El deshielo entre Cuba y Estados Unidos es un hecho. Podrá demorar poco más o poco menos, pero el impulso parece irreversible.
En las actuales circunstancias no solo las Grandes Ligas están pendientes a los avances en las negociaciones entre las antagónicas partes, también el boxeo profesional está a la expectativa y pudiera ser uno de los grandes beneficiados, aunque nunca a los niveles del béisbol.
En medio de la "crisis de talentos" otro nicho de donde escoger y otro mercado siempre es bienvenido, mucho más cuando se trata de una nación con enorme tradición boxística, que desafortunadamente desapareció del contexto profesional por obra y gracia de una persona.
El dominio de Cuba en el amateurismo es incuestionable, siendo la nación que por amplia distancia domina el medallero olímpico con 34 títulos. Además, los atletas de la mayor de las Antillas supieron adapatarse con celeridad a la Serie Mundial de Boxeo (WSB, por sus siglas en inglés), una competencia semiprofesional auspiciada por la Asociación Internacional de Boxeo (AIBA). De hecho, en la versión del 2015 defenderán en la gran final, ante Kazajstán, la corona que alcanzaron en su debut en 2014.
Por otra parte, varios de los púgiles que tomaron las riendas de su futuro han demostrado que tienen las habilidades para sobresalir en el profesionalismo. Guillermo Rigondeaux, Yuriorkis Gamboa, Erislandy Lara, Yoan Pablo Hernández, Rancés Barthelemy y Richar Abril son los más visibles tras haber accedido a títulos mundiales.
Hay talento y existen los precedentes de lo inminente: se realizó una clínica de la NBA, la semana entrante el Cosmos enfrentará a la selección nacional cubana de fútbol y la máxima autoridad del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder), Antonio Becali, acaba de anunciar que se realizará en el presente año un juego contra alguna sucursal de los Orioles de Baltimore.
Tantas señales no pueden estar equivocadas. Los magnates y directivos del boxeo están pendientes y seguramente tratarán de sacarle provecho. Aunque su nivel de interés debe ser muchísimo menor al que muestran Rob Manfred y los equipos de MLB.
Los cubanos acceden con relativa "facilidad" a contratos millonarios en el béisbol. Están de moda como consecuencia del impacto que han tenido en MLB jugadores como Yasiel Puig, José Dariel Abreu, Yoenis Céspedes, Aroldis Chapman y Alexei Ramírez, por solo citar algunos.
Lo contrario sucede en el boxeo. Nadie cuestiona las virtudes de Rigondeaux, Lara y compañía, pero en su gran mayoría son criticados por su estilo elusivo, que es efectivo, pero que desafortunadamente no encandila a los fans y desagrada a los grandes emporios del deporte.
Si no hay un cambio de mentalidad en ellos, estarán sepultando sus esperanzas de conseguir grandes peleas, asegurar monetariamente su futuro y que los cubanos que vengan atrás (o sea, el talento que está en la Isla) sean vistos como un producto apetecible. Como dice el refrán: "cría fama y acuestate a dormir".
Cuba podría ser un mercado atractivo, pero a corto plazo no lo es. En un lugar donde la mayor preocupación es conseguir qué comer, resulta poco probable alcanzar los niveles de consumo que brinden rentabilidad a los inversores. Ni hablar de Pague por Ver. A este panorama, adicionémosle que las autoridades deportivas cubanas (dígase el Gobierno) pondrán un listado maratónico de condiciones que entorpecerán cualquier negociación.
Pero a pesar de los inconvenientes, el hecho de que renazca la posibilidad de que Cuba pueda reinsertarse en el boxeo profesional (y en el deporte rentado en general) es una excelente noticia.
Solo resta esperar y cruzar los dedos.