<
>

The Beautiful Team: el libro que revela cómo Brasil fue campeón en 1970

LOS ÁNGELES -- La épica de Brasil en el Mundial México ’70 se explica con obviedades: O’Rei Pelé y su corte de notables futbolistas. Pero, no fue así.

Imagínese el caos: un presidente dictador con delirios de técnico, de poder y de abuso. Descontento de los jugadores al ser manipulados por el poder ante una nación urgida de catarsis.

O qué tal: un entrenador que blandía la pistola para imponer la razón. Y que además marginaba a Pelé del Scratch de Ouro por ser miope. El mejor alfil de O’Rei se lesiona ante Checoslovaquia. Vorágine.

O imagínese: armar un equipo con jugadores que consumían 40 o más cigarros al día. Algunos que fraguaban un motín. Pelé renunciando a la selección. Su mejor socio con desprendimiento de retina. O su francotirador rezando por las almas de sus víctimas.

O: los espectros del Maracanazo irguiéndose antes de la Semifinal ante Uruguay. O amenazas de extremistas de secuestrar a Pelé en Guadalajara. O teorías internacionales de complot, tras las manifestaciones politizadas de los Juegos Olímpicos de 1968 en México.

No fue fácil. Llegó ayuda de la NASA. Un Papagayo tomó la batuta. Las Cobras debieron extraer el veneno del vestuario. Un sastre y un zapatero vistieron a los superhéroes. O’Rei decidió ser O’Rei. Mario Lobo Zagallo compartió su ajedrez.

Pero, el grupo fortaleció a cada futbolista. Y cada futbolista fortaleció al grupo. El decreto: para que nada nos separe, que todo nos una. Así lo deciden el Capitán, el Almirante y O’Rei.

The Beautiful Team. No es un libro, es un edicto, es un tratado sobre cómo Brasil fue campeón del Mundial en México 1970. Con todos los secretos expuestos.

La genialidad de los seres humanos; el humanismo de los genios. La piel detrás de los pergaminos. La sangre no derramada.

El autor, Garry Jenkins, inglés, viajó a Brasil a reencontrarse con la perfección del futbol. Sustrajo a los seres humanos de la mitología misma del equipo que conquistó a perpetuidad, la posesión absoluta y legítima de la Copa Jules Rimet… cierto, luego la robaron de la misma Confederación Brasileña de Futbol.

Jenkins sintetiza la excelencia y la excelsitud del Brasil de O’Rei Pelé con una reflexión que espumaba del orgullo de los brasileños: “arte, dignidad, genio, suerte… y mala suerte; dioses y demonios; libertad y destino; himnos y lágrimas”.

Jenkins explica que en su cruzada para acercarse a esos Once Magníficos, The Beautiful Team, se había reencontrado con un poco de todo eso. La magia y los sueños —explica—, no se han terminado en el futbol. “No, mientras ellos vivan en la memoria”.

La investigación, las entrevistas, las pesquisas, el entorno, los silencios, las negativas, las ansiedades, los desahogos, el todo, abre la puerta de habitaciones cerradas, desentraña misterios, desmitifica, idolatra.

Quede claro: Brasil es más campeón y el campeón es más Brasil, después de tantas revelaciones. El Scratch du Ouro (Escuadra de Oro), es más de oro porque fue más escuadra, más equipo, que el valor en oro de sus jugadores.

Vanidades…

Joao Saldanha tenía una labor titánica. De la sala de redacción saltó al Botafogo, ganó un título y regresó ante su máquina de escribir. Tras el fracaso de Brasil en 1966, Joao Havelange lo impuso como técnico nacional. Creía que poner a un columnista, haría menos agudas las críticas del resto de radios y periódicos.

Saldanha hacía su trabajo, pero era de mecha corta. Ante reporteros, columnistas, colegas, futbolistas, tenía siempre a la vista un argumento irrefutable: una pistola cargada y sin el seguro puesto.

Él mismo construyó su patíbulo. El presidente, tercero de la dictadura militar en Brasil, Emílio Garrastazu Médici, quiso imponerle a un delantero, Darío. “Yo no le digo cómo organizar su gabinete, que él no me diga cómo organizo mi línea de ataque”.

Ya de cara al Mundial de México, atemorizado por el poderío físico de los alemanes, Saldanha eligió ensayar con defensas altos, fuertes… y lentos y pesados. Al interior de la selección empezó a sembrar vientos y cosechar tormentas con desplantes y conflictos.

Pelé defendía a su grupo, a sus jugadores, y Saldanha agredió a Pelé públicamente. “Es miope”, dijo y enfatizó que dudaba sobre llevarlo a la selección y al Mundial, en uno de sus peculiares arranques de histeria.

Destino cantado: había apuntado bayonetas contra el presidente de Brasil y contra O’Rei de los brasileños. Havelange lo llama y lo despide… a meses, semanas de la Copa del Mundo de México.

Brasil tenía una pléyade de artistas. Pero el grupo no requería un subversivo inestable, sino un conciliador. Mario Lobo Zagallo acepta el puesto. Las aguas vuelven a su cauce. No sólo llegan los mejores, sino los necesarios.

El autor de The Beautiful Team arma las piezas de este rompecabezas del equipo más perfecto de la historia recogiendo testimonios y pasajes de los Once de Oro. Sólo estuvieron ausentes Jairzinho, quien quería 10 mil dólares por la entrevista; Brito quien había aceptado telefónicamente, y después se fue a pescar, “aparentemente a Moby Dick —relata—”, porque nunca regresó a la cita, y el tercer ausente fue Everaldo, fallecido en un accidente en 1974.

Garry Jenkins relata con apasionamiento, con enamoramiento, y con esa flema, y ese humor inglés, las historias ocultas y paralelas detrás de los históricos de 1970 con el cultivo generoso de los protagonistas, pero en el año de 1997.

La armada de O’Rei

Tras sanear al Scratch du Ouro al salir Saldanha y llegar Zagallo, hubo una revolución pacífica y generosa, constructiva, solidaria, gremial, humana, al interior del equipo.

Llegó ayuda de la NASA. Zagallo y el grupo de jugadores que sobrevivían de Inglaterra 66, sabían que debían presentarse bajo el lema olímpico: “citius, altius, fortius”. Más rápidos, más altos y más fuertes.

Claudio Coutinho, capitán y posteriormente entrenador de Brasil, había estado en la NASA. Se volvió un frenético fanático del Test de Cooper, muy de cerca de su creador, Kenneth Cooper, quien revolucionó la capacidad atlética desde la milicia estadounidense.

Coutinho y Zagallo decidieron convertir en futbolistas más poderosos a un plantel de genios. Además, tenían el total respaldo de Las Cobras, como llamaban al Capitán (Carlos Alberto), al Almirante (Gerson), y a O’Rei (Pelé).

Jenkins detalla el peso de cada uno de estos tres personajes en el proceso. Especialmente de Pelé. Los estándares de poderío físico, agregados a los que desarrollaba ya como auténtica pantera negra, lo acercaron al prototipo del jugador perfecto. El mejor futbolista del mundo era el mejor atleta del mundo.

Zagallo abrió la puerta y compartió su ajedrez. Escuchó a Gerson, Carlos Alberto y a Edson Arantes do Nascimento. Ellos querían ayudarlo y él quería ser ayudado. Partido a partido decidían. El grupo asimilaba. “Para que nada nos separe, que todo nos una”. Así sería.

Rivelino entra en la orquesta. “La cosa mais linda do Brasil” tenía un mortero en la pierna izquierda. Era un guerrero. Y era otra pieza clave para Zagallo y Las Cobras. Tan dúctil y plurifuncional y versátil como Gerson.

Tostao, “El Pelé Blanco”, un tipo calvo, bajito, ni tan poderoso físicamente, había mostrado en la eliminatoria que era el complemento incuestionable de Pelé. Era el hombre que mejor leía al equipo e incluso, relata Jenkins, cede su protagonismo para estar al servicio de O’Rei.

Y claro, Jairzinho. El jugador más veloz y más potente. El Huracán, le llamaban. El apodo, era una definición modesta. Anotaría en todos los partidos del Mundial.

Infortunios…

Pero, insisto, no fue un Cuento de Hadas. Poco antes del Mundial, Tostao recibe un balonazo en el rostro. Desprendimiento de retina. Operación de emergencia en Houston, pero por un médico brasileño, al que le regalaría la camiseta y la medalla de oro de ese Brasil Tricampeón.

Y semanas antes de viajar a México, a concentrarse estrictamente en Guanajuato, antes de viajar a Guadalajara, Tostao es internado por sangrado en el ojo. Incertidumbre nuevamente.

La adversidad había sentado sus reales en Brasil. Gerson sale lesionado ante la estupenda y sorprendente Checoslovaquia. La perfección tiene imperfecciones. Pero, Zagallo tenía cuatro cerebros: el suyo, más el del Capitán, el Almirante y O’Rei.

Reacomodan a Rivelino y a Clodoaldo, un jovencito huérfano, que eligió entre la sotana y el balón, a éste último, y decidió servir a Dios, sirviendo a O’Rei. Y agregan a Paulo César, y Tostao y Pelé, agregan el overol y hacen coberturas en defensa.

Hay una frase común que rescata el autor de The Beautiful Team. “Sabíamos que íbamos a ser campeones del mundo”, relatan los entrevistados en 1997, sobre el consenso apasionado de 1970.

Y hace énfasis en el peso determinante de una ciudad: Guadalajara. Era parte del universo reinante de O’Rei Pelé. Era como jugar en el Maracaná. Una afición encendida… especialmente contra los ingleses, vistos siempre como los villanos indeseables.

No fue tan fácil, terminan confesando. Inglaterra tuvo mejores oportunidades de gol. Félix se sublimaba. Y aquella atajada inmortal de Gordon Banks, como una pantera sobre el remate de cabeza de otra pantera, Pelé, impresionó a los brasileños.

Pero es ahí, donde aparece Tostao. Ve que Roberto empieza a calentar. Sabía que sería sustituido. Relata que en ese momento sabía que tenía segundos para cambiar la historia.

Y Eduardo Gonçalves de Andrade confronta, le hace un túnel a un lord inglés, a un inmortal de la Reina, a Bobby Moore. Tostao invade el área, a habilidad pura, a pura habilidad, sin visión del área, sirve ahí, justo al único espacio, al único milímetro cuadrado, donde Pelé podía estar, aplacar el balón y cederlo a la derecha. El cañonazo de Jairzinho estremeció el Palacio de Buckingham. 1-0. Brasil permanecía en Guadalajara para Cuartos de Final y Semifinal.

La psicosis del macanazo…

The Beautiful Team relata esas heroicidades individuales como la proeza colectiva. La belleza del juego, absolutamente. Porque, tras uno de los mejores juegos en la historia de una copa del mundo, ante Perú (la mejor selección de su historia), una coreografía de exquisitos, vendría Uruguay.

Jenkins lo establece: la psicosis del Maracanazo. La prensa brasileña, entonces, se une al pánico, lo alimenta, lo desboca. La hazaña de Uruguay no era una herida futbolística, era una trepanación hecha trauma. Y los charrúas tasajeaban al rival en cada jugada. Una carnicería.

Pero, los héroes estaban ahí, ante una Uruguay sólida, ambiciosa, pragmática, poderosa. 1-0, Félix se atornilla, Cubillas festeja. Se agravaba el pánico, detonaba la psicosis, el miedo vestía de celeste.

Irónicamente, Clodoaldo, con un primer tiempo, desastroso, perdiendo balones en la salida de Brasil, es cambiado de posición. Ahora estaría de cara al gol. Tira una pared con Tostao, va a fondo por el balón. El genial calvo mide con precisión suiza la devolución: una joya. Clodoaldo mete un escopetazo. 1-1. Intermedio.

El relato de Jenkins, con el relato de los genios protagonistas, es estremecedor. Clodoaldo venerado. Llanto. Pero, aún, los espectros de Maracaná estaban arraigados en las cabezas de cada uno.

Llegaría O’Rei. Como correspondía. El mejor futbolista de la historia tenía que confirmarlo. Habla con todos y uno por uno. El Maracanazo no existe. La historia no se repite. Y pone el ejemplo, al salir a la cancha: estremece el larguero, o se desprende de cinco uruguayos, todos con el hacha a la yugular, le cometen penal, pero el árbitro español no marcaría nada.

Pero Brasil ya era otro. Pelé interviene en los goles estantes de Jairzinho y Rivelino para el 3-1 final. Y agrega una joya a su corona. Una jugada irrepetible. Tostao lanza a fondo, Pelé pica, Mazurkiewicz sale, se traga el vacío y el amague de O’Rei, quien recoge a su espalda el balón, que serpentea dubitativo, rozando el poste derecho de Uruguay.

Ya Brasil había vencido todas las adversidades. Todos los fantasmas. ¿Italia? Fue un paseo. Desde el espectáculo de Pelé suspendiéndose en el aire, y vencer a Giacinto Fachetti, 20 centímetros más alto, con uno de esos cabezazos inigualables. Y finalizando con esa jugada inesperada del mismo Edson, de cara al gol, los italianos a pie firme. La entrega a la derecha. Carlos Alberto no necesita modificar nada en la mecánica y en la dinámica de su cuerpo. 4-1.

The Beautiful Team no es sólo una épica ni una heráldica sin caducidad, es un documento. Le habla del mundo tan diferente de esos genios, años después.

Y se percibe, sin duda, el impacto brutal de porqué Pelé ha sido, es, y seguramente será, el mejor futbolista del mundo, venerado por su corte y venerado por extraños.

Un diálogo de la televisión inglesa (ITV) en 1970, después copiado en Argentina para hacer referencia a Maradona en 1986.

Malcolm Allison: “¿Cómo se deletrea Pelé?”.

Pat Crerand: “Muy fácil: G-O-D (Dios)”.

Al final, The Beautiful Team, este testamento de Garry Jenkins ratifica que Brasil es más campeón y que es más campeón Brasil.