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Houston.. ¿Se acabó el problema?

Terminó la era de Bill O’Brien en Texas y aún con el pobre funcionamiento que dejó en el equipo, no tardará en notarse el despertar de los Texans

La NFL, a diferencia de otras ligas en el mundo, no suele cambiar de entrenadores con facilidad cuando no se dan buenos resultados. Se entiende bien el concepto de reestructuración y se les da tiempo a los procesos. Hay equipos como los Steelers que, en 50 años, sólo han tenido tres entrenadores en jefe, o Bill Bellichick que lleva 20 años en los New England Patriots.

Dicho eso, entiéndase que cuando hay un despido de un head coach es porque de verdad se agotó el recurso, la confianza o el peso en el equipo. En el caso de Bill O’Brien fue todo al mismo tiempo, y a mi parecer hasta se tardaron. Darle completas las llaves de toda la casa, nombrándolo además gerente general, fue empeñar el destino de la franquicia, que aunque en seis años hayan conquistado cuatro títulos divisionales, su desempeño en la postemporada siempre quedó a deber sin pasar de la Ronda Divisional.

Desde que comenzó a desempeñar ambos cargos tomaba decisiones cuestionables sobre las adiciones o salidas del equipo, por ejemplo, cuando cambió al defensivo Jadeveon Clowney, la primera selección global del 2014, a los Seattle Seahawks; como cuando se deshizo de dos picks de primera ronda del draft del 2020 y de 2021 con Miami, y todavía otra de segunda ronda para el 2021, en intercambios por un tackle izquierdo y un receptor, movimientos que nadie entendió. Pero como no hubo quien le detuviera, lo volvió a hacer y de la manera más dañina posible para esta temporada, deshaciéndose de DeAndre Hopkins, uno de los mejores receptores que había en la liga y un tres veces All-Pro, mandándolo a los Cardinals.

Incomprensible.

Pero claro, ¿a quién le entregaba cuentas? ¿Con quién discutía las decisiones del equipo?

Solo Cal McNair, propietario del equipo, podía ponerle freno ya sea cortándolo o trayendo a un verdadero gerente general, pero lo dejaron seguir y de esa manera el rumbo del equipo no iba a ningún lado.

Pésimo arranque de campaña en el 2020 con marca devastadora de 0-4 cuando la temporada anterior llegaron a playoffs. Tratando de justificarlos un poco, puede pensarse que tuvieron el calendario más difícil de todos; Semana 1 contra los vigentes campeones Kansas City Chiefs en el Arrowhead Stadium, Semana 2 ante los Ravens, el equipo mejor sembrado la campaña anterior, Semana 3 frente a los Steelers en Heinz Field. Rivales que a todas luces eran favoritos sobre los Texans, pero que para la Semana 4 volvieran a perder, y contra un equipo de los Vikings que no le había ganado a nadie, que más bien ha sido la gran decepción de la temporada, esa fue la gota que derramó el vaso, un vaso que se veía cada vez más turbio en su contenido.

O’Brien se sintió tan grande y lleno de poder que generó conflicto con sus propios jugadores. Desde la salida de Hopkins se sabía de los conflictos con el entrenador en jefe, y a eso se le suma una acalorada discusión con la estrella defensiva J.J. Watt durante una práctica, ese incidente involucró también al coordinador defensivo Anthony Weaver, Tal choque con el emblema del equipo y figura de la ciudad de Houston terminó por romper la relación con el vestidor.

Así terminó la era de O’Brien en Texas y aún con el pobre funcionamiento que dejó en el equipo, no tardará en notarse el despertar de los Texans, pues ya de entrada en cuestión de decisiones y ambiente puede ser un alivio. Para esta Semana 5, los Jaguars lucen como la víctima perfecta para que Houston se reencuentre con la victoria, con el entrenador en jefe Romeo Crennel, y el grente general Jack Easterby, de manera interina para lo que resta de la temporada.