BUENOS AIRES -- River volvió a ser River, pero no le alcanzó. Dejó pasar demasiado tiempo para reencontrarse. Lo hizo muy al límite. Y el fútbol no perdona.
Una noche esquiva puede redundar en lo que le ocurrió al equipo de Marcelo Gallardo: quedar eliminado de la Copa Libertadores en octavos de final. Porque siempre hay partidos increíbles, en los cuales sucede lo que le pasó a River ante Independiente del Valle, que lo dominó de punta a punta, que le generó infinidad de situaciones de gol, pero que no pudo marcar los tantos que necesitaba. Eso pasa. Lo padeció en la Copa anterior contra Juan Aurich y lo celebró cuando Tigres le dio una mano derrotando a los peruanos. Te da y te quita, el tema es no llegar a las situaciones extremas.
Paradójicamente, se quedó con las manos vacías en el partido que mejor jugó, en el que tuvo una actitud que parecía haber perdido. Y más allá de la eliminación, hay que hacer un análisis del por qué. Cómo llegó River a esta situación.
En principio hay que observar que los dos mejores encuentros que disputó en la Libertadores fueron ante los dos equipos que llegaron al Monumental a refugiarse. The Strongest le ofreció una cantidad inusual de espacios, lo mismo que Independiente del Valle. Y sin presión del rival, River responde. A lo largo del semestre lo que no ha podido resolver es el enigma de los equipos que le ofrecen resistencia. Ahí flaqueó.
Otro caso que se desprende de lo observado es que para Gallardo la cantidad de jugadores confiables dentro del plantel no supera los doce o trece, no más que eso. Y que, llamativamente, dejó por más de cincuenta minutos a su máximo goleador, Lucas Alario, en un cotejo en el cual necesitaba convertir. La equivocación del entrenador quedó expuesta al punto de que ex de Colón fue el hombre más peligroso en el área cuando estuvo en cancha. Pero jugó poco justamente en el choque más determinante del semestre.
Algo similar sucedió con Nacho Fernández. Venía de entrenarse salteado en la semana debido a un cuadro gastrointestinal (perdió cuatro kilos por ese motivo), en el segundo tiempo se lo vio cansado y, sin embargo, no fue sustituido. ¿Por qué? Está claro que Gallardo no confía en los relevos.
Más allá de los merecimientos, River se quedó afuera de la Copa Libertadores por lo que venía haciendo y no por lo que produjo en la noche del miércoles. Si hubiese sido por ese partido nadie duda de que debería haber superado la llave. Pero el fútbol es así, a veces da de más y en otras quita en exceso.
Ahora Gallardo deberá barajar y dar de nuevo. Esto significa configurar un equipo de jerarquía, como el que agarró cuando asumió en el cargo. El que quedó eliminado fue el que armó a su gusto y medida, con mucho de lo que pidió, pero da la sensación de que ese es su costado flaco, el de la elección de los futbolistas. Una asignatura pendiente para lo que se le viene, un punto en el cual deberá madurar. El desafío lo tendrá en el corto plazo en un club como River, que no ofrece demasiados tiempos porque siempre demanda por más conquistas.