<
>

Cien historias rumbo a Qatar 2022: Heung-Min Son, un héroe hecho a medida para Corea

Son y Corea buscarán revancha en la Copa del Mundo de Qatar: pasar la fase de grupos EFE

Quienes somos occidentales, en el sentido geográfico de la palabra, vemos a la cultura asiática como algo lejano. Hay muchas cosas que no entendemos o no queremos entender por pereza intelectual o desinterés. Son infinitas las veces que sobreactuamos no conocer nada de esos países. Sin embargo, hay que derribar ese mito. De Corea del Sur conocemos Parasite, el Juego del Calamar y el kimchi, entre muchas otras. Y a Heung-Min Son, claro. Ese que aparece luciendo la camiseta número 7 en nuestros televisores todos los sábados y domingos cuando juega en Tottenham Hotspur por la Premier League.

Son nació hace treinta años en la región de Chuncheon, al norte del país, pero siguió el trayecto que siguen los jóvenes coreanos y abandonó su tierra con apenas 16 años para probar suerte en el fútbol, en la academia juvenil del Hamburgo de Alemania.

La segunda mitad de su vida la vivió haciendo un periplo por el extranjero. De Hamburgo pasó a Leverkusen y hoy brilla en los Spurs ingleses. Como buen emigrante, es fiel representación de la canción de Facundo Cabral. No es de aquí, ni de allá. Es una síntesis de vivencias.

Que no se malentienda: si hay alguien que no se olvida de su tierra es él, esa en la que mamó la pasión por el fútbol desde su padre, otro exfutbolista: Son Woong-jung, quien llegó incluso a representar al seleccionado. No es tan conocido, claro, pero fue el entrenador de Son y su amigo y quien le enseñó los fundamentos del deporte a su hijo. En ese sentido, Sonny fue un privilegiado. La profesión de futbolista promete un ascenso social meteórico, pero esta no es la típica historia de alguien que no tenía para comer y se hizo de abajo, sino la de alguien que siempre tuvo un plato de comida en la mesa y ciertas ventajas comparativas con respecto a sus competidores por la experiencia de su padre.

El amor por la pelota fue a primera vista. A pesar de tener sus necesidades básicas satisfechas, tuvo que hacer sacrificios. En su caso, fue aún más complejo por haber tenido que dejar su Corea natal y pasar a Alemania: una diferencia de culturas abismal. Según contó en una nota con la BBC inglesa, aprendió a hablar alemán viendo Bob Esponja, lo que muestra que hasta en sus tiempos libres vivía para su carrera.

EL PROFESIONALISMO COMO OFICIO
Desde el minuto cero, Son intentó ser un ejemplo yendo a contramano de lo que se espera de cualquier futbolista multimillonario de élite. Con 30 años, aún vive con sus padres, y cuenta que no tiene intenciones de casarse, por lo menos hasta después de su retiro. ¿Por qué lo hace? Porque se lo recomienda su padre, según explicó en una entrevista con el medio británico The Guardian. Cada vez que puede, no pierde oportunidad para mencionar las útiles enseñanzas que le dejó. No es casualidad ni un mero agradecimiento, es una huella de la cultura coreana. El valor de la familia tradicional, tan cuestionado en la actualidad, resiste con fuerza en Corea, una sociedad conservadora y machista en la que el padre de familia sigue siendo intocable (y sagrado).

Nadie más que él sabe que es un embajador coreano en todo sentido. Como tal, su figura se asocia a la pureza. No hay grandes conflictos vinculados a él. Incluso sus declaraciones develan una inocencia juvenil que enternece. En la misma nota con The Guardian, explica que entiende que muchos entrenadores prefieran jugadores casados porque "hay muchas oportunidades de hacer cosas fuera del campo de juego como tomar alcohol", pero aclara: "Yo no soy un hombre al que le interesen ese tipo de cosas".

LA FOTO QUE RECORRIÓ EL MUNDO
Su mayor "polémica" fue en la eliminación del seleccionado de Rusia 2018. Corea había perdido en el debut ante Suecia y volvió a caer ante México, despidiéndose de la Copa del Mundo. La televisión mundial lo enfocó completamente desconsolado, llorando, y se interpretó que fue porque tendría que cumplir con el servicio militar obligatorio, todavía vigente. Claro, podría haberse visto eximido si lograba el pasaje a octavos de final. La condena occidental fue rápida: ¡Qué crueles los coreanos! Las fantasías decían, incluso, que tendría que ausentarse de Tottenham por seis meses para hacerlo. ¿Un jugador de élite que perjudica su carrera por una obligación ciudadana? No podía ser. ¿Y si no se presentaba? Tampoco estuvo en duda. Eso desató un debate en muchos países sobre la cultura coreana y sus libertades. Son salió al cruce para defender a su tierra: "Nunca fue mi objetivo evitar el servicio militar. Mi objetivo es ser un gran futbolista, esto es una parte de eso".

Como explica Son, ser embajador de Corea es una parte de ser esa figura icónica mundial que despierta pasiones. Durante la pandemia del coronavirus, aprovechó el parate futbolístico para cumplir con su promesa y terminar con su obligación ciudadana.

A volver al fútbol: Qatar 2022 será el tercer mundial de Sonny. Antes estuvo presente en Brasil 2014 y Rusia 2018, donde su selección terminó eliminada en primera fase. Esta Copa del Mundo será especial porque puede ser una linda revancha para poder clasificarse en la fase de grupos, donde quedó emparejada con grandes selecciones como Portugal, Uruguay y Ghana.

Como vemos cada fin de semana, Son no es un jugador mágico, es un jugador potente y rápido, muy efectivo. Un jugador de PlayStation, como dicen las malas lenguas. Nadie agradecerá haberlo visto jugar, pero su funcionalidad es indiscutible. Su clase no está (ni estará) en cuestión. Es un jugador moderno, porque encaja perfectamente en el fútbol de hoy. Es un atleta con dotes futbolísticos. En ese sentido es un reflejo de la industria coreana, que tuvo un desarrollo particular por el que la familia (y el propio Son en menor medida) se vieron atravesados.

El "milagro coreano" es emblemático porque el desarrollo industrial vino por una fuerte planificación estratégica impuesta por el dictador Park Chung-Hee en el último cuarto del siglo XX. El Estado coreano obligó (sí, obligó) a empresas a invertir en determinados sectores para desarrollarse. Hoy consumimos productos que son fruto de esas decisiones, que terminaron construyendo una de las economías más prósperas del globo. Aunque no lo tengamos tan en claro, en el día a día elegimos marcas que no sabemos que vienen de allí, pero que reconocemos y preferimos con asiduidad.

En ese sentido, Son es un jugador ensamblado; tan ensamblado como los productos de exportación coreanos. Cumple todos los requisitos para jugar en el fútbol de hoy, y sobre todo en la Premier League, el fútbol más físico del mundo. Es el triunfo de la funcionalidad por sobre la creatividad y el disfrute de otros jugadores ya casi extintos en el fútbol de hoy, gambeteadores y regaladores de goce para el espectador. En síntesis, es el triunfo absoluto del fútbol moderno.

El mendigo del buen fútbol, como se definía Eduardo Galeano en el histórico libro Fútbol a Sol y Sombra y que iba a disfrutar lo mágico de la técnica futbolística, ya casi no existe: “Yo no soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo, sombrero en mano, y en los estadios suplico una linda jugadita por amor de Dios. Y cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece”.

Son, al igual que la economía coreana (y la mayoría de las economías del mundo) no solo es hijo de la industrialización de su país, sino de la exportación. ¿Qué se necesita en el fútbol de hoy? Jugadores todoterreno, o box-to-box, como se suele decir. En esencia, máquinas. Son lo es: puede terminar definiendo una jugada desde la izquierda para adentro o cerrando un ataque rival como un lateral.

Después de la industrialización coreana, viene la política cultural del país. No miremos para otro lado: no saber nada de Corea es cosa del pasado. Parasite, El Juego del Calamar ("Squid Game"), BTS, el Gangnam Style, el kimchi y el cine coreano en expansión son parte de una política de exportación. No es casualidad que cada vez nos acerquemos más al país asiático. La industria cultural coreana busca expandirse hacia el exterior y lo está logrando. Son, al ser un futbolista coreano de élite, es un apéndice de ese dispositivo cultural. No solo promueve el consumo de fútbol en el país o la venta de camisetas (y el interés por él de los futuros defensores del seleccionado, que se levantan en horarios extraños solo para seguirlo). Además de todo eso, evita el conflicto y cuida bien sus palabras porque sabe muy bien que él no solamente es coreano, es Corea. Representa a su tierra en todo momento y lugar aunque esa no sea su elección.