Por trillado que suene, Baltimore necesitaba jugar sin errores ante un equipo más experimentado, y estuvo muy lejos de ello
Ser más fuertes, más rápidos, mandar las mejores jugadas.
La mejor ejecución.
Todo lo anterior son factores que te acercan a la victoria sobre el emparrillado, pero no son lo único.
En una era donde las victorias y derrotas quedan a menudo reducidas a los quarterbacks --"X nunca puede ganar en postemporada; Y ganó el partido"-- a veces olvidamos que la parte mental del juego, de todos los involucrados, juega un papel crucial en el resultado.
Mantener el enfoque y la cabeza fría, usualmente, te acerca a la victoria. Los Baltimore Ravens olvidaron la importantísima lección este domingo, cuando recibieron en el M&T Bank a los Kansas City Chiefs.
Castigos de 15 yardas y un primer intento gratuito por rudeza innecesaria contra Kyle Van Noy y Roquan Smith, un castigo por provocar al rival para Zay Flowers para retroceder 15 yardas al ataque. Castigo de 15 yardas y primer intento gratuito por golpear tardíamente a Patrick Mahomes, por parte de Jadeveon Clowney. Otro castigo de 15 yardas más un primer intento gratuito fue obsequiado a Kansas City cuando Travis Jones golpeó a puño cerrado el rostro de Mahomes mientras intentaba escabullirse del bolsillo, al más puro estilo lucha libre.
Abrir la serie final de Kansas City con 12 hombres a la defensiva.
Es suficientemente difícil superar al equipo que dirige Andy Reid, y que tiene a Mahomes tirando pases a Travis Kelce, como para no limitar de mejor manera los errores propios.
Seguro, hubo dos balones sueltos perdidos también, uno de ellos para touchback, y una intercepción, pero esas son jugadas que tienen que ver con el desarrollo de un partido, jugada a jugada. Ambos clubes iban a tener momentos positivos y negativos.
Pero todas las jugadas mencionadas arriba son, hasta cierto punto, fuera de jugada, con excepción del golpe de Clowney. O el de Jones.
La experiencia en esta instancia iba a ser, innegablemente, una ventaja para Kansas City. Los Chiefs aparecieron en su sexto Juego de Campeonato de la AFC consecutivo, y con el triunfo de esta tarde, por 17-10 sobre Baltimore, se dirigen a su cuarto Super Bowl en cinco años. Y, los momentos donde más pudo pesar la experiencia fueron, justamente, en esas oportunidades ajenas al flujo de juego. Algunos, describen eso como oficio.
Los Ravens requerían un juego perfecto, o algo muy cercano a ello, para vencer a un equipo que los superaba ampliamente en experiencia de postemporada, y se quedaron criminalmente cortos.
Los jugadores de Kansas City supieron provocar, sin dejarse provocar. Fueron capaces de golpear a Lamar Jackson y compañía, dentro de los límites de la jugada.
No perdieron la cabeza fría, y eso en turno, les permitió no perder el juego.
Así, se esfumó una de las mejores oportunidades hasta el momento para los Ravens de regresar al Super Bowl en la última década. La defensiva no consiguió robos de balón, y los equipos especiales pesaron menos que en otros encuentros. El juego terrestre fue Jackson y nadie más.
Y Baltimore se encontró, por momentos, ayudando a la causa de los Chiefs más que la propia.
¿Volverá a tener Lamar Jackson una oportunidad igual para alcanzar un Super Bowl --porque todo se reduce a los quarterbacks, ¿no es así?--? No. Nadie conoce el futuro. Quizás le vaya mejor en el futuro, quizás le vaya peor. Pero una oportunidad igual, ya no.
Los Ravens lucirán diferentes el año entrante, porque ningún equipo es igual a sí mismo a un año de distancia. Pero, sobre todo, es probable que los Chiefs no luzcan tan vulnerables como lucieron durante la mayor parte de la campaña.
Baltimore hoy necesitó más que las piernas y el brazo de Jackson, y más que la defensiva más dominante de la NFL. Necesitó no vencerse a sí mismo, y no lo consiguió.