<
>

Rigo Sánchez soñaba con Chivas y jugar futbol en Europa; terminó como estrella de Indianapolis Colts

LOS ÁNGELES -- Es una de esas historias de esa nación errante que engrandecen a esta Nación. Una más. De uno más de tantos que llegan sin nación a esta Nación.

Es una historia común que se separa de lo común de otras historias. Vivir del puntapié para no vivir de la patada.

Rigoberto Sánchez. Creyó que su mundo de fantasía sería redondo jugando para Chivas y tal vez emigrar a Europa. Terminó siendo elíptico jugando para los Indianapolis Colts.

El drama y sus actores. Sus abuelos. Sus padres. Y ese intruso silencioso. Porque el hambre se sentaba antes que ellos a la mesa. Y se levantaba después que ellos de la mesa. Así, desde esos tiempos en la ranchería Arroyo de la Luna, en Acámbaro, Guanajuato, hasta Hamilton City, (condado de Glenn en California con cerca de dos mil habitantes).

Rigo cambió la historia. Y la de su dinastía. Bajo el amparo de un contrato por $11.6 millones de dólares, tres de ellos garantizados en el primer año. Los Colts exiliaron los potros apocalípticos del hambre y de la incertidumbre.

LA SAVIA DEL SABIO…

Perseverancia. En el diccionario viene después de disciplina y antes de talento. El abecedario del éxito. Rigoberto Sánchez lo describe así en una charla con John Suttcliffe.

La genética del guerrero. Su abuelo, Antonio, ese mexicano bruñido de sol y sangre, orgulloso de esas manos encallecidas, cicatrizadas, torcidas, de tanto arrancarle a la tierra la generosidad de sus frutos, le dio una lección de vida: trabajar, trabajar duro y ser un buen hombre bueno.

Bregar, bajo el yugo del hambre. Esa vocación era una doctrina familiar. Su madre, Verónica, abandonó la escuela, aunque amaba la escuela.

Pero, Vero entendió, al fallecer su madre, la abuela de Rigo, que los libros estaban llenos de esperanzas, pero la mesa estaba vacía de comida. Y había que llenar la mesa, porque su padre dejaba en cada surco, en cada puñado de cosecha, esa alma de arado y yunta, pero no alcanzaba para pagar las deudas.

“Todos ellos trabajaron en el campo, trabajaron duro, bajo el sol y con poca paga”, explica Rigoberto Sánchez a ESPN. “Y no querían que nosotros pasáramos por todo eso, querían que estudiáramos”.

LA REDONDEZ DEL OVOIDE…

La vida, entonces, no tenía misterios, pero mucho menos tenía atajos. Rigoberto Sánchez soñaba con sueños distintos a los que su destino confabulaba. Su pasión era el futbol. Y Chivas enamoraba sus fantasías.

Rigo soñaba con Europa. Se rendía de admiración ante Andrés Iniesta. El futbol americano brotó como una opción, como una de esas señales de vida, pero su pujanza se abalanzaba sobre el futbol y sobre las Chivas.

“Yo no sabía nada de futbol americano. Y no quería jugar ningún otro deporte que no fuera futbol, para no correr el riesgo de lesionarme”, explica Sánchez.

A punto de terminar la preparatoria, debió elegir. El placer y el deber a veces se divorcian ante el altar de lo irremediable. El futbol y esa pasión por el Guadalajara reclamaban un sacrificio extremo, financiero, personal y familiar. El futbol americano parecía un camino igual de agreste, desafiante, pero sin sangrar a la desangrada familia.

Rigoberto eligió el futbol americano. La transición entre patear el balón y el ovoide, no fue problema, pero sí lo fue la pasión hacia uno y otro.

“Dejé de ver a Chivas, dejé de ver futbol, porque cuando veía juegos, quería regresar a jugarlo, y me había comprometido con el futbol americano”, relata, hoy cuando los números, la afición, sus entrenadores en los Colts, y un saldo bancario con seis ceros, le confirma que eligió correctamente.

UN MURO ANTES DEL MURO…

"Yo no sabía nada de futbol americano. Y no quería jugar ningún otro deporte que no fuera futbol, para no correr el riesgo de lesionarme" Rigoberto Sánchez, pateador de Colts

Hasta aquí parece un cuento de hadas. Parece que sufrió su universo, para que él llegara a Indianapolis envuelto en pañales de seda. La fábula tiene muchos remiendos. E imperfecciones.

“No puedes”. “No puedes hoy, ni podrás nunca”, voces de su entorno. Quisieron encerrarlo en su propio laberinto de dudas, de desánimo, de resignación, de rendición. “No te esfuerces, no te canses, no es para ti”, voces, voces de su entorno.

Muros gigantescos se levantaban a su paso. Esa religión maldita del fracaso de unos, incitando al fracaso de otros. “Donde yo no pude, tú no podrás”.

Los entendió Rigoberto Sánchez. No era el temor a su propia decepción, sino el temor al éxito de Rigo, de esos mismos que en coro le aseguraban que el fracaso sería la única corona que espinaría su frente.

“Fueron muchos, en muchos lados, quienes me decían eso”, recuerda en la plática con John Suttcliffe. “Me lo decían a cada rato, para que me rindiera”.

Y Rigoberto levantó un cerco, antes que los gregarios de la claudicación y el fracaso levantaron otro para impedirle escapar. Ni huyó de las provocaciones, ni confrontó los veredictos envenenados de quienes quisieron desalentarlo.

Explica el hoy pateador de los Colts que decidió entonces silenciar la cizaña de las arpías emboscadas como familiares o amigos o mentores, con el poderoso argumento de los hechos consumados.

“Me fortalecieron. Pero eso yo lo usé como fuego para salir adelante y le echaba hasta más ganas todos los días”, explica. “Yo seguí mis sueños. Hacía lo que tenía que hacer. Dormir temprano, comer correctamente, descansar y cumplir en la escuela”.

Incluso, hoy, cuando está donde visualizaba estar, no les guarda rencor, ni resentimiento. “Sólo les doy las gracias, porque mientras más quisieron desanimarme, más quise triunfar”.

Aún en casa encontró oposición. Verónica, su madre, recuerda que fue la primera en oponerse a que jugara futbol americano.

“No quería que le hicieran daño, no quería que lo lastimaran”, explica a ESPN. “Después me explicó que había encontrado una posición (pateador) en la que había menos riesgo y no me opuse, al contrario me arrepiento de no haberlo dejado jugar desde el primer año”.

Verónica recuerda los consejos a su hijo ante las puyas del pesimismo: “Le dije que no les hiciera caso a todos esos que querían desanimarlo, que siguiera sus sueños, que peleara por ellos. Hoy, todas esas personas no tienen nada que decir, porque Rigo les ha respondido consiguiendo llegar a donde quería”.

DETRÁS DEL HOMBRE…

“Cherchez la femme”, dicen los franceses para descubrir la grandeza o la perversidad de un hombre. Detrás de Rigoberto, a un lado de Rigoberto y delante de Rigoberto, aparece Cynthia, su esposa, el andamiaje moral y amoroso de una travesía.

Se conocieron en el Butte College. Ella jugaba futbol, él ya estaba involucrado en el futbol americano. Del coqueteo casual, a la primera cita ante el emparrillado colegial.

“Me invitó a verlo jugar con mis amigas, y yo escuché que todos lo elogiaban”, explica al sitio web de los Colts, antes de revelar un lado que Rigoberto y su madre ocultaban. La modestia es un biombo frágil para la gente generosa.

“Todos lo querían mucho. Era muy generoso. Llevaba comida que preparaba su mamá para sus compañeros, para atletas que no tenían dinero y a veces no podían comer. Siempre ha buscado ayudar a los demás, nunca ha sido egoísta”, explica Cynthia.

“Desde el principio me dijo que quería ser profesional y que eso lo iba a llevar a otros lugares, y que si quería compartir todo eso con él”, recuerda.

Los acercó aún más como pareja que la misma Cynthia ayudaba a practicar a Rigo. Hábil en los deportes, seleccionada de futbol, estaba a la altura de las exigencias de práctica personal del pateador.

Emocionada relata el día mágico de hace dos años. Ese día cuando sola, en el departamento, sin muebles, con poca comida, apenas una almohada y una cobija, aterida y azuzada por la incertidumbre, recibe el llamado de Rigo. Y llegó el exorcismo a todos esos demonios de la intranquilidad: los Colts reclutaban a su pareja.

“La primera persona a quien llamé fue a Cynthia. Quería que se enterara por mí antes que por alguien más o a través de la computadora”, recuerda el pateador de Indianapolis.

“Él me dijo que nos quedábamos en Indianapolis, que sería nuestra casa, y que iba a demostrarles a todos que había sido la mejor decisión”, recuerda Cynthia tratando de describir la enorme alegría del momento, más que por un futuro asegurado, “porque Rigo había alcanzado su sueño, todo por lo que se había esforzado”, indica.

LA DOBLE ALIANZA…

Antes de consolidarse en Indianapolis, Rigo fue fichado por Hawaii, hasta que fuera del draft, fue llamado a los entrenamientos de pretemporada de los Colts. El gran reto había llegado.

“Faltaban aún algunos días para saber si me quedaría o no. Cada día trataba de que fuera mi mejor entrenamiento para convencerlos. Ese día, uno de los entrenadores se acercó y me dijo ‘felicidades’, y me explicaría que el equipo había dado de baja a Jeff Locke (hasta hoy agente libre). Lo recuerdo de nuevo y se me enchina otra vez la piel”, comenta.

La alianza tácita entre las dos mujeres de Rigo es la plataforma de respaldo y de estabilidad de Rigoberto Sánchez.

Su madre, Verónica, asegura que “es la mujer que ha ayudado a mi hijo a conseguir sus metas, ha luchado a su lado”.

Cynthia no oculta que la cátedra empírica que cada día impartía Vero, fue forjando al ser humano y al triunfador que es Rigoberto: “Ella le enseñó cómo ser hombre, cómo aprender sin límites, cómo amar sin miedo”.

En la entrevista con ESPN, Rigoberto Sánchez desmenuza agradecimiento. Alejado de la toxicidad del “nunca podrás”, de los Don Nadie que lo quisieron sumar a sus filas, agradece las bases que fortalecieron su pirámide: familia, amigos, entrenadores.

En especial, dentro de la organización de los Colts, Rigoberto Sánchez ha sido apadrinado por el equipo. Adam Vinatieri se ha convertido en un aliado determinante, y hasta el ex quarterback Andrew Luck lo aconsejaba y se involucraba activamente en charlas sobre futbol.

“(Andrew Luck) Era un personaje en el vestidor, con un peso extraordinario. Está muy enterado del futbol, sabe de Chivas, sabe de América y de otros equipos. Cotorreamos mucho de futbol”, comenta.

DAR PARA RECIBIR…

La familia Sánchez tiene un culto especial por el agradecimiento. Rigoberto, Cynthia y Verónica están convencidos que el legado a la población de Hamilton City (81 por ciento de la cual es latina) no deben ser los recuerdos, los recortes, los uniformes, los trofeos, sino una herencia genuina y generosa.

Rigoberto organiza campamentos para niños y jóvenes en su población. Circuitos con ocho estaciones, sobre diversos perfiles del futbol americano para orientar y desarrollar este deporte. “Me veo reflejado en cada uno de ellos. Sus sueños fueron mis sueños algún día.

“El mensaje es que yo pude, otros pueden, otros podrán”, ha explicado Sánchez durante sus entrenamientos abiertos en Hamilton City bajo esa filosofía de agradecer con las manos llenas y no con palabras vacías.

“Yo soy de aquí, y todos ellos son como era yo, y yo tenía grandes sueños”, puntualiza el pateador de los Colts a Enterprise Record. “Les expliqué que alguna gente puede verlos como que están locos por sus sueños, pero que deben mantenerse en su postura, en ir a la escuela, cumplir en la escuela, y que jueguen y se mantengan activos”.

“Somos una comunidad muy chica, pero ellos sabrán que si ya uno de ahí, pudo, todo es posible”, comenta Rigo Sánchez.

El 20.6 por ciento de la población de Hamilton City vive en condiciones de pobreza, según el censo de 2010, en una ciudad respetada por su impacto en los deportes y la agricultura.

Pero el mensaje tiene otros destinos. Cynthia explica que Rigo también puede ser el heraldo que atraiga a otras instituciones que sólo se concentran en ciudades grandes e importantes.

“Rigo quiere mandar el mensaje de que en otros lugares como Hamilton City también hay talento y que merece una oportunidad”, explica la esposa del pateador de Indianapolis.

“Él siempre ha sido humilde y eso significa que la gente lo vea diferente, que entienda que está cerca de todos y que está dispuesto a ayudarlos a todos”, comenta.

“Su familia se siente segura con Rigo. Yo me siento segura y cuando tengamos familia, también se sentirá segura. Él transmite eso a toda la población y ese también es un mensaje positivo”, indica Cynthia.

Historias. Como tantas. Una más. Y no se trata del cansino estereotipo del sueño americano. Es el sueño de otra América, esa que existe al sur de los Estados Unidos de América.