Roger Federer le dijo adiós al tenis en una despedida que resultó paulatina. No sorprende, pero nadie lo quería escuchar.
Ya en agosto de 2021 informaba que se operaría por tercera vez la rodilla derecha y su historia clínica se agranda. Mononucleosis, la espalda y los meniscos, sus otras grandes trabas en más de 20 años de carrera.
En los últimos seis años ha sufrido una gran cantidad de lesiones, en contraposición a tantos años de actividad completa dentro del circuito ATP.
El primer gran traspié de salud para Su Majestad llegó en 2008, casi cinco años después de haber conseguido su primer Grand Slam: en ese entonces sufrió una mononucleosis que lo disminuyó durante 6 semanas. Pudo jugar algunos torneos sin saber aún lo que padecía.
Si bien no estuvo demasiado tiempo inactivo, entre 2013 y 2014 el karma fue la espalda. En el primeros de esos años sólo pudo ganar un título (en Halle) y arrastró ese malestar hasta finales de 2014, cuando incluso disputó la final de la Copa Davis (ante Francia) con dolores.
La primera operación que lo mantuvo realmente al margen tuvo lugar en 2016, vino por partida doble y en la rodilla izquierda. Luego del Abierto de Australia se sometió a una cirugía en la zona de los meniscos tras golpearse bañando a sus hijos. Desestimó parte de la gira de polvo de ladrillo y se resintió tras un par de de caídas en la gira de césped. La más famosa, contra Milos Raonic en Wimbledon. Cinco meses de inactividad para el suizo, que cumplía cuatro años sin Grand Slam.
Pero lo peor se guardó para el final: la rodilla derecha. Lo mantuvo fuera gran parte del 2020 y pasó “varios meses afuera”, con muletas incluidas, incluyendo inactividad hasta: la tercera en la zona en 20 meses. El final estaba cerca.