Los hondureños no olvidan la sensación de ultraje y llenarán el Francisco Morazán, pero Aguirre se regocija con este ambiente hostil
LOS ÁNGELES -- Encerrona en San Pedro Sula. Tal cual de las dimensiones que necesita la Selección Mexicana. Honduras aguarda con todo su arsenal.
No es una emboscada. Es el engendro propio de una rivalidad. Un antagonismo ancestral, pero envenenado, exacerbado, contaminado por un antecedente inmediato, con el árbitro salvadoreño Iván Barton y los comisarios de Concacaf como protagonistas.
Y eso no lo olvida el futbol hondureño. Hace casi un año, en Tegucigalpa (17 de noviembre de 2023), Honduras se impuso 2-0 a México, que sólo hizo un remate al arco esa noche.
Para la vuelta en el Estadio Azteca, Luis Malagón fue la figura, pero Barton fue el magnífico estratega de la irrupción de México en el Final Four de la Nations League de Concacaf.
México llegaba al ocaso del partido ganando 1-0, 1-2 en el global. Estaba sentenciado. Pero Barton no sólo decidió compensar 15 minutos, sino, además #ElGrito se presentó al menos 10 veces y, a pesar de la presencia de comisarios de Concacaf, evidentes convidados de piedra, nunca recurrió al protocolo correspondiente, que hubiera obligado a suspender el encuentro alrededor del minuto 85. Y el Tri habría quedado eliminado.
Edson Álvarez empata al minuto 101. Para entonces #ElGrito era un orfeón en el Azteca, era ya un alarido en cada garganta de la tribuna. Barton, impávido. El reglamento, pisoteado. Los comisarios y el contador de Concacaf, felices. México tenía una segunda oportunidad: penaltis.
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Ya desde el manchón, la historia se consuma: Honduras eliminado y México clasificado a ese Final Four, en el que vence a Panamá en Semifinales, para caer nuevamente de hinojos, humillado, ante Estados Unidos.
Por eso los hondureños no olvidan. Con esa sensación de ultraje, de asalto, perpetrado por Barton y auspiciado por los comisarios de Concacaf, llenarán este viernes por la noche el Francisco Morazán, donde el aficionado está tan cerca de la cancha, como el confesor de un pecador. Y hay penitencias pendientes de por medio.
Con un fan agazapado del futbol mexicano, como lo es el árbitro guatemalteco Walter López, el partido se presenta aún más enardecido, y con la fe hondureña depositada en la experiencia de Reinaldo Rueda.
Pero Javier Aguirre se regocija con este ambiente hostil, esta atmósfera patibularia, esta procesión catracha por subir a la cruz al mismo Vasco y a la Selección Mexicana.
Este escenario amenazador, mórbido, desafiante, demencial, le permitirá al Vasco redimensionar las condiciones mentales, emocionales y espirituales de sus jugadores. El que arredre, el que dude, el que se esconda, el que claudique, seguramente quedará marginado del proceso.
Pero no hay emboscada ni trampa. La Selección Mexicana sabe lo que le espera.
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Y seguramente el manual de las “buenas costumbres” ante Honduras, será el mismo que Aguirre ya utilizó para que canadienses y estadounidenses recurrieran a espinilleras emocionales hasta la nuca, y rehuyeran además el constante y consistente reto del futbol cuerpo a cuerpo.
Lo ha dejado claro Javier Aguirre, en el discurso y en el plan de guerra. Pusilánimes y huidizos no están en el álbum de fotos de la desesperación en que se vive la reconstrucción del futbol mexicano. A bayoneta calada, y si no hay bayoneta, rodillas y codos son bienvenidos.
Claro, se necesita futbol. De ese ha mostrado poco México. Bochorno ante Nueva Zelanda y Valencia, pero más idea y argumentos, ante Estados Unidos y Canadá, los dos que son, de momento, los bravucones de la zona tercermundista de la Concacaf.
Pero esta vez no hay la tolerancia ni la complicidad de los que son amistosos. Ni para cohetes ni para cohetones.
Esta vez, se trata de matar muriendo y de morir matando. Sin embargo, no debe olvidarse cómo desde su primer discurso, Javier Aguirre lo dejó claro, al ostentar su seguro de vida hasta junio de 2026.
“Lo importante es el Mundial. Intentaremos ganar la Nations League y la Copa Oro del próximo año, pero pase lo que pase, el objetivo es el Mundial”, explicó ante los medios, y seguramente esa fue la primera cláusula de su contrato, por encima incluso de sus honorarios, que lo convierten en el técnico mejor pagado en la historia de la Selección Mexicana. Y su compadre, amigo y exjefe, Juan Carlos Rodríguez, comisionado de la FMF, lo aceptó.
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Tal vez, sin esperar demasiado de Walter López, a pesar de su historial generoso, parcializado, hacia el futbol mexicano, El Vasco sabe que el partido de vuelta en Toluca podría ser el aval para amarrar el boleto al Final Four de marzo próximo, pero, entiende, no puede regresar con un marcador casi lapidario, como hace un año le ocurrió al Tri con Jaime Lozano al frente.
Además, para la vuelta tendrá como árbitro al canadiense Drew Fischer, con arbitrajes controversiales en torneos de Concacaf, y como uno de los bisturís poco elegantes y finos, para beneficiar al Inter Miami CF, e incluso está presente su trabajo en aquel LAFC contra Tigres. Pero, ojo, la MLS le entregó el reconocimiento del mejor réferi del año, lo cual, obviamente, no es ninguna garantía.