LOS ÁNGELES -- 1-1. Chivas se estaba graduando para el Clásico de este miércoles. Azotaba feroz y furiosamente la choza trémula del 'Conejo' Pérez. Tsunami en el estadio. Y con la angustia del Pachuca unía plegarias el América... hasta el minuto 88.
En ese instante, la tormenta cambió de rumbo. Jonathan Urretaviscaya, casi un náufrago de su indolencia en 87 minutos, elige diez segundos y se convierte en una tosca réplica de Usaín Bolt y Cristiano Ronaldo o Messi o Neymar.
La tromba uruguaya de tristes tumbos en su país, y en España y Portugal, se consagra. Casi 70 metros desbocado, pero sin desbocarse. Como torton trotón sin frenos entre inocuos conos anaranjados, deja atrás a Michael Pérez, Jesús Sánchez y Carlos Salcido, para al final, ya sin aire, inventarse un arco iris entre la tormenta sobre los aspavientos histéricos de Rodolfo Cota. Golazo. 1-2.
Sí: 1-2. Y Pachuca resopla y festeja. Y el América resopla y festeja ajeno. Después de todo, el vendaval rojiblanco moja, pero no empapa en la red. Pachuca está en la Liguilla. América, durmió sin pesadillas.
Chivas, notable, superior cuando el drama era 11 contra 11 y encarnizado cuando era 11 contra 10, hasta que pasó lo que le ha pasado con el peludo de 'El Pelado' Almeyda: en la voracidad de ganar, ha terminado empatando o perdiendo, cuando tiene un hombre más en la cancha.
El cazador sin paciencia, siempre es cazado. Ya debería haberlo aprendido el técnico de Chivas. Le refrescan la lección con un fuete amargo, brutal, por el momento: podría haber terminado la jornada de sublíder y atragantarse, abotagarse, de los esteroides magníficos de la victoria, de cara al juego ante América.
Y claro: trepar al altar de leña verde, al embajador nefasto de una torpeza absoluta, como el árbitro Yair Miranda. Habrá que decir a su favor, que la estulticia es pareja... aunque diría Cuauhtémoc Blanco, más pareja para Chivas.
Miranda se tragó un penal sobre Urretaviscaya y echó al pechito frío del 'Chucky' Lozano, por una segunda amarilla, cuando la primera fue originada por una torpeza arbitral.
Matías Almeyda vuelve a caer en la confusión. Carlos Salcido reclamaba su cambio. Su cuerpo entero reclamaba un relevo. El técnico de Chivas elige la artillería, dejando el zaguán abierto.
Y necesario insistir en un viejo tema. Ojo, no es apología de la violencia ni del juego sucio, pero a cuántos defensas extranjeros les hubiera desbordado tan cerca Urretaviscaya sin que, en las condiciones fehacientes de gol, lo hubieran empujado, zancadilleado.
Es evidente que en Chivas, como en el jugador mexicano en general, falta ese oficio, ese instinto de supervivencia canchero y marrullero, que podrá ser entendible en Sánchez y Pérez, pero en el veteranazo Salcido, con recorrido europeo, es imperdonable.
Una victoria totalmente encomiable para el Pachuca. Una derrota totalmente lastimosa y lastimera para Chivas, que tuvo un rendimiento que parecía atemorizador para el América su rival de este miércoles.
Pero, Guadalajara demostró, nuevamente, que en la obsesión de ganar, se debilita. Y seguramente Ricardo La Volpe reitera su reflexión hecha a Univisión: "Chivas, de qué hablan, me río".
Y Almeyda deberá reflexionar, porque su gigante que despertó, se le quedó dormido de nuevo, en el dintel de la victoria.
Porque el Dinosaurio, "de esos, de los antiguos", se enfermó de nuevo de los riñones.
Y porque, como pidió después de aquel juego ante Atlas, "este partido debería de repetirse" por el arbitraje, sólo que la noche de este domingo, estuvo vestido de rojiblanco.
Chivas espantó, pues, a Pachuca y América durante 88 minutos. Y después, confirmó que en la gula, está el mayor de sus pecados en la banca.