El deporte es un referente social, pero en medio de la pandemia, la oportunidad de asistir a los estadios se combina con al hartazgo y la responsabilidad del individuo
Terribles ocho, nueve meses hemos pasado todos: el trabajador de cualquier índole, el empresario, el gobierno. En principio y al final, mi tema es el deporte como tal, como espectáculo-negocio y por la cantidad de seguidores, como ejemplo y referente social.
En este último objetivo que tiene el deporte profesional, y en especial el futbol, han quedado a deber las decisiones tomadas, ya sea a nivel nacional o nivel mundial.
Empezaré a nivel mundial. A finales de mayo, y tomando en cuenta diversos factores como el cumplimiento de contratos publicitarios, en especial de televisión, así como servir a las diferentes comunidades confinadas en sus casas, los torneos en Europa se reanudaron teniendo el éxito que perseguían, al cumplir dichos contratos y en dar espectáculo televisivo en muchas partes del mundo. Casi a la par, se disputaron las finales de Champions League, así como las finales de la Europa League.
Al término de estos torneos, tres semanas de preparación y empezaron sus nuevos torneos, pero con el problema que la FIFA no había tenido fechas para sacar adelante sus competencias. Hasta ese momento, los contagios dentro de los equipos habían sido mínimos, queriendo pensar en la conciencia que tuvieron y las medidas que adoptaron dentro de sus instituciones. Pero al regreso de las fechas FIFA, los jugadores tienen que desplazarse de sus países y muchos otros países en los que intervienen, esto se transforma en una ensalada de protocolos: los que yo tenía en mi país, más los que se tienen al país que me toca jugar, más los protocolos y cuidados que tienen los jugadores que no participan en su país y se mueven, principalmente, del continente americano. El precio que se pagó es muy caro en contra de los beneficios que se obtuvieron y hablo del precio refiriéndome a la salud de los jugadores, principales actores y motores de este espectáculo.
Continúo este escrito hablando de la Liga MX. Aquí ya es otra cosa en cuanto a contagios. Será los pocos cuidados que se tienen, o nuestra manera de ser, el caso es que desde que se activó el nuevo torneo, tenemos más de 150 casos confirmados positivos. Cada equipo hace entre 50 a 60 exámenes a todos su personal que labora en el torneo. En un universo que va entre 900 a 1,000 personas, la cantidad de infectados es mucha.
Para rematar, ahora en varias plazas ya se dio, y paulatinamente se seguirá dando, la apertura de los estadios a un 30% de su capacidad. La pregunta es: si no se puede controlar a un grupo de 50 a 60 personas en cuanto a contagios, ¿Cómo le harán para controlar los equipos a una cantidad entre ocho a 12 mil aficionados por partido? Ayer, en Mazatlán, no fue un ejemplo de protocolos y manera de comportarse en lo individual. Los organizadores podrán tener todas las normas, pero cuando el individuo tiene la libertad de hacerlo o no hacerlo, en ese momento, no existe regla que valga y las consecuencias no tardarán en aparecer.
El problema es mundial, pero la solución es individual y cada quien será responsable de su actuar ante esta pandemia.
Los rebotes mundiales ante este virus son resultado de una relajación, acompañados de hartazgo de la población.
Si en este país somos alegres, no nos regalen maracas.