En nuestros países cuando el asunto se relaciona con exceso de cantidad, se suele apelar a la frase popular: “éramos catorce y parió la abuela”. La noticia que hoy, sin anestesia, sacudió el mundo del boxeo, se puede asociar perfectamente a la frase popular: “cuando el boxeo había agotado todos sus recursos para sorprendernos, Gennady Golovkin pactó una pelea contra Kell Brook. Sí, Kell Brook el campeón FIB de las 147 libras, subirá a las 160 para enfrentar a GGG, el monarca indiscutido de las 160.
La mayoría de los fanáticos, cuando tomó conocimiento de la noticia pensó que se trataba de una broma en Día de Inocentes. Confieso que yo también. Después de todo lo ocurrido alrededor de GGG, en ninguna cabeza cabía la posibilidad de imaginarlo a él (GGG) como nuevo actor protagonista del culebrón que desde siempre lo ha tenido como víctima.
¿Se cansó de ser el hermano pobre del “desmadre”? ¿Los hechos, acaso, lo convencieron de que si los demás pueden, él también puede? Algo no está funcionando bien o faltaba esto para que todo funcionara mal. Como sea, que Golovkin finalmente elija a un 147 libras para su próxima defensa del título en las 160 libras, pasó la raya. Especialmente porque está muy fresco en la memoria de todos la insensatez cometida con la pelea Canelo Álvarez -Amir Khan.
Hoy temprano tomé conocimiento de esta noticia, precisamente, cuando estaba editando el último podcast de la serie Boxeo Digital. El mismo tenía un breve segmento dedicado a analizar la legitimidad de Chris Eubank como posible oponente de GGG. Obviamente tuve que eliminar esa parte audio, segmento que antes de ser publicado ya había pasado a la historia.
Desde que supe la noticia, he pasado muchas horas imaginando que escribir, como reaccionar y honestamente, por primera vez en mis más de 35 años en el periodismo, el episodio a analizar supera mi posibilidad de entendimiento. No hay explicación posible para lo que termina de acordar el equipo de Golovkin.
Y no estoy prejuzgando las condiciones de Brook, ni estoy vaticinando nada desde lo boxístico.
El problema no pasa por Brook, el acertijo inexplicable nace con la decisión de GGG luego de todo el culebrón que padeció con todos los rivales que no lo quisieron enfrentar, rivales que por el contrario optaron siempre por ir contra oponentes a modo y huir al examen de realidad ante el kazajo.
El kazajo que nadie quería enfrentar, que cuestionaba los rivales de sus rivales, que siempre nos ofreció una imagen de pureza ética y que todos lo elevamos al pedestal de las victimas del injusto presente del boxeo. Justo él, el campeón llamado a redimir con sus sola imbatibilidad la certeza de que el verdadero boxeo es el que enfrenta a mejores contra mejores en idénticas condiciones.
Justo él decide entrar al club de las falsas estadísticas, decide ingresar por la puerta del fondo al redil de los chapuceros y decide colocar su nombre en el mismo libro negro de la ignominia en donde otros “campeones” ya han dejado su firma. Es demasiado fuerte.
Lo peor de todo esto es que hasta para intentar emprender el camino por la calle de atrás del boxeo a Golovkin ya se le ha hecho tarde. Los fiascos de Floyd, de Manny y por ultimo de Canelo, hace rato que volvieron obsoleta a esta forma de ganarse el dinero de manera fácil y sin apremios. Porque esas peleas no son más que un show payacesco donde la parte dominante del negocio elige todo y entre ese todo, elige la imposición de su victoria ante un rival más débil.
La pelea de Canelo con Amir Khan despertó oleadas de críticas, especialmente por el riesgo de vida al que fue expuesto el británico. Necesariamente hay que utilizar el mismo concepto con Brook. Son hombres que subieron de peso para enfrentar a rivales de divisiones superiores, con pegada superior, con resistencia superior y donde el peso no fue impuesto por las circunstancias, el tonelaje en estos casos (Canelo o GGG) es el combustible que carga sus guantes.
No es momento de imaginar el desarrollo del combate, pero es fácil avizorar que será un calco de la pelea de Canelo-Khan. Brook moviéndose mucho en los primeros asaltos, conectando buenos trallazos desde los ángulos a un Golovkin que demorará tres o cuatro asaltos en descifrarlo. Cuando el kazajo encuentre la vía correcta para cortar el ring e impedirle las salidas, le bastará con un par de combinaciones de poder para destruir al pobre Brook.
El británico tiene quijada, pero ante un 160 libras que sabe como nadie soltar golpes de poder no hay quijada que alcance. Aún si la velocidad le permite a Brook liberarse del acoso del campeón, al igual que Amir Khan ante Canelo, la fatiga le pasará la cuenta y empezará a tomarse descansos. A Golovkin le basta un solo descanso del rival para masacrarlo.
¿Por cuál razón Brook y no un legítimo 160? Eso erá razón de muchas especulaciones. Desde ya, no obstante, alertamos que no le creeremos al equipo de Golovkin. Tampoco le daremos mucho valor a las posibles cláusulas a incorporar al contrato ni tampoco el argumento infantil de Abel Sánchez, el entrenador de Golovkin: “Brook es un welter grande que va invicto, al que nunca han tumbado y solo subirá dos divisiones”- dijo.
Definitivamente, los manejadores de Gennady Golovkin quizás desean transformarlo en un éxito comercial al estilo Canelo y trabajar pensando en otra clase de público. Sin embargo, para imitar el éxito del tapatío, a GGG le faltará la folclórica fanaticada que vive y disfruta las peleas de Saúl Álvarez como un evento patriótico donde sólo importa la victoria. En esas escenificaciones jamás interesa el nombre del pobre rival elegido para el show. En resumen, Golovkin no tiene público, no tiene verbo apropiado ni tampoco el carisma necesario para mandarse “la gran Canelo”. Pero no adelanta lamentarse. El mal está hecho. Perdimos a Golovkin, se lo llevó el negocio y el culebrón está más vivo que nunca.