Autos voladores, colonias espaciales en planetas remotos, robots, inteligencia artificial y sociedades despiadadas. Las fábulas futuristas jamás han abordado al fútbol como tema o escenario. Sus autores habrán pensado, con buen tino, que hay otras cuestiones más interesantes sobre las cuales barruntar. Que el juego sería siempre más o menos igual y que no habría mucho para imaginar sobre el asunto. Sin embargo, como la realidad se empeña en superar a la ficción, ni siquiera fueron necesarias las manos de Aldous Huxley y Philip K. Dick, o los ojos de Steven Spielberg y Ridley Scott para crear un relato desmesurado de ciencia ficción futbolera. Solo alcanzó una idea oficial en las manos indicadas para que cambios brutales en la organización del juego más popular del planeta sean parte de nuestro destino real, verídico.
Esta historia no trata sobre lo que podría ocurrir dentro de varios milenios, en un mundo post apocalíptico demasiado ajeno y lejano como para angustiarse. No, el proyecto revolucionario que pretende cambiar de forma rotunda la estructura de los torneos internacionales está pautado para implementarse en los próximos años y serán los mismos hinchas que hoy poblamos los estadios quienes lo viviremos en carne propia. El futuro llegó.
En la realidad distópica (o utópica, según quien la contemple) que presentaremos en estas páginas, la FIFA ganó la pulseada y logró imponer su idea, sin cambios ni peros. Corre el año 2028. Las imágenes de la Copa del Mundo ganada por Brasil en 2026 están todavía muy nítidas en la memoria. Neymar, recuperado después de un par de años turbulentos, levantó el trofeo hacia el cielo soleado de New Jersey y tuvo un retiro épico, a la altura del que había tenido su amigo argentino tiempo antes. Aquella final contra Alemania que además actuó como revancha del 1-7 de 2014 está tan cerca que se puede revivir sin esfuerzo. Sin embargo, el planeta ya palpita otro Mundial, el primero de la nueva era.
Arabia Saudita creía que podía ser su momento de organizarlo, porque fueron los impulsores de la contundente innovación y, se sabe, tienen todos los recursos a su entera disposición. Pero Europa es Europa y la UEFA necesitaba algún tipo de consuelo después de perder su lucha política por mantener el viejo calendario. Por eso, se optó por inaugurar esta época en el mismo sitio donde comenzó todo. La historia es circular, entonces Inglaterra se ganó el derecho a recibir el Mundial 2028.
La elección del país sede se dio semanas después de la confirmación definitiva del nuevo calendario. Los debates fueron largos, las consultas variadas y todos los actores participaron: hinchas, periodistas, jugadores, dirigentes. Desde mediados de 2021, el planeta se convirtió en una mesa redonda de discusión gigante y cosmopolita que en 2023 llegó a la conclusión definitiva: el calendario nacido 1930 moriría en 2026.
Tras la Copa del Mundo disputada en Estados Unidos, México y Canadá en 2026 y ganada por Brasil, se extinguieron los partidos amistosos de Selecciones. Al menos en el sentido conocido hasta ese momento. En el nuevo mundo, los equipos nacionales solo disputan campeonatos oficiales, organizados por la FIFA y por las asociaciones nacionales. En junio y julio de los años impares es el momento de las competencias continentales (Euro, Copa América, Copa Oro, Ligas de Naciones) y en octubre las Eliminatorias mundialistas. En tanto, a mitad de los años pares se juegan los Mundiales y en octubre las Eliminatorias a las Copas, si así lo requirieran.
Los seleccionadores se vieron obligados a cambiar su forma de trabajar. Solo pueden juntar a sus futbolistas dos veces en la temporada, pero al menos pueden entrenar con ellos durante un mes entero. Se terminaron las mini concentraciones de una semana en la que se jugaba poco, se viajaba mucho y se entrenaba nada. Esto permitió que muchos técnicos que en otro momento se negaban a trabajar en una selección nacional por el corto tiempo del que disponían para plantear su idea de juego comenzaran a ver como un gran desafío para sus carreras hacerse cargo de ese mes intenso de competencia y, al mismo tiempo, de formación de una idea de juego.
En 2027, Uruguay dio la vuelta olímpica en un renovado estadio Centenario y se coronó campeón de América por 16ta vez. El mismo día, en el Olímpico de Roma, Países Bajos sorprendió y venció a Inglaterra en la final de la Euro. En la Concacaf, Estados Unidos le ganó a México en la definición de siempre; en Asia Corea del Sur logró su primer título desde 1960; en África reinó Costa de Marfil con una generación de grandes jugadores criados en el fútbol europeo y en Oceanía Nueva Zelanda no dio lugar a ninguna campanada.
Al igual que en 2026, 48 seleccionados se clasificaron al Mundial vía las Eliminatorias disputadas en octubre de 2027. La multitudinaria participación hace que sea casi imposible que los batacazos estén relacionados con ausencias. Es decir, las potencias, que son las mismas de siempre porque en el fútbol no hay lugar para grandes cambios culturales ni siquiera en las distopías, lograron su pasaje sin problemas.
Sí se produjeron "sorpresas" entre medianos y chicos. Venezuela se clasificó por primera vez en detrimento de Chile; Armenia y Macedonia del Norte desataron grandes fiestas nacionales con sus clasificaciones en Europa, donde Hungría al fin cristalizó su retorno triunfal tras más de cuarenta años de ausencia; y Gabón, Uzbekistán, Curazao y Omán se ganaron el derecho a su debut absoluto en Mundiales.
La Eliminatoria condensada en un mes transformó a una competencia que siempre fue de largo aliento en un torneo en el que llegar bien hace la diferencia. Es decir, que aquellos equipos que lograron encontrar rápido un funcionamiento sacaron ventaja por sobre los que necesitaron más tiempo. El cambio del calendario significa eso. Ya no hay posibilidades de que el tiempo ayude a mejorar y prevalecen los que reaccionan más velozmente a las dificultades. Y los que mejor saben aprovechar sus virtudes. Es, en definitiva, así el vértigo de la nueva vida.
El formato de la Copa del Mundo que se disputó en su mayor parte en Inglaterra pero que también tuvo encuentros en Escocia, Irlanda e Irlanda del Norte fue el mismo de 2026: 16 grupos de tres equipos en los que los dos primeros avanzaron a 16avos de final. Este fixture también ayuda a que casi nunca los candidatos sufran para meterse en la segunda fase. De hecho, la única sorpresa que hubo en ese sentido fue la rápida eliminación de Bélgica, que de todos modos ya estaba lejos de aquella que supo dominar el ránking FIFA a comienzos de la década. Nigeria y Corea del Sur la dejaron en el camino.
En la primera ronda de eliminación directa comenzaron los resultados inesperados: España cayó eliminada contra México y Dinamarca superó a Uruguay, que ostentaba una generación de grandes jugadores. En octavos de final triunfaron Argentina, Brasil, Inglaterra, Italia, Países Bajos, Alemania, Costa de Marfil y México, que derrotó a Japón por penales tras un espectacular 3-3 y por fin superó su eterna barrera para meterse entre los ocho mejores.
Los cuartos de final comenzaron un mes después del partido inaugural. Aunque parezca contradictorio, en esta era los Mundiales son más largos y los equipos tienen algo más de tiempo para recuperarse entre partido y partido. Eso hace que los espectáculos sean mejores, porque el cansancio no es el mismo que en campeonatos anteriores. Inglaterra se hizo grande ante un Old Trafford eufórico y derrotó a Brasil; Argentina sacó a relucir su experiencia frente a Costa de Marfil con Messi en el palco del St. James Park; Alemania venció por la mínima a Italia y México escribió otro capítulo de su cuento de hadas ante Países Bajos.
Inglaterra-México e Italia-Argentina fueron las semifinales. Los locales, en un partido del que se hablará tanto como de la inmortal final de 1966, le ganaron a la Tri por 2-1. Ni siquiera el VAR, con toda su tecnología para muchos a esta altura infalible pudo evitar que la polémica estalle alrededor de los dos goles ingleses en Wembley. México llorará la derrota por siempre. Por el resultado, claro, pero también por la impotencia que genera la injusticia. En tanto, la Azzurra triunfó en los penales en Anfield Road y eliminó al conjunto sudamericano.
La final de la Euro 2020 se reeditó en el mismo escenario pero esta vez con un final distinto. Lo que en una tarde de julio de 2021, con los estragos del covid-19 todavía en proceso, terminó con festejo italiano por la vía de los penales, en una noche del mismo mes de 2028 culminó con una fiesta popular legendaria en toda Inglaterra. La Rubia Albión, con un gol agónico del capitán Phil Foden, le ganó 2-1 a la Azzurra y ganó su segundo título del mundo en el mismo césped del primero. La historia circular.
Y luego el mundo no tuvo que esperar cuatro años para volver a vivir la fiesta. En 2030, el año del centenario, Uruguay y Argentina hicieron los esfuerzos necesarios para recibir la Copa. Ya se decía que el Mundial estaba perdiendo prestigio por la cercanía de cada edición, pero más allá de esas exclamaciones, cada nuevo jugador que nació, lo hizo con el mismo sueño de Diego Maradona: jugar una Copa del Mundo. Eso jamás cambiará.