BUENOS AIRES -- Con apenas días de diferencia River pasó del papelón en Santa Fe a codearse con la hazaña en La Paz. Y sí, aunque suene exagerado rotularlo de hazaña, si el Millonario consumaba aquello que tuvo en sus manos durante gran parte del partido ante The Strongest, quebraba una abstinencia de equipos argentinos que llevan 46 años sin volverse con triunfos de la mencionada ciudad boliviana.
Más allá del nivel futbolístico que tengan los clubes de aquel país, para cualquiera que viaja desde el llano es toda una odisea rendir en plenitud en los más de 3.400 metros de altitud. Sin embargo River casi lo hace. Tres días después de haber regresado con cuatro goles en sus valijas desde la cancha de Colón, por un puñado de minutos no se quedó con ese épico triunfo. Porque ganaba por uno a cero y sobre el final se lo empataron.
Es cierto, si analizamos fríamente la igualdad era merecida. Sólo gracias a la gran noche que tuvo Marcelo Barovero pudo mantenerse en esa condición hasta el final, porque si hubiese existido lógica y precisión de los bolivianos, el empate hubiera llegado antes. Pero ya se sabe que eso de la lógica no suele estar siempre asociada al fútbol. Por el contrario, en esta parte del mundo las sorpresas se dan con bastante asiduidad. A veces a favor y otras en contra.
Así fue como River, con un planteo inteligente pero, por sobre todas las cosas, con algunos futbolistas que exhibieron un nivel muy alto, arañó una victoria que hubiese redundado prácticamente en la clasificación a la siguiente fase (porque San Pablo igualó con Trujillanos en Venezuela). Ya fueron destacadas las notables y decisivas atajadas de Barovero, a lo cual debemos agregar el trajinar de Ponzio en la mitad del campo, las sorprendentes corridas de un Rodrigo Mora, quien pareció no sentir el ahogo que genera la altura. Más el golazo que él mismo anotó y que puso a River al borde del triunfo. Mammana y Balanta no desentonaron, pero estuvieron un escalón más abajo. Todo ellos fueron el sostén de un equipo que, como señalamos en notas anteriores, se caracteriza por padecer de una alarmante bipolaridad. Le cuesta mantener un ritmo regular. No logra encontrar equilibrio, tener un nivel intermedio. O juega muy bien o lo hace muy mal. Y esto es lo que preocupa a Gallardo.
Pero volviendo a la Copa Libertadores, el punto que se trajo de La Paz, más allá del sabor amargo que puede generar el haberse quedado con menos de lo que tenía sobre el final del encuentro, a la hora del análisis será bien recibido por el cuerpo técnico. Porque, a priori, cualquiera que se traiga algo de un escenario tan complejo como es la altura sabe que es positivo.
El grupo sigue abierto. De todas formas, River da muestras de moverse mucho mejor en el marco de los torneos con una configuración con la que tiene la Libertadores, que en los que son largos como en el caso del certamen local. Y después de lo hecho en Bolivia el optimismo se disparó.
Para que esa ilusión se vea refrendada, el equilibrio futbolístico será indispensable. También tendrán como asignatura frenar a la racha de lesiones. Balanta volvió de una y debió salir por otra dolencia. Y además, la brecha de rendimiento entre los suplentes y los titulares es muy amplia, notoria, existe una diferencia importante entre ellos.
Más allá de las vicisitudes, está bien posicionado, y otra vez la Copa parece ser el gran objetivo. Por elección y por obligación. Una marca registrada de este River.