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Cien historias rumbo a Qatar 2022: Lee Kang-in y el "infierno" de la juventud coreana

Lee Kang-in en sus no tan lejanos tiempos de canterano de Valencia CF @valenciacf

Más de 64 mil hinchas de todas las edades están sentados, inquietos, ilusionados y enmascarados. Nadie abre la boca pero el estadio nacional de Seúl se llena con voces de aliento para la Selección de Corea del Sur. Surgen, pregrabadas, de los parlantes colgados en las tribunas. Es el 24 de marzo de 2022 y los coreanos se reencuentran con su equipo nacional por primera vez desde el inicio de la pandemia. Las medidas sanitarias impiden los cantos pero no pueden frenar los aplausos y los gestos de emoción.

El rival de turno es Irán, un pequeño clásico asiático camino a la Copa del Mundo. La fiesta es completa. Tras 11 años sin conseguirlo, Corea del Sur llega a la victoria con un sólido 2-0 y asegura un lugar en el Mundial de Qatar. La Selección de Paulo Bento presenta su formación habitual. El público celebra a las estrellas nacionales y les agradece con devoción. La mirada local, enmarcada en las lentes de la conservadora sociedad coreana, posiblemente no lo vea pero en ese equipo algo brilla por su ausencia: la juventud.

Corea del Sur sale a la cancha a buscar la clasificación para el Mundial con ocho futbolistas de 30 años o más. Ninguno de los 11 Guerreros Taeguk tiene menos de 25 años. En la cultura coreana, como en buena parte de Oriente, la edad es objeto de reverencia. La adultez es un deseado destino de reconocimiento. Su Selección respeta esta premisa. La juventud, un valor más de moda en Occidente, es apenas una etapa de la vida. Una etapa de promesas y sacrificios.

UN INFIERNO DE TRADICIONES
Lee Kang-in lleva la pelota con la zurda, patea desde muy lejos y con mucha fuerza para gritar gol. El balón le llega casi hasta las rodillas pero eso no le impide moverse a alta velocidad esquivando rivales y anticipando todo el talento que hay en él. Como con otros prodigios futbolistas, las imágenes cobran más sentido ahora, vistas a la distancia. Con apenas 6 años, Lee es capitán y figura del reality de TV “Fly Shooter” que se emitió en 2007 por la cadena KBS. Aún no puede hablar correctamente pero ya es un futbolista televisado.

Kang-in se impuso a la presión del éxito con su habilidad. Del reality que ganó participaron casi 700 niños. Lo que comenzó como un juego con el deporte favorito de su padre pronto se transformó en una profesión. Como todo infante del siglo XXI, Lee ya estaba en Internet antes de saber escribir. Mientras otros chicos veían dibujos infantiles, Kang-in buscaba videos de Diego Armando Maradona, su héroe futbolístico. “Siempre me ha gustado muchísimo y es del que más me he fijado. Maradona es el que más me ha aportado en el fútbol”, admite.

Dentro del programa descubrió que le gustaba eso de jugar a ser Diego. Lo terminó de confirmar cuando uno de los evaluadores lo comparó con Maradona. Ahí decidió qué contestar cuando le preguntaran que quería ser cuando fuera grande: “Lo que quiero es convertirme en futbolista profesional”, decía en una entrevista con apenas 8 años. En su mente coreana ya estaba plantada la semilla del sacrificio. Su deseo era ser como el ídolo del momento, que brillaba en Manchester United. “Al igual que Park Ji-sung quiero convertirme en un jugador que no se desvanezca hasta que se retire, que trabaje incansablemente”, respondía ese niño con discurso de adulto.

El sueño de Lee empezó a tener forma en las inferiores del Incheon. A los pocos años, uno de sus entrenadores con contactos en Europa le consiguió una prueba en España. En 2011, a los 10 años, Kang-in se presentó en Valencia con sus padres y toda su talento pero sin comprender una palabra de español. Con la pelota en los pies se hizo entender lo suficiente como para que le ofrecieran un contrato juvenil para sumarse a la cantera valenciana.

El recorrido de Lee es similar al de muchos otros jóvenes coreanos que emigran con la ilusión de dar el salto a las ligas europeas. Ahí está Jeong Sang-bin, el delantero que fichó por el Wolves británico y ahora está cedido en el Grasshopper suizo. O Hong Yun-sang, el puntero prestado por Wolfsburgo al Nuremberg II. La última joya coreana tiene 19 años y se llama Lee Hyun-Joo, este año firmó contrato con Bayern Múnich. Todos tienen una cosa en común: les ha costado hacerse un lugar en la Selección nacional.

Alemania se volvió el destino más frecuente para los cracks coreanos. La explosiva aparición de Son Heung-min en Hamburgo llenó las canchas de Corea de scout germanos. Hoy, mientras solo hay dos coreanos en la Premier (Son y Hwang Hee-chan), uno en la Serie A (Kim Min-Jae) y el propio Lee en LaLiga, son cuatro los Guerreros en la Bundesliga. La tendencia se hace más clara si miramos en todas las categorías: Hay 31 futbolistas de Corea del Sur en el fútbol alemán, apenas uno menos de los que hay en el cercano Japón. Dos de ellos surgieron de la academia de 11 millones de libras que Son instaló en su ciudad natal. Allí se forman jugadores desde los 7 años y luego, a los 15, les consiguen clubes en Alemania para foguearse.

Kang-in cumplió esa formación durante sus 8 años en Valencia. Se encariñaron con él y comenzaron a considerarlo su “Lionel Messi”, la joya de su cantera. En julio de 2018, firmó su primer contrato profesional con una cláusula de rescisión de 80 millones. En 2019 debutó en el 1er equipo con 17 años y se transformó en el juvenil coreano más joven en jugar en las grandes ligas europeas. Ilusionados con su progresión pero sin lugar en el plantel, Valencia lo cedió al Mallorca las últimas dos temporadas. En el comienzo de esta campaña, se estableció como una pieza fija en la ofensiva del cuadro insular.

En aquel crucial 2019, Kang-in también se consagró como la gran promesa de Corea del Sur. Fue el 10 y el líder del Sub-20 que llegó hasta la final de la Copa del Mundo. Pese a la derrota ante Ucrania, ese equipo se estableció como una de las tres grandes selecciones de la historia del fútbol coreano, junto con el equipo que fue 4to en el Mundial 2002 y el que llegó a semis en el Mundial Sub-20 de México 1983.

Lee Kang-in fue la figura de Corea y de todo el torneo. Anotó 2 goles y dio 4 asistencias en 7 partidos. Lo eligieron el mejor jugador del Mundial con apenas 18 años, algo que había pasado por última vez en 2005 con un tal Messi. Además, es el 1er coreano en ganar un premio de este tipo en un torneo FIFA.

En ese Mundial, los coreanos mostraron las cualidades por las que son reconocidos a nivel mundial, su capacidad física y su disciplina táctica. En su biografía, el italiano Andrea Pirlo dijo de Park Ji-sung que era “el primer surcoreano nuclear de la historia, corría por el campo a la velocidad de un electrón”. Jorge Célico, DT del Ecuador que cayó en semis ante los Guerreros, se rindió ante la organización coreana: “En lo táctico son muy buenos, parece que estuvieran programados para jugar tácticamente”.

La notable actuación individual de Kang-in despertó todo tipo de halagos en su país. “Ha sido un talento excepcional desde la infancia”, afirma Yoo Sang-cheol, unos de sus entrenadores en Incheon. Shin Yeon-ho, actual entrenador y miembro del Sub-20 de 1983, asegura: “Lee Kang-in es un jugador del que no se puede predecir cuánto crecerá”.

Sin embargo, esa exhibición de talento, que en otros rincones del mundo solo habría despertado ilusión, en Corea del Sur también generó precaución. "Es un jugador con un talento inigualable pero en Corea hay muchos que mostraron habilidades sobresalientes a una edad temprana y desaparecieron sin decir una palabra. Yo tampoco pude destacar después de México por una lesión”, agrega Shin. El DT Yoo puntualiza: “Kang-in también es una persona. Algún día llegará un bajón y habrá días en los que no cumpla con las expectativas. Cómo supere esa situación también es muy importante. Necesitas ser más fuerte mentalmente”.

Estos testimonios resumen la mirada adulta sobre los jóvenes en Corea. En enero de este año, Bento aprovechó una gira por Turquía para probar a varias promesas del fútbol local. Los que más se destacaron fueron Kim Jin-gyu, Paik Seung-ho (con pasado en Barcelona), Kwon Chang-hoon y Cho Young-wook, el 9 coreano en el Mundial 2019. "No sabemos quién jugará en los partidos de clasificación para el Mundial. Si tengo la oportunidad, me aseguraré de estar bien preparado", afirmó Paik con la paciencia que se espera de la juventud. "Fue un honor hacer mi debut con el equipo y tuve la suerte de anotar", agregó Cho, reverencial. Incluso en la prensa se siente esa mirada condescendiente hacia los jóvenes: “Con 24 años o menos, todavía están en etapas infantiles de sus carreras internacionales”, reportaron.

Fuera del siempre tradicional mundo del fútbol, la juventud coreana parece haber comenzado a perder la paciencia. Las nuevas generaciones, criadas en los sacrificios con que sus padres y abuelos consiguieron transformar a Corea del Sur en una potencia tecnológica en apenas medio siglo, sufren los límites de ese crecimiento coreano.

Las largas jornadas de estudio, la presión social por destacarse y la competencia continua, ya no dan los beneficios materiales que daban unos años atrás. La sociedad de alto consumo en la que crecen les promete un nivel de vida que pese a sus innumerables esfuerzos no consiguen alcanzar. El resultado es una generación más frustrada que la anterior. La pandemia profundizó la situación, las grandes corporaciones solventan la crisis reduciendo cada vez más las oportunidades laborales de los jóvenes.

Así, se ha vuelto frecuente que la juventud coreana diga que su país es un “infierno”. Lo llaman el “Infierno Joseon” en referencia a una de las peores dinastías de su historia, una época feudal marcada por la desigualdad social y económica. "Antes los coreanos sentían que mientras se esforzaran, trabajaran y estudiaran mucho, podrían tener éxito. Pero ahora, incluso eso se está derrumbando", dice Son A-Ram, un rapero local a un medio australiano. El credo capitalista individual parece resquebrajarse, sus fieles están dejando de creer.

LA BATALLA CULTURAL
Pocas cosas pueden poner en pausa al mundo: una pandemia, una guerra, un magnicidio o un stream de BTS para anunciar que la banda de k-pop más famosa del mundo se toma un descanso. Aunque se habló de cansancio y de proyectos personales, el motivo que subyace es la urgencia de sus integrantes por cumplir con uno de los hitos de la masculinidad coreana: los 21 meses de servicio militar obligatorio. Se trata de una rémora de la Guerra de Corea de los años 50 y de las tensiones posteriores con sus vecinos del Norte. En una sociedad conservadora y militarista, es una etapa crucial en la vida de todo coreano y se considera una deshonra intentar evitarla.

La cuestión del servicio militar afecta también a los futbolistas coreanos. Durante el último Mundial, una imagen de Son con lágrimas, tras la derrota ante México, fue malinterpretada en Occidente como un lamento por tener que sumarse a la milicia.

En realidad, los deportistas disfrutan de un sistema especial. Pueden acceder a una excepción por mérito si ganan una medalla olímpica o si son campeones asiáticos. Los futbolistas que no lo consiguen son cedidos a clubes de las fuerzas de seguridad durante la instrucción. El delantero de Tottenham, por ejemplo, integró el equipo campeón en los Juegos Asiáticos de 2018 y eso le permitió cumplir su obligación nacional con solo asistir a tres semanas de entrenamiento militar básico y dar un par de clases de fútbol en una escuela coreana de Londres.

El creciente costo de vida y las escasas oportunidades laborales hacen que cada vez más jóvenes cuestionen las tradiciones coreanas. Se los conoce como la generación “sampo” (tres renuncias), porque se niegan a tener una pareja estable, a casarse y a tener hijos. Educados para satisfacer sus deseos, agradecen los sacrificios de sus padres pero no están dispuestos a repetirlos con sus hijos. A toda esa disconformidad se suma el peso de la conscripción militar, que pone en pausa su vida por casi 2 años. La cuestión es hoy uno de los principales reclamos de la juventud. Es un símbolo de su lucha por salir del “infierno” coreano.

El debate sobre el servicio militar, que ya lleva varios años, alcanzó su pico de tensión con el anuncio de BTS. La discusión derivó en un reclamo para que las estrellas de la ola cultura coreana que arrasa el mundo, de grupos de K-pop a series como El juego del Calamar (2021) o films como Parasite (2019), que tanta fama y divisas le dan al país, queden exentos. En realidad, los artistas clásicos ya cuentan con un régimen especial, similar al de los deportistas, que los exceptúa si ganan un premio reconocido, pero las figuras k-pop no son tenidas en cuenta pese al pedido expreso del Ministerio de Cultura.

El reclamo está hoy extendido entre todos los jóvenes y fue parte importante de la última campaña presidencial. Tensionados por el voto joven y la necesidad de mantener funcionando a la maquinaria cultural, el nuevo gobierno anunció que estudia permitir que la banda realice conciertos mientras cumple el servicio militar “en beneficio de los intereses nacionales”.

Por razones similares, en 2002, Hong Myong-bo, veterano capitán de la Selección coreana que estaba siendo agasajado por la epopeya de llegar a semis de la Copa del Mundo le pidió al presidente de la República que “se resuelva la cuestión del servicio militar para que el equipo pueda prepararse sin interrupciones para el Mundial 2006”. Al día siguiente, todo el plantel recibió la excepción como premio por la gesta futbolística.

SIN LUGAR PARA LOS JÓVENES
“Lo importante durante estos meses es estar bien preparado físicamente y en los partidos que tenga antes del Mundial hacerlo lo mejor posible y demostrar que puedo ayudar a mí país”. Lee Kang-in mide sus palabras y las ajusta a su interlocutor. Tiene ganas de estar en Qatar pero no se hace tantas ilusiones. En correcto español, con tonada ibérica, responde con una firmeza que esconde su edad pero con un respeto que subraya que el periodista del diario Marca que lo entrevista es mayor que él.

La edad es una cuestión central en la cultura coreana. Las personas interactúan de maneras diferentes, incluso con un vocabulario distinto, de acuerdo a las edades de quienes los rodean. Los roles sociales, los niveles de deferencia y respeto, se reparten según la fecha de nacimiento. Se espera que los jóvenes sirvan las bebidas durante una cena y que los adultos paguen la cuenta. Esta actitud hacia la adultez emerge de la filosofía de Confucio cuya lógica de obediencia y responsabilidad está en el corazón de la cultura coreana. La “piedad filial” exige un máximo respeto, devoción y reverencia hacia los mayores.

Es tan importante la edad que los coreanos pueden llegar a tener dos años más que un occidental, aunque hayan nacido en la misma fecha. ¿Cómo? Bueno, por un lado, allí las personas ya tienen un año al nacer. Se trata de una sociedad muy conservadora en la que se considera que la vida comienza con la gestación, su legislación sobre el aborto recién fue flexibilizada en 2021. Por el otro, los coreanos suman un año de edad no el día de su nacimiento sino cada 1 de enero, en Año Nuevo. Por eso, en Corea Kang-in tiene 22 años desde que arrancó este 2022 aunque para Occidente tuvo 20 años hasta el 19 de febrero, cuando cumplió 21.

Las premisas de Confucio, como la reverencia por la vejez, están perdiendo peso en las nuevas generaciones. Estos jóvenes coreanos, occidentalizados e individualistas, comienzan a valorar más la opinión de las personas de su edad que la de los adultos, la timidez y la sumisión ya no tienen el prestigio de antes, y se discuten los tradicionales roles de género. Sin embargo, Corea del Sur se mantiene como un país conservador donde la juventud se sacrifica durante años en un exigente sistema educativo que los transforma en mano de obra obediente y competente.

En el fútbol, esa mentalidad maquinal lleva a jugadores como Lee Kang-in a exigirse cada vez más y a esperar todo lo necesario por su oportunidad en la Selección. “Puedo dar mucho más”, prometió el delantero de Mallorca antes del comienzo de esta temporada. Cuando le consultan por la Copa del Mundo que arranca en noviembre, agrega: “Voy a prepararme al máximo. El Mundial es un sueño para todos los futbolistas y quiero ir. LaLiga es de las mejores y si demuestro durante estos meses que estoy dando un buen nivel tendré posibilidades”.

Con apenas 21 años, Lee está comenzando su 4ta campaña en España y ya suma más de 100 partidos en élite. Eso debería ser suficiente para tener un lugar en Qatar pero nada está garantizado. Con Bento como seleccionador, Kang-in apenas tuvo oportunidades. Debutó en 2019, tras su gran Mundial Sub-20, en un amistoso 2-2 ante Georgia. Luego tuvo minutos en un duelo menor ante Sri Lanka, fue suplente en el histórico choque ante Corea del Norte, el primero en 29 años, e ingresó ante Líbano. En los últimos 2 años, donde ganó mucho rodaje con la Sub-23, apenas fue convocado para la Mayor. Estuvo en tres partidos y nunca fue titular.

A Kang-in, como a muchos otros jóvenes coreanos, la edad parece jugarle en contra. Entre los Guerreros Taeguk se prioriza la experiencia que dan los años. El arco es de Kim Seung-gyu, que tiene 31. En la zaga manda Kim Young-gwon, que tiene 32. En el medio, también con 32, Jung Woo-young marca el ritmo. Y adelante se repiten Lee Jae-sung, Son Heung-min y Hwang Ui-jo, todos con 30. El joven Jeon Woo-Yong (22, Freiburg), que suele tener un lugar en las bandas, es la excepción que confirma la regla. Corea del Sur encara este Mundial con fe y devoción por sus mayores, los experimentados de los últimos Mundiales. En la lista para Rusia 2018 solo hubo tres menores de 25. Todo indica que en Qatar 2022 será similar. Para los jóvenes talentos, como Lee Kang-in, queda el “infierno” de esperar por su momento soñado, si es que alguna vez se digna en llegar.