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Si Francia no está dispuesta a sangrar, morirá desangrada

DOHA -- Bendito sea Didier Deschamps, técnico de Francia. No tendrá que perder el tiempo analizando a Marruecos para la Semifinal de este miércoles.

Porque lo de Marruecos no se esquematiza. Si fuera un cuerpo, la radiografía mostraría una osamenta cicatrizada, pero entera; zurcida, pero funcional. A los ‘Leones Atlas’ no hay que estudiarlos en la cancha de futbol, sino en un octágono de la UFC, y no por una violencia extrema (promedian 15 faltas por partido), sino porque lo primero que muerden es la fragancia de favorito del adversario.

Francia es el elegido popularmente. En la tómbola común de aficionados, analistas, apostadores, FIFA, patrocinadores, y hasta el que vende mercancía pirata en el callejón de los milagros de Souq Waqif, el mercado milenario de Doha, no hay dudas.

El problema es que el sábado, en la noche de Doha, el entrenador Walid Regragui, eligió un ícono hollywoodense para declararle la guerra a quien terminara siendo su adversario en semifinales: “Somos el Rocky Balboa del Mundial”. Sí, unos ‘Leones Atlas’ con “ojo de tigre”. Dicen los zoólogos que estudiaron todas las variedades de grandes felinos, que los leones de Marruecos, los leones bárbaros, tienen más testosterona que sus congéneres.

El mismo Regragui fue puntual, analizando la noche en vela, ese insomnio de lo indescifrable, que estaría viviendo el ganador entre Francia e Inglaterra. “Hoy nos respeta, hoy, nos tienen miedo”.

Ciertamente, el futbol, normalmente, deberían ganarlo los mejores futbolistas. Eso se espera de Francia este miércoles en el Estadio Al Bayt. Tiene la mejor versión reciente de Antoine Griezzman, la potencia demoleda de Kylian MBappé, la incertidumbre asesina de Olivier Giroud, el renacimiento de Ousmane Dembelé, y todos los orfebres detrás de ellos como Adrien Rabiot y Aurélien Tchouameni.

El problema es que Marruecos no hurga en la Bolsa de Valores de sus adversarios, ni revisa las fluctuaciones de sus cotizaciones. Ellos, los de Regragui, sólo ven seres humanos, más artistas, más glamorosos, pero tan frágiles como cualquier otro tipo, sea portugués, belga, español o canadiense. Sólo con los croatas, entendieron que la cimitarra y la bayoneta se ensangrientan, se sangran, pero no se manchan.

Francia ha encarado todo tipo de adversarios en esta Copa del Mundo, incluyendo esa fastuosa noche de futbol ante Inglaterra, que sólo se resolvió cuando Harry Kane falló el penalti que habría marcado el empate a dos goles.

Sí, Francia está acostumbrada a que le jueguen con respeto, incluso con un miedo táctico, como ocurrió ante Polonia, Dinamarca y Australia, en esta Copa del Mundo.

Con Marruecos no será así. Porque juega con el respeto absoluto del que compite contra el favorito, pero miedo es un término profano, insultante, sacrílego, dentro de una escuadra que ha saltado casi con tipos en muletas a la cancha.

Y Deschamps no menosprecia al adversario, ni lo considera un saludable accidente anecdótico y alegórico, dentro de la Copa del Mundo. “Llegaron a la Semifinal por sus méritos”, explicó todavía con la temblorina de ese trepidante triunfo sobre Inglaterra.

Marruecos arrastra problemas. Carga con lesiones, cansancio y la expulsión de un hombre clave como Walid Cheddira, quien irónicamente había entrado de cambio a apagar las embestidas portuguesas.

En su equipaje, seguramente, Regragui transporta hasta prótesis y algunas patas de palo de ser necesario. Hizo un recuento de daños después de eliminar a Portugal. “Hoy (sábado por la noche), tenemos a cinco o seis jugadores tocados, pero así han jugado esta Copa del Mundo, y lo volverán a hacer”.

Francia en cambio sólo necesita recuperar a un jugador. Ese que a veces desaparece de las grandes citas y que fue poco visible ante Inglaterra, más allá de que MBappé haya creado y procreado el pase para el primer gol.

Por eso, Deschamps no necesita desgastar neuronas en estudiar a Marruecos. Lo suyo es tan simple de realiza, como es de complejo conseguir que lo realicen. Una marca incesante, despiadada, colectiva, solidaria. No hay muchos secretos: recuperar colectivamente y de inmediato, abrupta y sorpresivamente, separarse para asociarse ofreciendo opciones al que tiene el balón. Sí, muy simplón, pero el mérito es convencer a cada uno que lo sepan, lo puedan y lo quieran hacer durante los 100 o 130 minutos que reclamen estos nuevos cánones de FIFA de eternizar los juegos de futbol.

¿Cómo se combate a Marruecos? Con mejor futbol, con mentes más talentosas y con pies más educados, pero, insoslayablemente, con una devoción por la victoria superior a la de ellos… y consiguiendo superar a una muralla llamada Bono en el fondo. Y Francia tiene todo lo primero, pero, a veces ha carecido de lo último.

A veces la selección de Deschamps termina cada partido oliendo aún a Chanel, mientras que los marroquíes exudan el agrio dulzor del sudor del labriego.

Si Francia no está dispuesta a sangrar, terminará desangrada. En términos coloquiales, con Marruecos los más chimuelos, mascan clavos, con mayor razón vísceras de excéntricos glamorosos.