Emiliano Vargas, hijo del excampeón mundial Fernando Vargas, pelea este viernes en Glendale, Arizona, contra Larry Fryers.
Emiliano Vargas (11-0, 9KOs) tiene “la sangre caliente”. Creció entre cuerdas, guantes, sudor y viendo el sacrificio de su padre. Se peleaba constantemente con sus hermanos de niños y, en ocasiones, hasta sangraban por la nariz. Es como si el destino del más pequeño de la familia ya estuviera escrito. A sus 20 años tiene claro qué quiere ser y cómo lograrlo y no tiene miedo del peso por el nombre de su padre, el excampeón mundial Fernando Vargas, recordado por su coraje y grandes peleas ante Tito Trinidad, Shane Mosley y Oscar De La Hoya.
“Creo que con Dios primero y la experiencia de mi papá puedo lograr más. Quiero ser mejor que mi papá. A mi papá le gustaría que lo superara, creo que es el sueño de los padres, que los hijos lleguen más lejos”, confiesa Emiliano, quien peleará este viernes contra Larry Fryers (13-6-1, 5KOs) en Glendale, Arizona, en la misma cartelera en la cual Jaime Munguía será estelar ante Erik Bazinyan.
Aunque el boxeo ha estado inherente en su vida junto a sus hermanos Fernando Vargas Jr. (15-0, 14KOs) y Amado Vargas (11-0, 5KOs), no olvida cuando conversó con su padre, una vez que abrió su gimnasio, para decirle que deseaba ser boxeador. “Cuando hice mi primer sparring el otro niño sangraba, así que le dije a mi papá que me gustaba mucho esto y le dedicaría mi vida”.
Emiliano se dio cuenta que era bueno en lo que hacía cuando ganó un torneo amateur en donde competían los mejores de Estados Unidos. “Muchos decían que era el hijo de Vargas, que no iba a llegar largo, pero después de ese torneo me sentí con tanto orgullo de ser el número uno en USA y quería serlo en el mundo y, con la oportunidad, apellido y genio de mi papá tengo todo lo necesario para ser campeón”, señaló.
Piensa en el título mundial
En Las Vegas, su papá y Jorge Capetillo se han encargado de moldearlo como boxeador. Emiliano tiene una pegada respetable que se ha graficado en sus 9 victorias por la vía del KO, pero también es un buen contragolpeador y posee movimientos de piernas muy interesante y combinaciones de golpes rápidas. En otras palabras, tiene las herramientas necesarias para ganar en diferentes terrenos. “Mi papá es el genio detrás de todo. Él tuvo cinco o seis diferentes entrenadores en su carrera de diferentes estilos y su experiencia me ayuda mucho”, explica.
A diferencias de otros hijos de boxeadores que prefieren mantenerse alejado del pugilismo por todo el sacrificio físico que conlleva, Emiliano vivió de cerca la “tortura” del día a día de un campeón en un campamento y repite constantemente que no le asustó, sino todo lo contrario, aprendió lo necesario y absorbió muchos consejos que ahora pone en práctica. “Le dedico mi vida a esto. En el boxeo no se puede mentir, si no entregas el cien por ciento se verá reflejado en el ring. Mi papá no anda encima de mí, yo solo me dedicó a hacer mi trabajo”, admite.
El más pequeño de los Vargas ya ha hecho sparring con figuras actuales del pugilismo como George Kambosos, Shakur Stevenson y hasta con el excampeón Jorge Linares, a quien lo admira y sigue de cerca sus consejos. “Esos sparrings me mostraron lo que puedo hacer en ese nivel”, y agregó que tiene planificada la ruta hacia la consagración: “ya hablamos con Top Rank y en un año y medio voy a ser campeón mundial. Me gustaría quedarme en las 140 libras unos dos o tres años y luego moverme a las 147 libras”.
A pesar de todas las facilidades y contactos que Emiliano ha tenido por la influencia de su papá, entiende que nadie nace con el número uno asignado, hay que trabajar para eso. Mientras su carrera evoluciona, disfruta del camino y espera con ansias el momento de poder cumplir su deseo: ser mejor que su papá.