Tenía que llegar esta comparación. El simple hecho de que ambos fueron símbolos de sus equipos mientras estuvieron en su apogeo, ameritaba una charla de café.
Pero fundamentalmente, era necesaria porque entre ellos había un sentimiento de admiración mutuo. Kobe admiraba lo que hacía Ronaldinho en una cancha de fútbol con el uniforme del Barcelona. Y Ronaldinho hacía lo propio cada vez que encendía un televisor para disfrutar de las genialidades del jugador de los Lakers.
La historia incluso marca que, en una visita de Kobe a un entrenamiento del Barcelona, fue el crack brasileño quien le dijo que le prestara atención a un chico que venía pidiendo pista y que seguramente terminaría siendo el mejor de todos. Y no se equivocó. Fue así cuando Kobe conoció a Lionel Messi, un chico muy tímido, pero que terminaría convirtiendo en verdad aquella profecía de Ronaldinho.
¿Será que esta vez la charla de café traiga un diálogo amable, con más coincidencias que enfrentamientos y sin chicanas? Si quieren saberlo, van a tener que ir párrafo por párrafo para descubrirlo.
Jordi Blanco: No sé por donde empezar porque la trascendencia deportiva de Kobe Bryant en el baloncesto es monumental y fue, en su momento, uno de los jugadores que reabrió el interés al margen de los legendarios Bulls de Jordan de los que somos en cierta medida simples aficionados sin más entendimiento de la NBA... Pero, Marcelo, me hablas de Ronaldinho y cuando has vivido de cerca a Ronaldinho es imposible permanecer neutral.
Marcelo Bousquet: Tienes razón: yo no puedo permanecer neutral. ¿Acaso te olvidas que soy argentino? Y si te digo que en el fútbol de España tengo al Atlético de Madrid como bandera, entenderás porque la balanza se inclina para el otro lado. A mí me tocó sufrir a Ronaldinho más de una vez, pero igualmente no puedo “odiarlo” deportivamente hablando. Afortunadamente hubo veces como en los JJ.OO. de Beijing, cuando la Argentina de Messi le hizo 3 al Brasil de Dinho y no te imaginas como lo disfruté. Pero debo aclarar que también supe disfrutar cuando dio aquel espectáculo mágico en el Bernabéu humillando al otro equipo de Madrid... a aquellos que van de blanco.
JB: Ronaldinho ganó un Mundial y una Champions en una breve y legendaria carrera en la élite que le convirtió en el número uno del fútbol... Pero, por encima de todo, Ronaldinho recuperó el amor por el fútbol en Barcelona y eso solo puede entenderlo quien lo vivió de cerca.
MB: De acuerdo. Y todo lo hizo con una sonrisa. Era un crack, sin dudas. Pero si en la misma frase me ponen el nombre de Kobe Bryant, ya sabes lo que pasa. 20 temporadas, 5 títulos en 7 finales jugadas, con una ética de trabajo inclaudicable y con una pasión por lo que hacía que convivía con la obsesión. Kobe fue un talentoso y un trabajador al mismo tiempo. A Dinho en cambio, solo le cabe el primer adjetivo de los dos que mencioné.
JB: Kobe fue una pieza vital en el renacer de los Lakers junto a Shaquille O’Neal cuando llegaron juntos a Los Angeles en 1996, pero Ronaldinho fue, por sí mismo, el encargado de devolver la alegría al Barça. No puedes imaginar qué era el Barça en 2003. El presente del fútbol devora con tal intensidad el recuerdo del pasado que nadie atiende a la realidad de aquel Barça, Marcelo.
MB: Nadie niega ni imagina nada. Pero tú lo dijiste anteriormente: tuvo una carrera breve y legendaria en la élite. Breve. Lo de Kobe fue vigencia de principio a fin. Y cuando ya no estuvo Shaq, supo ganar más títulos que los que ganó el gigante. Creo que no hace falta mencionarte que Kobe fue vital para los Lakers a lo largo de sus 20 años con el equipo.
JB: A ver como te lo explico, querido Marcelo. El Barcelona estaba en la miseria, tal cual te lo digo. El aficionado de a pie le había dado la espalda, acumulaba cuatro años de desengaños, arrodillado ante un Madrid que había conquistado tres Champions entre 1998 y 2002 y que se llevaba todos los titulares con los Galácticos. Y la sonrisa de Ronaldinho, su saludo surfero y su magia en el campo supuso una novedad que es imposible entender a quien no disfrutase ese cambio.
MB: ¡Qué bueno eso del saludo surfero!. Te aplaudo, Jordi. Es difícil no enamorarse de esa actitud y de la magia de Ronaldinho. Esa sonrisa conquistaba. En cambio Kobe era siempre dientes apretados. Apenas si festejaba un poco después de cada título, para volver enseguida a la rutina de levantarse a la madrugada y a entrenar en el gimnasio.
JB: Déjame terminar con Dinho: la cuestión radica en el cambio que significó que el Barça le robase el protagonismo al Real Madrid. ¿Cómo se recibió en la NBA el momento en que los Chicago Bulls de MJ acabaron con los Detroit Pistons? Te pregunto porque no sé directamente si la sensación pudiera ser similar pero eso me lleva a otra reflexión: Kobe no acabó con el reinado de Jordan como Ronaldinho sí lo hizo con los Galácticos.
MB: No tan rápido querido Jordi. Kobe siempre fue a la delantera con los Lakers. Eran los demás los que le querían ganar. A él y a Shaq. Hubo quienes lo lograron, pero fueron muchos lo que fracasaron en el intento. Te voy a dar algunos numeritos de Kobe para que tengas en cuenta: tras 20 años de carrera, se convirtió en líder histórico de los Lakers en puntos, partidos jugados, triples, tiros libres y dobles convertidos tanto en temporada regular como en playoffs. Es el líder en robos en temporada regular. Y quedó segundo en asistencias detrás de un tal Magic Johnson. LÍDER en seis categorías diferentes en una franquicia emperentada desde siempre con el éxito. No más datos, Su Señoría.
JB: Si te fijas no he querido adornarme con datos, con estadísticas y con logros. Que si Balón de Oro, que si Champions, Mundial, Liga... Que si esto y si lo otro. ¿Sabes por qué? Simple, porque el recuerdo del Ronaldinho futbolista es mucho más que eso.
MB: Ay Dios mío: dejé un balón suelto en el área y Jordi lo clavó en el ángulo! ¡Cómo pude caer en esa trampa! Esta bien Jordi: te debo otro café, pero quiero que entiendas algo: como basquetbolero, argentino y del Atleti, me quedo con Kobe. Aunque hay que reconocer que ambos trascendieron la frontera del deporte que practicaron.
JB: ¿En serio vas a pagar el café? Todavía me debes uno de la última vez.