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Irregularidad, el segundo nombre de River en este momento del año

Gana y juega bien de local. Pierde y es superado de visitante. Brilla en ataque y sufre en defensa. Tiene momentos de total fluidez y control total de los partidos mientras que en otros cede protagonismo y se desconecta. Este River deambula entre la prepotencia de un campeón y la timidez de un equipo en formación. Así transcurre un 2023 agridulce con final incierto.

Contra Arsenal, volvió a ganar después de la dura derrota 2-0 contra Vélez Sarsfield y sumó la 17ma victoria consecutiva en el Monumental. Esa racha increíble, la mejor de su historia y una de las más extensas del fútbol argentino, avanza en paralelo a una marca negativa: seis sin ganar fuera de Núñez.

River es doctor Jekyll y mister Hyde. Su dualidad se describe a la perfección en esas dos seguidillas opuestas de resultados, pero se traslada a diversos aspectos de su presente. Campeón de la Liga argentina con diez puntos de diferencia, quedó afuera de la CONMEBOL Libertadores en octavos de final después de haber logrado clasificar con susto. La eliminación contra Inter fue la gran frustración del año, porque en definitiva ese es siempre el objetivo máximo.

El segundo nombre de River es irregularidad. En el ciclo de Martín Demichelis ha tenido momentos brillantes de juego, pero su gran materia pendiente es la capacidad para extender esos momentos. Es un conjunto que reacciona, se afirma sobre sus propias virtudes y es capaz de maniatar a su rival, pero esa fortaleza tambalea muy fácil por dificultades propias.

Otra forma muy simple de describir su "doble personalidad" es hablar de su trabajo ofensivo y defensivo. Diseccionar el análisis del fútbol en estas dos acciones no es lo más conveniente, pero hay circunstancias que obligan a hacerlo. River tiene variantes colectivas e individuales de sobra en ataque y así queda demostrado en los números: ya es, con cuatro fechas jugadas y diez tantos a favor, el más goleador de la Copa de la Liga. Todos sus mediocampistas llegan a posiciones de gol y ataca con naturalidad y potencia.

Al mismo tiempo, es el segundo más goleado, con 7 anotaciones en contra, es decir casi dos por partido de promedio. Es un número excesivo para el campeón reinante. River es débil en defensa y no solo porque Demichelis no termina de encontrar los nombres fijos para su línea de cuatro (ninguno de los cuatro puestos tiene dueño claro y quizás solo Paulo Díaz es titular indiscutido), sino también porque el funcionamiento colectivo no ayuda ni en el retroceso ni en la pelota quieta ni en la cobertura de espacios.

Tampoco hay continuidad en los nombres del once titular ni en la idea táctica y estratégica. Demichelis comenzó su ciclo con una buena idea: juntar mediocampistas de buen manejo, verticales y veloces. Nicolás De la Cruz, Nacho Fernández, Esequiel Barco, Rodrigo Aliendro. Dinámica y movilidad. Sin embargo, cambió demasiado y no pudieron sostenerse esas virtudes.

Frente a Arsenal se sumó bien Manuel Lanzini y De la Cruz volvió a ser figura. Quizás, desde esa búsqueda de potenciar las bondades conocidas pueda nacer una nueva era de cara a la recta final de la Copa de la Liga y, sobre todo, al próximo año. Encontrar regularidad y funcionamiento constante será fundamental para arrancar una nueva ilusión de Libertadores en 2024.