y la que utilizó en casi todos los encuentros de Serie A para imponer condiciones. Los nombres se volvieron inamovibles y los rendimientos se elevaron a medida que el campeonato avanzaba, la diferencia con los perseguidores aumentó muy rápido y el título se vio cerca muy temprano en la temporada. Una idea que se aceitó, se trabajó desde una presión alta y toques simples, apertura del juego con alta participación de laterales y un 'tercer hombre' fundamental para generar superioridad y espacio.
El juego partiendo del tercer hombre y la pared como estrella
La idea de Napoli se presentaba desde el inicio de juego con una salida clara. Sus dos centrales, Kim Min-jae y Amir Rrahmani, fueron factores fundamentales dentro del esquema para que la bola rodara, los espacios se generaran de mitad de cancha hacia adelante y también para aplicar una agresiva marca en ataque que favoreciera las ideas del equipo.
Napoli se destacó en la faceta ofensiva durante todo el campeonato. Buscaron un juego asociativo partiendo desde el mediocampo y optaron por sumar un jugador que generara superioridad en zonas específicas que les permitieran avanzar en bloque y de manera concisa, aún cuando la foto del juego indicaba poca movilidad de los futbolistas.
Este 'hombre extra' llevó a que situaciones que en un principio parecían inofensivas terminaran en gol o chances claras para el equipo, que también contó con futbolistas con amplias aptitudes ténicas para cumplir con la premisa del entrenador. La pared, un recurso tan viejo como el mismo fútbol, fue clave para quebrar aquellas resistencias rivales tanto en la presión recibida como para burlar aquellas largas líneas defensivas que parecían infranqueables.
Toques rápidos para evitar defensas rivales
Una vez superada la línea de presión o bloque defensivo del rival, Napoli optó por darle rienda suelta a la imaginación de sus once hombres para llegar a la meta: el gol. Con el taco, de espaldas, de pecho o buscando pases simples, las transiciones hacia el arquero contrario se hacían con rapidez, intentando siempre el toque hacia adelante y con una precisión digna de una presentación de nado sincronizado.
Para poder llevar adelante esta idea, el cuadro de Spalletti fue la antítesis de la quietud, del sosiego. Más de una vez el georgiano Kvicha Kvarastskhelia finalizó una jugada en la banda contraria a la que le correspondía o los volantes pisaron zonas que en un principio parecían inalcanzables para ellos. Allí radicó el secreto del fútbol bonito de Napoli. Un fútbol impredecible, que hizo honor al concepto de cambio que proponía Heráclito en sus más antiguos escritos de filosofía. Todo cambiaba mientras el equipo napolitano hacía rodar la pelota en busca del hueco que abriría la puerta al gol.
Los laterales, factor fundamental en la ofensiva de Napoli
Tal como se exige en el fútbol moderno que se observan en estos días, Napoli también le sacó el máximo jugo posible a sus dos laterales a la hora de sumarlos en ofensiva para culminar jugadas o generar apoyos para lograr la superioridad. Mario Rui por izquierda y Giovanni Di Lorenzo por derecha, una marca registrada del once de gala de Spalletti.
Su aporte fue más allá del contacto que podían tener con la pelota. Su simple presencia cerca del cuadrante defensivo del rival ya generaba una amenaza. Dos hombres en cada punta dispuestos a enviar un centro preciso, ofrecidos a la pared constantemente y que también representaban una señal de atención para las defensas contrarias, que no debían preocuparse solamente por lo que ocurría dentro del área.
Sin embargo, el trabajo no fue el mismo para Rui que para Di Lorenzo. El lateral izquierdo debió adaptarse a cómo su compañero de banda, Kvarashtelia, se movía partido a partido. Un futbolista que solía manejarse lejos de las ataduras de una posición fija y que se lo veía por centro e incluso en los extremos contrarios en algunas oportunidades. Rui se encargaba de ocupar el lugar que el georgiano dejaba: si se iba al medio, él subía y acompañaba como extremo. Si se abría, Rui quedaba como un lateral más bajo e incluso se movía más a zona central. Di Lorenzo tenía una tarea más 'sencilla' al compartir banda con Lozano. Chucky es un atacante que no solía salir de su zona de punta derecha, como sí lo hacía Kvara. Eso generaba que Di Lorenzo apareciera más por zona media, dejándole al mexicano el último tercio de campo para que desequilibre aunque sin dejar de aparecer como una descarga en caso de ser necesaria.
Presión alta y verticalidad para la contra
El conjunto napolitano también se ha caracterizado por una presión alta y constante para generar el error del rival. Esto implicó que los centrales debían jugar adelantados, prácticamente en mediocampo, los laterales más altos y un tridente de mediocampistas que fueron importantes en esta idea.
De los tres del medio, el que solía salir a presionar era Piotr Zielinski, dejando el la 'base' a la doble contención formada por Stanislav Lobotka y André-Frank Zambo Anguissa. El polaco era acompañado por Victor Osimhen, el goleador nigeriano que no dudaba en sacrificarse si era necesario para hacerse con la pelota. A los costados, Kvarastskhelia y Lozano no aplicaban un ahogamiento tan alto, pero se mantenían cerca por si lograban pesacar algún balón. Esto concluía en recuperación trás pérdida del equipo contrario y el comienzo de la danza de toques para lastimar al rival.
Khvicha Kvaratskhelia, el que hace la diferencia
Todo el circuito de juego antes mencionado carecería de sentido de no ser por la capacidad técnica de los elegidos por Spalleti. No solo la precisión de Lobotka y Zielinski, ni el olfato goleador de Osimhen o la intensidad física de un equipo dispuesto a hacerse de la pelota a toda costa. La estrella de este universo napolitano, el guitarrista principal del equipo fue Khvicha Kvarastskhelia, el gerogiano revelación de la temporada.
Su fútbol fue una caja de sorpresas. Siempre dejando un toque distintivo, un amague impensando, un pase que no estaba en el mapa imaginario de ningún futbolero de turno que sintonizaba ESPN a ver una nueva presentación de Napoli.
Estético e imparable. Su zona de confort solía ser la izquierda, pero su habilidad le permitía desenvolverse con naturalidad en cada sector del campo de juego. Una derecha prodigiosa que ejecutaba los remates más potentes y venenosos en toda la Serie A. Así lo reflejaron los doce goles que anotó y las diez asistencias repartidas en todo el certamen, un número avasallante.
'Kvara' dio todo eso y más. Porque en él se observaba ese espíritu rebelde que necesitaba el equipo en los momentos más pesados. Esa esencia que no solamente generó empatía en Nápoles sino que llegó a conquistar a todo el mundo. Un crack dispuesto a marcar época y que, con apenas 22 años, no solamente logró la atención de los grandes equipo del Viejo Continente sino que, también, está llamado a ser uno de los baluartes del fútbol que esta por venir.