Tratamos de entender por qué es así y cómo actuará Tyson Fury cuando enfrente a Oleksandr Usyk el sábado 21 de diciembre en Riyadh.
Si piensan que Oleksandr Usyk volverá a ganarme en la revancha están equivocados. ‘The Gypsy King’ no comete el mismo error dos veces. Debo admitir que menosprecié un poco a mi oponente en la primera pelea. Y no me refiero a realizar un mal entrenamiento y llegar en malas condiciones, sino que hubo un exceso de confianza y se interpuso el Fury ‘showman’ sobre el Fury con sus cinco sentidos enfocado en cada momento del combate. Por eso mismo ya dije: “cero payasadas”. Y pagué caro esa equivocación porque ensucié mi récord, el cual estaba sin derrotas en 16 años.
Tampoco haber perdido fue un drama total. Con 36 años asumo las derrotas con mucha más madurez y afronto el futuro con un criterio diferente. Lo peor que tenía que vivir en esta vida ya lo pasé, por eso soy distinto. Nací prematuramente a los seis meses, pesé cerca de dos libras, los doctores le dijeron a mi papá que la muerte tocaba mi cuna y me llamaron Tyson porque salté sobre las probabilidades negativas y noqueé a la sombra que rodeaba mi existencia en ese hospital. Y fui creciendo hasta lograr mi objetivo: ser campeón mundial cuando derroté a Wladimir Klitschko. Es curioso que un niño que nació pesando tan poco se convirtiera monarca en los pesos pesados. Parece que soy capaz de retar hasta lo imposible.
La mayor enseñanza la obtuve cuando estaba en el pináculo de mi carrera. Después que vencí a Klitschko la depresión entró a mi vida. Me sentía infeliz a pesar que tenía a una esposa e hijos que me amaban, pero me odiaba a mí mismo. Bebía alcohol todos los días y consumía cocaína para autodestruirme. Los doctores me diagnosticaron como maniático depresivo y bipolar. Pasé tres años sin boxear tratando de vencer mis propios demonios hasta que lo conseguí en 2018 cuando sentí que mi espíritu, mente y cuerpo se habían alineado. Así que Usyk es como una hormiga si lo comparo con los verdaderos problemas que he tenido a lo largo de mi vida.
Tampoco les puedo mentir. El ucraniano supo maximizar sus recursos, sobre todo en ese noveno asalto cuando me atrapó con esa mano izquierda. Bailé por todo el ring y trató de rematarme, pero el conteo de protección del réferi y la campana me salvaron. No obstante, al analizar la pelea detalladamente me doy cuento lo superior que podría haber sido. Hice muchas cosas bien como el manejo de la distancia, la descarga repetida del jab, mis golpes de poder con la derecha fueron efectivos, pero pagué caro mi desconcentración y así es el boxeo, un golpe puede cambiarlo todo.
Usyk tiene 37 años y no hará nada diferente a la primera pelea. Yo seré el encargado de poner la música y llevarlo a mi ritmo, con la diferencia que mis manos estarán protegiendo mi cuerpo cuando no estén castigando sin compasión a Usyk. Ya lo he dicho en diferentes entrevistas: buscaré el nocaut. Tengo la pegada y las habilidades para conseguirlo, así como lo hice con Dillian Whyte, Deontay Wilder y Derek Chisora. Voy a moverme para confundirlo, martillarlo constante con el jab para estar en la distancia correcta y, una vez que se descuide, mi mano derecha lo mandará a la lona. No quiero que los jueces dicten la sentencia final en esta revancha, seré yo.
Aunque en 2022 anuncié mi retiro todavía quedaban algunos epílogos que contar. Si piensan que Usyk volverá a ganarme están muy equivocados. ‘The Gypsy King’ no comete el mismo error dos veces.