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La estrategia inicial de Almirón se desintegró con el gol de Cano y Boca pudo reinventarse, pero no le alcanzó

La estrategia inicial de Boca Juniors en la gran final de la CONMEBOL Libertadores contra Fluminense era clara: defenderse en su propio campo, cerrar espacios y buscar salir de contragolpe. La idea sobrevivió hasta los 36 minutos del primer tiempo, cuando Germán Cano abrió el marcador. Luego, tuvo que replantear todo el plan y así llegó al empate gracias al golazo de Luis Advíncula. En el suplementario, no pudo sostener el 1-1 y cayó en el Maracaná.

Jorge Almirón decidió no cambiar el libreto habitual, a pesar de que en las semis ante Palmeiras había demostrado mayor decisión para atacar. Desde lo posicional: dos líneas de cuatro bien claras, detrás de mitad de cancha; y desde la actitud: orden y velocidad para intentar aprovechar la contra.

Esa búsqueda, que suele funcionar mejor en partidos de ida y vuelta, encuentra limitaciones muy rápido si el cero en el arco propio se cae. Allí, no queda otra que salir más adelante y entonces ese libreto inicial ya no sirve.

Boca controló a Flu hasta el 1-0. Y el rival se dejó controlar. El equipo brasileño casi no pisó el área y Sergio Romero no fue inquietado. El cuadro brasileño jugó con tranquilidad y casi con pasividad la mayor parte del primer tiempo. Pero en cuanto se conectó rompió el cero gracias a una gran acción colectiva.

Y entonces, el plan de jugar en el campo propio y esperar, ya perdió validez. Con poco más de un tiempo por delante, Boca tuvo que salir a proponer. No solo a intentar aprovechar desconcentraciones aisladas, sino a plantarse más cerca de Fábio.

En el complemento, Boca se adelantó por la inercia lógica del resultado negativo. Se paró veinte metros más adelante, salió a disputar la posesión con otra intensidad e intentó dejar a Miguel Merentiel y Edinson Cavani la mayor cantidad de tiempo posible en las inmediaciones del área.

Preocupó mucho más a Flu y puso más futbolistas en posición de ataque. Así, llegó el empate de Advíncula. Y lo consiguió por peso propio. Por animarse. Por saber cómo cambiar un plan que, el fútbol lo dejó claro, estaba equivocado.

Luego, en el alargue, mantuvo la actitud y comenzó mejor contra un rival que se veía superado por la situación. Sin embargo, el local volvió a conectar una gran jugada colectiva y Kennedy le dio el triunfo y el título a Fluminense.