La historia demuestra que las pugnas laborales entre Grandes Ligas y sus jugadores traen consigo una importante reacción negativa por parte de los fanáticos
Luego de 97 días de parón laboral, MLB y el Sindicato de Jugadores continúan sin llegar a un Acuerdo Colectivo de Trabajo (CBA por sus siglas en inglés). Luego del anuncio de la “cancelación” de la primera semana de temporada por parte del comisionado Rob Manfred (la cual se puede rescatar si se llega a un acuerdo en las próximas horas) y de los esfuerzos por llegar a un acuerdo en los últimos días, se empieza a ver una luz al final del túnel y las señales apuntan a que el béisbol regresará en algún punto dentro de las próximas semanas.
A pesar de esto, la recepción por parte del público de la manera en que se ha negociado no ha sido la más positiva. La percepción es que la mayoría de los fanáticos están del lado de los jugadores y entienden su reclamo, sin embargo, luego de más de tres meses de estancamiento, la paciencia se ha ido agotando. Es aquí donde la historia entra a jugar un rol esencial ya que puede explicar el comportamiento que tendrán los seguidores del béisbol una vez regrese el deporte, en especial con lo relativo a la asistencia a los estadios.
Antes de la situación actual, MLB ha sufrido de ocho parones laborales de diversos tipos (solo se perdieron partidos en tres) y la respuesta a todos ha sido la misma, una importante reducción a corto plazo de la asistencia en los estadios. Sin embargo, la preocupación de que esto ocurra podría estar sobredimensionada por lo que ocurrió posterior a la huelga de peloteros de 1994, la cual afectó dos temporadas y cuyas consecuencias en cuanto a la presencia de fanáticos en los juegos se mantuvieron por casi dos décadas.
En los otros caos, aunque hubo un bajón en los números de personas presentes en los encuentros, la recuperación fue rápida.
La primera huelga en la historia de MLB fue la de 1972. Esta costó 86 partidos y significó una reducción de un 3.7 por ciento de asistencia en los estadios en comparación al año anterior, pero hubo un aumento inmediato al año siguiente (6.8%). La siguiente vez que se perdieron partidos fue en la huelga de 1981 (712 juegos menos) lo que obligó a jugar media temporada, la fanaticada en los estadios bajó 6.8 por ciento, pero al año siguiente aumentó 11.1 (incluso un 3.6% más que la campaña de 1980).
Es aquí cuando llega la infame huelga de 1994, la de mayores consecuencias para el béisbol. El promedio de fanáticos en los estadios para 1994 (pre-huelga) fue de 31,256 personas por juego, lo cual cayó en un 20% hacia 1995 y tuvo un aumento posterior de un seis por ciento en 1996. A pesar de que se mantuvo existiendo un crecimiento en años posteriores, fue en 2006 cuando finalmente, MLB pudo recuperar los promedios de asistentes a estadios de antes de 1994, es decir 18 años después.
La historia demuestra que lo más probable es que a corto plazo, MLB vea declinar el promedio de asistentes al estadio, pero eventualmente logrará recuperarse. Los ejemplos anteriores son prueba de que los fanáticos seguirán yendo a los estadios de béisbol, no importándoles cuánto tiempo deban esperar para que la liga y el Sindicato de Peloteros se pongan de acuerdo.