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Rafa Márquez puede tener éxito con la Selección Mexicana, incluso a pesar de la FMF

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Para Paco Gabriel, la dupla Aguirre - Márquez debió ser terminando Qatar 2022 (3:01)

Nuestro experto ve con buenos ojos el hecho de que Rafael Márquez se integre como auxiliar técnico de Javier Aguirre próximamente en Selección Mexicana. (3:01)

Cuando Rafa Márquez meta las manos en un proyecto propio en la Selección Mexicana, no sería descabellado que destaque tal como lo hizo en su etapa de futbolista


LOS ÁNGELES -- La Cultura del Desperdicio. Es el nuevo modus operandi entre los sabios emperifollados de supina ignorancia de la Federación Mexicana de Futbol.

1.- “Desperdiciemos la Copa América, pero rescatemos el Mundial 2026”. Sí, se ridiculizaron. Y el chivo expiatorio ha sido Jaime Lozano.

2.- “Desperdiciemos el Mundial 2026, pero rescatemos el Mundial 2030”. ¿Y si fracasan? Ya salen caprinas protuberancias en las frentes de Javier Aguirre y Rafa Márquez. Sí, candidotes candidatos a ser chivos expiatorios.

Debe aplaudirse la creatividad. En ningún otro balompié del mundo –seguramente—, se despilfarra, conscientemente, un torneo de la dimensión de la Copa América y hasta una Copa del Mundo, que además va a celebrarse en casa y en el patio trasero del futbol mexicano: Estados Unidos.

En la FMF, no hoy, sino desde siempre, se consuma el error consuetudinariamente bajo el protocolo de Jardiel Poncela: “La felicidad está en la ignorancia. En saber poco y querer menos”.

La Cultura del Desperdicio. Una manifestación brutal de la pollina y supina ignorancia de quienes están al cargo, comenzando con el Máster del Gatopardismo (Juan Carlos Rodríguez), claro, todo esto, con la alcahuetería truculenta de Emilio Azcárraga Jean, y los subyugados y serviles dueños de equipos.

¿Está todo perdido? ¡No! Así como decidieron estercolar la oportunidad de jugar una Copa América, podrían, en una inesperada y sublime epifanía, en una inusitada y milagrosa rebelión neuronal, aún podrían hacer factible que el Mundial 2030 no fuera arrastrado entre las patas de la incompetencia, como ocurrió con el torneo de Conmebol y puede ocurrir con el Mundial 2026, bajo esta nueva, pomposa y rampante doctrina de La Cultura del Desperdicio.

Habida cuenta de los casi dos años de desperdicio, tras el ridículo en Qatar, a partir de ya, podrían, si saben, si quieren, porque deben, echar a andar un operativo que, quede claro, no necesita de grandes manifestaciones de genio y de ingenio, sino seguir las bases naturales, lógicas, de sentido común, y en este caso urgentes, para levantar de la plancha de autopsias a este muerto tricolor que entra ya en proceso de putrefacción.

1.- SEMILLEROS…

¿Hay hoy un jugador que garantice ser piedra angular de la Selección Mexicana para 2030? Ninguno. Ni Edson Álvarez ni Santiago Giménez, a quienes, al vestirse de verde, los espanta el gemido legendario del “masisoare”. ¿Luis Malagón o Marcelo Flores o Heriberto Jurado o el Cotorro González? Difícilmente.

Por eso, la labor clave para clasificar primero, y dignificar la presencia, después, en el 2030, sí, por La Cultura del Desperdicio, recaerá en Andrés Lillini y el entramado de selecciones menores, que debería fortalecerse, partiendo de aquel proyecto lógico de Néstor de la Torre, y saboteado, mire Usted, por Rafa Márquez y su panfleto escrito por un tundeteclas analfabeto, como parte del sabotaje maquinado por Justino Compeán y Decio de María.

Néstor pretendía que se impusiera un estilo de juego desde la selección Sub-15, apegada al modelo de la Mayor. Sí, cierto, desde la época de Juan Carlos Osorio, el Tri se ha ejercitado bajo el dogma simplón de “no jugar a nada”, por insuficiencia docente de los técnicos y de los mismos jugadores.

Sin embargo, Rafa Márquez trae en la cabeza todo el organigrama formativo del Barcelona. Claro, él puede pedir un Lamine Yamal y le responden soezmente con un Uriel Antuna o un Memote.

Por eso, alguna vez insistíamos que México, un país infértil genéticamente para parir un Lionel Messi, al menos tratara de concebir otro Hugo Sánchez u otro Rafa Márquez.

Eso implica trabajo. Y sabiduría. Y recursos. En poco tiempo, la estrategia de Marcelo Bielsa le permitió cosechar la mejor columna vertebral para el Tri: Márquez, Pável Pardo, Jared Borgetti y Osvaldo Sánchez. Y lo hizo en el Atlas.

Debe haber más como ellos. Y como Cuauhtémoc Blanco, con todo y sus vicios de macho alfa. Pero, la cadena alimenticia de los clubes está despedazada: América no tiene un solo canterano de titular; Chivas hurga en Estados Unidos lo que le sobra en Jalisco; Atlas es manejado como estanquillo de barrio, a las caiditas y con productos descontinuados. ¿Pumas? Una matriz más seca que una momia de Guanajuato. ¿Santos? Puro ya merito.

La gran duda es si un operativo nacional, bien organizado, que rebase ampliamente la paupérrima y anémica estructura actual, querrá y sabrá llevarse a cabo. Rafa tiene la cartografía, pero sus almirantes sufren de analfabetismo en temas de futbol.

2.- EXTRADITAR…

Claro, para abrir espacios hay que desazolvar la Liga, hay que desparasitar a los clubes de la gran cantidad de futbolistas de medio pelo que pululan en México, algunos por la estulticia e ignorancia de los dueños de equipos, y otros por la complicidad corrupta y perversa de directores deportivos con promotores.

Mientras que, en las épocas de Justino Compeán y Decio de María, se protegía estos chacales del tráfico de jugadores, recientemente sólo Yon de Luisa se atrevió a tratar de poner orden. Lo hizo de manera ingenua y bobalicona, y fracasó.

Es entendible que no puede ejercerse de golpe un éxodo masivo de esa cantidad de futbolistas parásitos en la Liga Mx. Sería un desfalco de los clubes en indemnizaciones y querellas inútiles ante FIFA y TAS, porque además, recuérdese, los representantes de esos jugadores, tienen información sensible de los trámites de cohecho y soborno, mediante los cuales han podido colocar a sus petardos.

Sin embargo, en junio de 2025 y junio de 2026, se le vencerá contrato a la mayor parte de esa desgraciada prole futbolera, y podría aprovecharse para cortar de tajo, sin necesidad de finiquitos, y tratando de rescatar lo posible, negociándolos en el extranjero, aunque, entiéndase, que muchos de ellos no tienen ni cartel, ni interés, ni esperanzas, dentro de sus propios países.

Y a partir de ahí, empezar con la limpia prometida de que sólo futbolistas curricularmente capaces podrán jugar en México: necesitarán ser seleccionados nacionales de sus países; que tengan determinado número de partidos como titulares en el más reciente torneo, o que tengan sólidas comparecencias con las selecciones menores de sus naciones.

Así, sacando los desechos tóxicos de los equipos, se abrirán realmente sitios para los jugadores en formación, aunque para ello, es necesaria la colaboración incluso de los aficionados, porque hay algunos que prefieren un equipo de liga competitivo, plagado de extranjeros, aunque luego lamenten colectiva e hipócritamente las crisis de la Selección Mexicana.

¿La importancia de comenzar hoy? Que en la coordinación entre Rafa Márquez y Andrés Lillini, si es que este sigue en el puesto, se detecten al menos una docena de futbolistas que puedan fortalecerse, técnica, táctica, estratégica y –lo más importante— mentalmente.

Recuérdese, no se trata de encontrar 12 ‘Messis’, pero sí, al menos intentar formar –insisto en lo mental—, a prospectos de Hugo Sánchez y Rafa Márquez, que, entiéndanse, no necesariamente fueron portentos de futbolistas innatos, sino construidos, paciente, meticulosa y resilientemente, como notables competidores.

Claro, Hugo y Rafa evolucionaron y se desarrollaron de manera autónoma, independiente, a pesar de la clandestinidad y entrampado en que se maneja el futbol mexicano.

Por eso, aprovechando la lamentable coyuntura de La Cultura del Desperdicio, esa de que si hay que basurear el Mundial 2026 para pensar en el 2030, que al menos haya una congruencia de trabajo, pero a partir de ahora, y que no sea hasta que termine el Mundial 2026, cuando Rafa Márquez meta las manos en un proyecto propio.

Sí, suena fantasioso, especialmente porque, dicho está, en la FMF se arrullan con cavilación satírica del Jardiel Poncela: “La felicidad está en la ignorancia. En saber poco y querer menos”.