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El último gol de un 'Chape' eterno

La gesta se volvió todavía más tangible cuando el zurdazo de Ananias se coló en el arco de Sebastián Torrico. El Estadio Pedro Bidegain enmudeció tras ver cómo el Chapecoense de Brasil empató ante San Lorenzo un encuentro de los que embellecen el futbol.

El equipo Cenicienta de la Copa Sudamericana estaba un paso más cerca de la gloria después de eliminar al Cuibá brasileño, Independiente de Avellaneda, Junior F.C. de Colombia y, más recientemente, de empatarle en casa al 'Ciclón'.

Sólo faltaba arañar una victoria o un empate sin goles en el juego de vuelta tres semanas después para llegar a la final. Y así fue. Las tablas con ambas porterías a cero terminaron por cambiar el destino del Chape el miércoles pasado.

El gol de Ananias en El Nuevo Gasómetro valió la clasificación y el jugador corrió con los brazos en alto y ambos índices apuntando al cielo. Allí, en lo más alto, también plantó su mirada. Festejó, se liberó y recibió los abrazos de sus compañeros. Con 27 años de edad, el mediocampista ofensivo, apodado 'Ananiesta' (en honor a Andrés Iniesta) durante su época de campeón en la Serie B brasileña con el Portuguesa, había marcado el gol más importante de su carrera. El último tanto de una plantilla en ruinas por culpa de ese maldito destino que tanto les hizo soñar.

El director técnico, Caio Júnior, no lo podía creer mientras era consciente de que aquel gol fuera de su feudo era fundamental para llegar con opciones a la vuelta. El tanto evidenció el auge de David sobre Goliat y el Chape se vistió de gala dejando en el piso los harapos de Cenicienta.

Ya no había más suelos que abrillantar y la final de la Europa League de Sudamérica estaba más cerca. Eso abría las puertas de par en par hacia la Copa Libertadores. En el pasado, la mera idea de llegar tan alto no fue más que una quimera, el sueño imposible de un club humilde que desde su fundación en 1973 ganó cinco Campeonatos del Estado de Santa Catarina y que ya llevaba tres años en la Serie A.

Estaban siendo sus tiempos más gloriosos y el éxtasis quedó reflejado en la celebración del gol de Ananias. Hacia él corrieron varios jugadores como Josimar, Matheus Biteco, Lucas Gómes (quien acabaría sustituyendo al goleador), Sérgio Manoel o Tiaguinho. El equipo era una piña y el trabajo de otra temporada inolvidable estaba viendo su recompensa. A falta de un encuentro para que finalice la Serie A, Chape había sumado cinco puntos más que la temporada pasada, ocupando así un noveno puesto que mejoró el décimo cuarto de 2015 y el décimo quinto del 2014, año de debut en la máxima competición de Brasil.

El 2 de noviembre, la grada del Nuevo Gasómetro nos dejó una estampa arquetípica en cualquier estadio. La de la frustración de los aficionados locales y la de la alegría de los alrededor de 70 aficionados del conjunto brasileño que ondeaban banderas y celebraban un gol histórico.

La ciudad de Chapecó, de 209,000 habitantes no quería que nadie les despertara del sueño. Como tampoco lo quiso el Alavés español en 2001 cuando llegaron a la final de la UEFA, o el Fulham inglés en 2010 tras hacer lo propio, o el Arberdeen escocés, que en la temporada 1982-83 ganó en la final de la Recopa de Europa al Real Madrid y después se hizo con la Supercopa de Europa ante el Hamburgo. El caso más reciente a nivel local de equipo pequeño pero triunfador fue el del Leicester City en la Premier League.

De la piña que celebró el gol de Ananias tan sólo sobrevivieron en el accidente de avión tres jugadores que se encuentran en estado crítico: Alan Luciano Ruschel, Jackson Follmann y Helio Nieto. Juntos a ellos, la azafata, Ximena Suárez, y el periodista Rafael Henzel.

El accidente ha sido devastador y se ha llevado de golpe las vidas de jugadores, técnicos, directivos, trabajadores del club y periodistas que cubrían el día a día del Chape. Las pérdidas son irreparables, pero hay algo que nunca desaparecerá: el recuerdo de los buenos momentos, los mejores. El sonido de la victoria nunca será hueco para el club brasileño. Los que se fueron lo hicieron antes de tiempo, pero la celebración en el vestuario tras el pase a la final de la Copa Sudamericana permanecerá viva para siempre.