Cuando pensábamos que veríamos un trabuco cubano en el próximo Clásico Mundial de Béisbol del 2017, con sus mejores figuras que hoy brillan en las Grandes Ligas, un alto funcionario de la isla le echó un balde de agua fría a los más optimistas.
En un encuentro con la prensa deportiva cubana, el vicepresidente del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), Jorge Polo, regresó al lenguaje de barricada de la Guerra Fría al calificar de "traidores" a los peloteros que abandonaron el país para perseguir el sueño de las Grandes Ligas y dijo que no tendrán la oportunidad de volver a vestir la camisa de la selección nacional.
Polo dijo que las autoridades deportivas están listas para insertar a sus peloteros en cualquier certamen foráneo, incluidas las Grandes Ligas de Estados Unidos, aunque reconoció que hasta ahora no ha habido acercamiento alguno al respecto.
En las declaraciones del funcionario hay evidentes contradicciones. Quieren exportar peloteros a las Ligas Mayores, pero le niegan el derecho de integrar la selección a los que ya juegan al máximo nivel del béisbol.
La idea de Cuba es simple y clara: el Estado quiere actuar como agente único de sus peloteros, decidir en qué equipos los coloca y llevarse una tajada brutal de sus salarios, mucho mayor de lo que cualquier otro jugador le pagaría a un representante, aunque sea el mismísimo Scott Boras.
Los que ya se fueron se les escapan de ese control y los castigan de esta manera, a pesar de que la mayoría de los ligamayoristas han expresado en reiteradas ocasiones su disposición a jugar en el equipo nacional.
Digamos las cosas por su nombre: lo que quiere Cuba es, simplemente, esclavismo. El dueño muestra a sus esclavos en el mercado y los explota groseramente, sin importar para nada la opinión del jugador.
Para muestra, un botón: Alfredo Despaigne, Yulieski Gurriel, Frederich Cepeda y Héctor Mendoza, todos insertados en la liga japonesa, llevan casi dos años sin descanso, pues tras jugar en el país asiático, tuvieron que incorporarse a sus respectivos equipos provinciales, luego ir a los Centroamericanos y del Caribe en Veracruz y ahora a la Serie del Caribe como refuerzos del campeón Pinar del Río.
Tras el clásico caribeño, de vuelta a terminar la Serie Nacional y de ahí para la próxima campaña en Japón... hasta que un día se les acabe la gasolina y el INDER los deseche.
Desde que Barack Obama y Raúl Castro anunciaron el 17 de diciembre que restablecerían relaciones, las Grandes Ligas manifestaron su interés en el mercado cubano, bastante virgen ahora, pero que por los primeros 60 años del siglo XX fue la principal fuente de peloteros extranjeros en Estados Unidos.
El día en que se produzcan los primeros contactos entre directivos beisboleros de ambos países, las Grandes Ligas -- y sobre todo la Asociación de Peloteros -- deberán proteger los derechos de los que vengan de Cuba, para que compitan en igualdad de condiciones que estadounidenses, canadienses, dominicanos, venezolanos, mexicanos, japoneses o de dondequiera que sean.
Las negociaciones en materia de béisbol podrían ser complicadas, como lo ha sido el diálogo político que esta semana iniciaron en La Habana funcionarios diplomáticos de Cuba y Estados Unidos.
Pero nadie dijo que sería fácil. Seis décadas de enemistad no se arreglan con un simple estrechón de manos.