<
>

Sabatini: tan talentosa y humilde como querida en todo el mundo

Grande. Muy grande. Así fue y sigue siendo Gabriela Sabatini. Para muchísima gente, simplemente Gaby. Dentro de una cancha, deleitó con su talento, sus toques exquisitos y su facilidad para las diversas facetas del juego. Afuera de los courts, brilló con ese aura especial, siempre humilde y sencilla, hasta convertirse en ídola en algunas grandes capitales del circuito. Traspasó barreras y por eso ella fue y sigue siendo amada como pocos.

Llegó a ubicarse N°3 en el ranking mundial de la WTA, sumó 27 títulos, incluído un Grand Slam y dos Masters, pero sin dudas que su calidad tenística y humana le permitieron llegar a los corazones de tantos fanáticos en el planeta.

Fue "Gabylandia" en más de un sitio. En Roma aún hoy la recuerdan y admiran especialmente, como si hubiese sido una de las suyas, no una jugadora argentina. En Tokio provocó un idilio con los fans como muy pocas veces se vio antes y después. Y ni qué hablar en Nueva York, la ciudad donde festejó los tres máximos títulos de su vida, el US Open de 1990 y los Masters WTA de 1988 y 1994.

El recuerdo de Sabatini perdura por siempre por esa calidad suprema para pegarle a una pelotita, dueña de un estilo dúctil, variado y que se extraña muchísimo en la actualidad, y por ese don de buena gente, esa amabilidad con la gente. Es cierto que se la tildó de ser poco amiga a los micrófonos y en eso influyó su timidez. Todo, producto de haber sido introvertida.

Ella siempre fue una estrella con luz propia. Su humildad la hizo aún más grande. Desde aquel título junior de Roland Garros en 1984, a los 14, pasando por la hazaña del cielo tocado con las manos en el Abierto de Estados Unidos '90, hasta el último título de Maestra. Y pensar que luchó contra figuras que entraron en la historia y justo a su máxima rival, la alemana Steffi Graf, cuando era N°1 del mundo, Gabriela la venció en la finalísima del US Open que jamás olvidará.

Gozó mucho, pero en un tiempo empezó a sufrir por el tenis. Para eso fue clave su durísima derrota ante la estadounidense Mary Joe Fernández, tras ir 6-1 y 5-1 y disponer de cinco match points, en cuartos de final de Roland Garros '93. De allí en más perdió confianza y la historia cambió. Por eso fue que decidió retirarse a los 26 años. Y cómo olvidar noviembre de 1996, cuando en el marco del Masters de la WTA, en pleno Madison Square Garden de Nueva York, sus grandes rivales le hicieron un agasajo único ante miles de aplausos de los fans, muchos con lágrimas en los ojos.

Desde allí empezó a mostrar su costado solidario pero con la diferencia, con respecto a la gran mayoría, de colaborar desde el anonimato, como le gusta, lejos de los flashes. Así dio una mano grande con diferentes entidades, atletas y organizaciones. Hoy sigue disfrutando de viajar, pero por placer, como turista, sin las presiones de la prensa ni de la búsqueda de victorias y títulos deportivos.

En la cancha, hizo fácil lo difícil, con esa mano prodigiosa, ese revés tan lujoso y a la vez temido por sus adversarias. A la medallista de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, la misma que contra Graf en la final de Wimbledon '91 estuvo a dos puntos de la copa y de saltar al N°1 del ranking, también da gusto verla lejos de los courts, por su modo de hablar y tratar a los demás. Y con el paso del tiempo recibió reconocimientos que dejaron huella, como la suya dibujando jugadas y provocando miles de aplausos.

En 2006 fue incorporada al Salón de la Fama del Tenis Internacional y muchas veces fue invitada especial al palco de honor en los Grand Slam y otros torneos grandes. Contribuyó al deporte con promoción, trabajando con UNICEF, la UNESCO y Olimpiadas Especiales, hasta ser un modelo de atleta en los Juegos Olímpicos Juveniles de Buenos Aires 2018.

En 2020 siguieron los pergaminos y el nombre de Sabatini fue elegido nada menos que para ser galardonada con el mayor honor de la Federación Internacional de Tenis, el Premio Philippe Chatrier, por haber realizado importantes contribuciones al tenis, tanto dentro como fuera de la cancha. "Estoy muy contenta y honrada", dijo al recibir esa distinción en París. Y esta temporada, además, fue declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, durante un acto realizado en la Legislatura porteña, donde ella agradeció por ser "un honor gigante", acompañada de familiares y amigos.

En 2022 volvió a las canchas. Primero de la mano de Gisela Dulko para jugar el Torneo de Leyendas en la modalidad de dobles. Fueron subcampeonas. Luego aprovechó el paso de Rafael Nadal y Casper Ruud por Buenos Aires para despuntar el vicio con un doble mixto. Siempre relajada. Siempre poniéndose en segundo plano.

Así es ella. Una grande en todo sentido. Y cómo soslayar un hecho histórico: ante el ataque a Monica Seles en Hamburgo, en 1993, sólo la argentina, de las figuras consultadas por los dirigentes, dijo que debían mantenerla como N°1 del ranking mundial, el puesto que ostentaba cuando fue apuñalada por la espalda. Por eso, Gaby Sabatini fue, es y será una estrella con luz propia.