El Barcelona acabó la temporada, confirmada la segunda posición liguera y sin un triste título que llevar a sus vitrinas, con la sensación de quedarse a medio camino entre sus aspiraciones y la realidad de un club en reconstrucción, del que no se sabe hasta qué punto está ahogado por la situación financiera y que deportivamente precisa dar un paso al frente, indiscutible, para recuperar la brillantez y poder de un pasado cada vez menos reciente y sí más lejano.