Para diferenciar estilos, están los que basan todo en la planificación y estructuran hasta el más mínimo detalle; en el otro lado los que son más de improvisar
Una de las cosas que más me llama la atención del futbol, y en general por la que atrae a la mayoría de los apasionados, es porque hay múltiples caminos para llegar al mismo destino. Al igual que sucede en el test proyectivo de Rorschach (prueba psicológica que muestra “manchas de tinta” y el sujeto evaluado interpreta lo que observa), una misma acción futbolística será interpretada de forma distinta por cada uno de los observadores, y seguramente la mayoría tendrán algo de razón. Todos queremos ser exitosos en este mundo, definir “éxito” es algo muy personal, pero en el futbol, el camino para acrecentar las probabilidades de éxito es para cada uno distinto y debe de ser por todos respetado.
En esta ocasión el abordaje de estos “distintos caminos” que menciono será en base a las metodologías de entrenamiento. Se entiende metodología a las formas en que se aterriza, se lleva al plano operativo, una idea. En el futbol, las metodologías de entrenamiento hacen referencias a las distintas estrategias que los entrenadores utilizamos para poder entrenar los conceptos que buscamos aplicar el día del partido, cómo desintegrarlos sin perder su riqueza y al mismo tiempo poder trabajarlos de forma repetida. Como lo escribí en otra columna hace meses, el Cuerpo Técnico dispone de un tiempo-energía limitado por parte de sus futbolistas y más nos vale que éste sea aprovechado al máximo para plasmar, convencer y que asimilen nuestras pretensiones.
Desde mi punto de vista, hablando de metodologías, para diferenciar estilos diría que en un extremo están los que basan todo en la planificación y estructuran hasta el más mínimo detalle, y en el otro lado los que son más de improvisar, en la sensibilidad de lo que perciben al momento es cómo dan solución a las demandas. Obviamente entre un extremo y otro hay un sinfín de combinaciones, y es dependiendo de la personalidad y la forma en que se vive la profesión donde se sitúa el estilo de cada uno. Mil caminos, todos correctos, siempre y cuando sea el desarrollo y la mejora en el rendimiento el objetivo final.
Planificar tiene la ventaja que se hace en un ambiente controlado, sin la influencia ni urgencias que se dan durante la sesión. Al planificar vas sumando todas las variables que seguramente estarán involucradas y las manipulas, acomodándolas y jerarquizando según sean tus objetivos. Una sesión con estructura es diseñada para poder optimizar el tiempo y los recursos, el problema es que planificar siempre se da en tiempo pasado. Cuando el entrenador se sienta en su escritorio, generalmente una tarde antes de que la sesión ocurra, cuenta con mucha información: el objetivo pretendido, el resultado de la sesión y el partido propio anterior, el análisis del próximo rival, el nivel de fatiga acumulado de los jugadores, entre algunas más. Podemos seguir con esta lista, pero al final siempre es una información incompleta.
Improvisar, al contrario, siempre ocurre en el presente. Un entrenador que gusta de improvisar durante las sesiones debe de contar con una gran dosis de creatividad, misma que surge de la experiencia y conocimiento perfectamente asimilado de lo que tiene y a dónde quiere ir. Improvisar no es para todos, incluso me podría atrever a decir que queda menos evidenciado un entrenador mal planificador que uno que base todo en improvisaciones sin sentido.
Todos admiramos a los seres creativos, con los entrenadores pasa lo mismo. Ese entrenador que es capaz de cambiar toda la sesión o pasar por alto un ejercicio porque percibió alguna información en el momento presente que sus jugadores le daban, es de admirarse. Los DT´s obsesionados por el orden y la estructura (planificación) deben de agregar flexibilidad para poder adaptar y utilizar la mayor advertencia que podrían tener: la que da el momento presente. Los entrenadores demasiado confiados en que pueden improvisar y encontrar soluciones óptimas al momento son una bomba de tiempo, pueden acertar una vez, dos o diez, pero la tendencia será a que su porcentaje de aciertos sea negativo.
Como la mayoría de las cosas en la vida, el secreto está en el balance. En el espectro de entrenadores que planifican o que improvisan, yo apuntaría a colocarme justo en medio.