<
>

Chivas regresa como rival y no como víctima ante el América

LOS ÁNGELES -- La belleza de un Clásico Nacional son sus misterios. Nada está escrito, aunque todo parece ya escrito. Esta vez, Chivas llega de una sacudida y América de un acto de redención. El Guadalajara tiene un pie en la cabeza de las Águilas: llega un punto por encima. Véase pues, un enigma de 90 minutos.

Reflejo de la vida misma, en un Clásico cohabitan héroes y villanos, y a veces el héroe es menos que el villano. ¿Qué sería de Julio César sin Bruto o de Otelo sin Yago? ¿Qué habría sido de Cristian Calderón y sus tres chicotazos, sin Guillermo Ochoa? ¿O de Henry Martin y sus festejos, sin el padrinazgo eterno de Cuauhtemoc Blanco? Hasta lo etéreo encarna en el coliseo de los Clásicos.

Desde antes de los tiempos festivos de José Antonio Roca (“Los enanos nunca crecen”), con su propio epitafio (“Alguna vez el burro tocó la flauta”), el Clásico Nacional fue una intriga deliciosa de Fernando Marcos, Guillermo Cañedo y Emilio Azcárraga Milmo. El mundo tenía sus rivalidades: Atlético y Real en Madrid, o los Merengues y el Barcelona; River y Boca, el City y el United en Manchester, Inter y Milan, etcétera. México necesitaba el suyo y qué mejor que el apoderado del pueblo, contra el poder del pueblo: América y Chivas. Ellos ya concebían, sin poder simplificarlo, el concepto del #ÓdiameMás, como lectura genética del desprecio colectivo, como el Anticristo de la comarca.

Ha habido grandes gestas. Algunas, incluso, han terminado en la enfermaría y la comisaría. Porque en los Clásicos, la victoria no sólo debe leerse en el marcador, sino en el saldo final de “muertos, heridos y desaparecidos”, en la nostálgica expresión del mejor relator de estos partidos, Ángel Fernández. Y, ciertamente, ha habido, también, lamentables tertulias como si ambos equipos se reunieran a tomar el té en un curso de corte y confección. Han sido las menos, afortunadamente, y han sido arrojadas bajo la alfombra del olvido.

Alguna vez Fernando Quirarte, un referente de Chivas, comentaba que para todo futbolista mexicano había dos ilusiones: “Jugar un Mundial con la Selección Nacional y ser figura en un Clásico Chivas contra América. Ese es un sueño de todos, pero muy pocos pueden cumplirlo”. La gloria, para el futbolista nativo, sólo tiene dos de tres camisetas posibles.

Esta Jornada 12, termina siendo un punto de equilibrio entre el desequilibrio con el que llegan ambos clubes: América fue a imponer su ley en Monterrey, mientras Chivas fue sumergido en agua fría, para poder separar la irrealidad de sus números de la realidad de sus carencias. A su manera, en el contraste de resultados, cada uno recibió su beneficio. Uno borró la mueca con la que Pachuca le desfiguró el rostro, y el otro debe salir fortalecido del diván drástico de un psiquiatra involuntario como lo fue el Puebla.

Los números arrojan pistas que confunden. América tiene la eficiencia del gol, con 23 en el torneo, mientras Chivas, con 14 es el segundo con el peor poder ofensivo de los ocho primeros de la Tabla, sólo por encima del León. El del Nido, en tanto, es el segundo equipo más goleado, de los ocho primeros, sólo detrás de los 23 escandalosos del Santos, y por ello, sacó al bombero Luis Malagon para poner en el fondo, donde ya los desaguisados de Néstor Araujo y Sebastian Caceres son suficientes tentativas de suicidio.

Resoplan ambas tribunas. Algunos de sus mimados, hoy aterciopelados de esperanza, regresan a la cancha. Chivas desempolva de la enfermería las camisetas de Alexis Vega e Isaac Brizuela, mientras Alejandro Zendejas ya pasó lista de presente ante Tigres. Nada que tranquilice más que tener todas las escopetas cargadas.

¿Y los ajedrecistas? De la nada, Fernando Ortiz saltó a darle personalidad a este América. Recogió los desechos de Santiago Solari, aunque sufre por los lastres heredados, o por contrataciones extrañas. Ni Cáceres ni Araujo imponen en el fondo, mientras que Cabecita Rodríguez y Leo Suarez apenas mostraron utilidad ante Tigres. Y Roger Martínez sigue enquistado con el salario más elevado de Coapa. Este torneo, a Coapa lo separa del título la carencia de un buen defensa central.

Veljko Paunovic ha rebasado las expectativas. Con la llegada de Víctor Guzmán le ha puesto claridad, a un equipo de pulmones y esfuerzo. Sobrevive a las lesiones de Alexis y de José Juan Macías, y se cuela entre la Zona VIP de la Liga, entre los cuatro primeros, con derecho de ir directamente a la Liguilla. Le ha regresado el compromiso como un sentimiento al equipo, y le ha devuelto seguridad en el fondo.

¿Cuál de ellos entiende mejor la dimensión del Clásico? El Tano lo ha sufrido y gozado como jugador y como entrenador. Paunovic aún llega a una cita a ciegas, por más referencias que lea en el Tínder futbolístico de la historia. Sin embargo, el técnico serbio debe haber vivido la efervescencia como jugador del Atlético de Madrid, pero no desde el banquillo.

Luego de épicas en las que era un privilegio ganarse la camiseta para un Clásico Nacional, por algo más que futbol, sino también por genética bélica, hoy ambos equipos tienen pocos herederos de cuna para saltar a la cancha. América sólo presenta a uno, como Emilio Lara. En Chivas, en tanto, hay más ADN rojiblanco, con seis o siete canteranos, según las preferencias del técnico.

Pero, mientras en América no aparece un líder genuino, a no ser la laboriosidad del español Álvaro Fidalgo, el paraguayo Richard Sánchez, o los goles de Henry Martín, el nuevo capataz del Rebaño, Víctor Guzmán, es confeso apasionado del Atlas, aunque sus pasos más cercanos al profesionalismo comenzaron en Chivas.

Sin embargo, en Coapa queda claro que hay una simbiosis entre las urgencias del club y las necesidades de sus futbolistas. No hace falta ser de cuna para profesar ciegamente esa doctrina del #ÓdiameMás. En Chivas, ciertamente, esta versión es sin duda la más sólida en temperamento y rabia de los últimos años, luego de ser dirigidos por pasajes laxos de docilidad con los Tena, los Vucetich y los Leaño, y sin que Ricardo Cadena alcanzara a ejercer la autoridad plena. Por primera vez, en años, desde la época de Matías Almeyda, no aparecerá el Guadalajara como víctima propiciatoria, más allá de los accidentes de los célebres y ya referidos chicotazos.

Queda visto pues, que el Clásico Nacional 2023 encierra más misterios que en ediciones recientes. La duda se establece en si es más poderoso el acto de resurrección del América, o el retiro cuaresmal de Chivas en Puebla.