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Informe toxicológico no debería cambiar la percepción sobre José Fernández

José Fernández es recordado como el fiero competidor con sonrisa de niño que le devolvió a muchos el interés por los Marlins en Miami. Steve Mitchell-USA TODAY Sports

En medio del alboroto por la Serie Mundial entre los Indios de Cleveland y los Cachorros de Chicago, se dio a conocer el examen toxicológico por el fallecimiento del lanzador cubano de los Marlins de Miami José Fernandez.

A la esperada presencia de alcohol en la sangre, pues se sabía que había estado bebiendo con unos amigos en un bar de Miami, se une la sorpresiva notificación de que había también cocaína en su organismo.

Asimismo, el informe establece que Eduardo Rivero, uno de los acompañantes de Fernández, también estaba bajo los efectos de cocaína y alcohol, mientras que Emilio Macías, la tercera víctima del accidente, dio positivo por presencia de licor en su cuerpo, pero no estaba bajo la influencia de ninguna droga ilegal.

¿Cambia eso en algo la percepción sobre el ídolo de los Marlins?

Para mí, lo único que confirma el consumo de esa droga es que José era tan humano como cualquiera, aunque ahora salgan muchos a bajarlo del pedestal donde se colocó por derecho propio por su entrega al deporte, por su energía contagiosa, por su liderazgo y su carisma, por su ayuda desinteresada a la comunidad.

La sorpresa que reconozco que me causó este informe toxicológico no disminuye para nada el dolor de su prematura muerte, por lo que representó para la comunidad del sur de la Florida y por la alegría que le trajo al béisbol en su breve paso por las Grandes Ligas.

Que tire la primera piedra el que esté libre de pecado.

No creo que esta mancha haga mella en la huella que dejó en esta ciudad, aunque ahora salgan puritanos a gritar la consabida frase de que la juventud está perdida.

Tal vez las Grandes Ligas desechen la idea de crear el premio José Fernández al pelotero joven que más se entregue sobre el terreno de juego.

Quizás los Marlins ya no valoren el clamor popular de rebautizar el estadio con el nombre del lanzador que más victorias consiguió en ese parque.

Es posible incluso que algunos que firmaron la petición para cambiarle el nombre al Marlins Park ahora quieran dar marcha atrás.

Pero para la fiel fanaticada que cada cinco días acudía al estadio para verlo lanzar, será recordado como el fiero competidor con sonrisa de niño, que le devolvió a muchos el interés por los Marlins, aunque ahora haya quienes se empeñen en matarlo de nuevo.

Nadie se muere dos veces.