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Sergio Busquets, el futbolista más infravalorado de la historia

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Pese a tratarse de una leyenda y de uno de los mejores centrocampistas de la historia, Busquets se acostumbró a vivir a la sombra, con un brillo silencioso en la cancha.


A 20 kilómetros de Barcelona se encuentra uno de los municipios más pequeños de España: Badia del Vallès.

Es un territorio de apenas un kilómetro cuadrado, sin encantos aparentes. Dicen que en Badia los sueños son muy caros, pero no imposibles… Y que nadie lo visita, salvo quien tiene familiares en el lugar.

“Es un pequeño barrio, con bloques de pisos, donde vive gente humilde y trabajadora”, apunta el orgullo de este sitio de apenas 14 mil habitantes.
 Hasta los 14 años, Sergio Busquets Burgos jugó como delantero en los parques y avenidas de esta zona periférica de Barcelona. De forma esporádica, pero también llegó a enfundarse los guantes de portero en el colegio, influenciado por su padre Carles, ex guardameta culé en la década de los 90.

Su obsesión por el orden y el sacrificio lo llevaría más tarde a encontrar su sitio en el futbol y en la vida. “Trato de pensar antes de tener la pelota para encontrar soluciones. Juego para dar soluciones a mis compañeros. Esa es mi faena principal”, le dijo a el diario El País, quien llegó a ser considerado como el mejor medio centro del mundo.

Pep Guardiola es el ‘culpable’ de que Sergio 
—así le gusta que lo llamen porque valora por igual los apellidos materno y paterno, por ello no acepta el Busquets en su playera— tuviera un ascenso meteórico en las inferiores del Barça, hasta llegar al primer equipo, y tiempo después, formar un mediocampo legendario con Xavi e Iniesta.

“Tengo muy claro lo que me dijo mi padre cuando era juvenil: ‘Tú, trabaja; si trabajas, siempre tienes premio’”, solía repetir el histórico ‘5’ blaugrana.

Busquets fue y es un modelo de futbolista que paradójicamente se mantuvo lejos de los estereotipos modernos: los chicos no jugaban a ser él; vaya, ni un desempeño que rozaba la perfección partido a partido le alcanzaba para ser el más destacado.

El andar de este gigante de 1.90 metros encantó a la vista: el balón lo buscó, descansó en sus pies y fue tratado con la mayor de las sutilezas.

“Busquets siempre está en el sitio adecuado, no hay un jugador en el mundo como él; juega con precisión de cirujano”, sintetizó Jorge Valdano.

Ganó más de 20 títulos con el Barcelona y fue piedra angular de la época dorada del balompié español; sin embargo, no son los números la medida adecuada para definirlo.

Sergio desplegó su repertorio de pases y recuperación en el escenario donde las estrellas deslumbraban, y él apenas alcanzaba un rol secundario.

“Soy un tipo que trabaja para los demás y a mi alrededor están los mejores futbolistas del mundo. Prefiero cortar 10 balones, robar entre líneas, que tirar tres paredes”, reconoció.

Es un futbolista silencioso que no olvida las ‘pachangas’ callejeras en su barrio, las cuales estaban cargadas de dramatismo; por ello cuando recibía una falta, explotaba su carácter y rodaba por el campo emulando el dolor que sentía cuando caía en el cemento cuarteado de su querida Badia del Vallès.

Tímido, adicto a ganar y reacio a los reflectores, Sergio representó al barrio con un espíritu de lucha inquebrantable. Un escudero y luchador, pero también artista.

Se marcha un futbolista silencioso, una leyenda que nunca necesitó los reflectores para brillar y que demostró que el número 5 también puede ser perfecto.