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Cien historias rumbo a Qatar 2022: La muerte de Elizabeth II y cuando la historia se metió en el Mundial

1966. La Reina Isabel II entrega la Jules Rimet a Bobby Moore, capitán de Inglaterra Getty Images

El 8 de septiembre de 2022 ya tiene su potente marca en la línea temporal de la edad contemporánea. Ese día, falleció en Londres a los 96 años Elizabeth II, la monarca más longeva de la historia del Reino Unido. Explicar los siglos XX y XXI sin resaltar la trascendencia de la reina es imposible, ya que ha sido uno de los personajes que moldeó el mundo en el que vivimos.

Las crónicas deportivas y sociales se apuraron en sus títulos apenas se conoció la noticia: "Qatar 2022 será la primera Copa del Mundo sin la reina". Nacida en 1926, cuatro años antes de la primera edición llevada a cabo en 1930, la hija de Jorge VI vivió cada uno de los Mundiales, pero en los primeros cuatro no era más que la princesa de York. Los soberanos británicos en 1930, 1934, 1938 y 1950 fueron sus antecesores de la casa de Windsor, Eduardo VIII y Jorge VI. Desde Suiza 1954 sí hubo una misma jefa de la nación inventora del juego.

Solo 73 días antes del comienzo de la Copa del Mundo, el planeta fue conmovido por uno de los hechos políticos más rutilantes de la historia reciente. Y, desde luego, el máximo torneo no ignorará tan relevante asunto, tal como no ignoró otros acontecimientos sociales en sus casi cien años de vida.

Desde la antigüedad clásica, los hombres y mujeres han medido el tiempo de diversas maneras y desde diferentes ópticas. En algunos foros de la actualidad, se repite como lugar común que la medida de cuatro años entre Mundiales puede ser utilizada como un modo de dividir la línea temporal. No parece ser una temeridad, ya que es el evento global más popular sin demasiada discusión. Y en ese sentido, Qatar 2022 tiene mucho para contar.

Entre la final de Rusia 2018 y el encuentro inaugural del 20 de noviembre en el estadio Al Bayt de Al Khor hubo una pandemia, una guerra que aún hoy mantiene en vilo a Europa y la muerte de Elizabeth II. Cada uno de estos sucesos, de tan diferente naturaleza y relevancia global, generará consecuencias en el Mundial. ¿Cuáles? Lo sabremos mucho mejor el 18 de diciembre, pero hacer una recorrida por la historia siempre sirve para comprender mejor el futuro.

La FIFA confirmó la creación de un campeonato mundial en mayo de 1928. Menos de un año después estalló el Jueves Negro, aquel día en el que el mercado de valores voló en pedazos, luego de un largo período de negocios rápidos y fáciles que terminaron de forma inexorable en el crac de la Bolsa. Esto abrió una grieta inesperada en la fortaleza de la máxima potencia en expansión, Estados Unidos, y dio comienzo a la Gran Depresión. Bancos y empresas industriales y comerciales de América y Europa quebraron y el mundo desarrollado entró en una crisis sin precedentes.

En ese contexto se disputó el primer Mundial en la remota Montevideo, que era aún más lejana dado el contexto económico. Solo cuatro seleccionados europeos viajaron en barcos a Sudamérica, aunque el éxito del experimento de la FIFA fue innegable. Incluso, como una paradoja, la Selección de EE.UU. protagonizó la que todavía es la mejor campaña de su historia. No todo es absoluto en la vida y en el fútbol.

Las Copas de 1934 y 1938 se llevaron a cabo en una Europa que de a poco se acercaba a la oscuridad. Primero fue anfitriona la Italia de Benito Mussolini, como una forma de legitimar el proceso a los ojos del mundo y desde la victoria deportiva. Le salió bien.

Cuatro años más tarde del primer título de la Azzurra se disputó el Mundial de Francia 38, que comenzó pocas semanas después del Anschluss, la anexión de la Alemania nazi a Austria, cuya Selección ya había logrado la clasificación por vía de las Eliminatorias. Fue uno de los primeros movimientos hitlerianos rumbo a la Segunda Guerra Mundial. El combinado teutón jugó con varios futbolistas austríacos, pero el destino futbolero quiso que la participación fuera un fracaso y se despidió en primera ronda. Italia fue campeón de nuevo y otra vez celebró el gobierno autoritario de Mussolini.

La Segunda Guerra Mundial impidió la disputa de los Mundiales de 1942 y 1946 y el evento retornó en 1950 en Brasil. Casi de forma simultánea al inicio del torneo, estalló la Guerra de Corea. Unión Soviética y Estados Unidos, aliados vencedores en la contienda planetaria, llevaban ya cinco años de un juego de división del mapa, una pulseada por imponer sistemas políticos antagónicos que sin embargo coincidían en su conducta expansiva. El conflicto se detonó de forma sangrienta cuando Corea del Norte intentó invadir a su vecina y desencadenó una lucha que duró tres años y que fue, con sus decenas de miles de muertos, una prueba de fuerzas. El certamen del Maracanazo se disputó a espaldas del suceso, por cuestiones geográficas.

La década del cincuenta transcurrió entre la reconstrucción vertiginosa de la posguerra y las hostilidades entre los países capitalistas y el eje comunista. En 1962, el mismo año del Mundial en Chile, comenzó el Concilio Ecuménico Vaticano II, que modernizaría radicalmente a la Iglesia, dándole un perfil más flexible y democrático. Los cambios adoptados por el catolicismo tras el Concilio, sobre todo en la tarea pastoral, fueron fundamentales en la renovación de la fe en todo el planeta, sobre todo fuera de Europa. El Mundial y la religión nunca tensionaron, con lo cual en este caso el hecho no tuvo implicancias directas.

En 1966, la Reina Elizabeth II le entregó la Copa Jules Rimet a su compatriota Bobby Moore en su más tangible participación mundialista. Aquel mismo año se fundó en Oakland, Estados Unidos, el Partido de las Panteras Negras. Las crecientes demandas de la población negra para acabar su segregación alcanzaron su nivel más radical con la creación de esta agrupación, bajo el influjo de la prédica de Malcolm X. En 1964 se había sancionado la Ley de los Derechos Civiles y las minorías comenzaban a alzar su voz de forma más organizada. Aunque explicar la relación entre aquella efervescencia y el crecimiento del número de jugadores afrodescendientes en los seleccionados de Europa y América es una tarea muy compleja para abordarla en estas líneas, sí está claro que en las décadas posteriores la diversidad fue una virtud del fútbol mundial.

La Copa del Mundo de Alemania Federal 1974 se jugó cuando los ecos de la Revolución de los Claveles aún sonaban en Europa. Portugal no participó del certamen, pero el final del régimen dictatorial que abusó del poder en ese país durante décadas también se hizo sentir en el torneo futbolístico, que comenzó menos de dos meses después de la madrugada del 25 de abril. El movimiento fue liderado por un grupo de oficiales jóvenes que además de sus fusiles portaban claveles, en un símbolo de enorme valor poético.

El 24 de marzo de 1976, Argentina entró en la más sangrienta y espeluznante de sus dictaduras militares. El Mundial de 1978 ya había sido otorgado a ese país y los gobernantes de facto decidieron utilizar la cita ecuménica para promocionar y legitimar su régimen. Nada que no haya sido hecho antes. La junta militar gobernante hizo de la Copa una causa nacional y el éxito del equipo local -aún sin la colaboración consciente de los jugadores- era necesario para afianzar su gestión de muerte y rapiña. Al mismo tiempo que el público celebraba los goles de la final contra Países Bajos en el Monumental, un sistema de campos de concentración (con su punto emblemático a algunos cientos de metros del estadio) aniquilaba a una generación de militantes populares.

Cuando las delegaciones de Argentina e Inglaterra viajaron al Mundial de España 1982, ambos países estaban en guerra. El conflicto de las Islas Malvinas había comenzado el 2 de abril y finalizó el 14 de junio, un día después de la derrota de la Albiceleste contra Bélgica en el partido inaugural. Quizás ninguna contienda bélica haya tenido una mayor influencia directa que esta en las Copas del Mundo. Cuando Diego Maradona marcó los dos goles más emblemáticos de todos los tiempos en México 1986, todo un país recordó a los caídos. La potencia del mensaje futbolero jamás debe ser menospreciada.

El 9 de noviembre de 1989 es un hachazo en la historia contemporánea. La caída del Muro de Berlín, construido en 1961 como la expresión física más rotunda de la Guerra Fría, marcó el final de la bipolaridad en la que el planeta se acostumbró a vivir tras la Segunda Guerra Mundial y que incluso se vivió en carne viva en un Mundial, cuando en 1974 ambos representativos alemanes se enfrentaron en Hamburgo. Los orientales lograron una victoria legendaria.

Meses despúes de la caída del Muro, la Selección de una Alemania aún dividida se coronó campeona en Italia frente a Argentina. Como un símbolo muy claro del éxito de la reunificación, aquella victoria en Roma fue también una continuidad de los festejos comenzados aquel día legendario de noviembre.

El seleccionado de Sudáfrica estuvo suspendido de las competencias de la FIFA durante más de treinta años debido al Apartheid, el perverso sistema de segregación racial imperante en ese país y Namibia desde la década del sesenta. Así fue hasta 1994. En abril de ese año, meses antes del inicio del Mundial de Estados Unidos, se celebraron las primeras elecciones bajo el derecho al sufragio universal y Nelson Mandela se proclamó ganador. En su presidencia se consolidó el fin del Apartheid y se abrió una nueva etapa de igualdad en África. En 2010, 16 años después del triunfo de Mandela, Sudáfrica fue el primer país del continente en organizar un Mundial.

Las Guerras yugoslavas fueron una serie de contiendas que se extendieron en la zona de los Balcanes durante toda la década del noventa. La consecuencia de estos cruentos combates étnico-religiosos fue la desintegración de la antigua República socialista de Yugoslavia en seis estados diferentes: Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Macedonia del Norte, Serbia y Montenegro. Por consecuencia, uno de los seleccionados más prestigiosos de Europa desapareció. Sin embargo, la irrupción de un digno representante de la exYugoslavia fue casi automática, porque en 1998, cuando los disparos aún no habían cesado, Croacia hizo historia en Francia y alcanzó las semifinales.

La primera Copa en territorio asiático se llevó a cabo menos de un año después de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos. En el comienzo del siglo XXI, la humanidad se estremeció con el ataque terrorista más grande sufrido por la máxima potencia internacional. Cuando se disputó el campeonato en Japón y Corea, las consecuencias de aquel ataque aún eran imposibles de predecir. El fútbol transcurrió entre la fiesta de siempre y el temor por una situación delicada, sobre todo en lo que respecta a la movilidad aérea.

La potencia cultural y social incuestionable que tiene la Copa del Mundo hace que cada hecho significativo no pueda alejarse demasiado del ámbito futbolístico. Las formas diversas en que la Historia y la Copa del Mundo se pueden mixturar son imposibles de predecir. La muerte de la Reina Elizabeth II es el evento más reciente de una intensa seguidilla histórica que viene sacudiendo a la humanidad y que, sin dudas, marcará lo que vivamos en Qatar 2022.