Helmuth Duckadam sigue en el imaginario del Barça: fue el portero que atajó cuatro penaltis en la final de la Copa de Europa de 1986 para el Steaua Bucarest.
BARCELONA -- Nombrar a Helmuth Duckadam a un aficionado del Barça ya entrado en años es abrir el recuerdo a una de las peores pesadillas (para muchos la peor) de su militancia en azulgrana.
Si el Real Madrid tiene clavado al Tenerife y el Atlético a un tal Hans Schwarzenbeck, la historia del Barça nunca podrá olvidar a Duckadam, desconocido portero del Steaua de Bucarest que un siete de mayo de 1986 atajó cuatro penalties en Sevilla y le dio al equipo rumano una Copa de Europa que el Barça aún llora.
Una final que, se conoció años más tarde, ofreció vender Nicolae Ceaucescu, hijo del entonces dictador de Rumanía, al Barcelona por un millón de dólares de la época y que el presidente del club azulgrana Josep Lluís Núñez rechazó, según unos por considerarlo poco deportivo y de acuerdo a otros por entender que la victoria era tan previsible que no quería pagar.
0-0 al final de los 120 minutos y aquel portero desconocido atajando consecutivamente los lanzamientos de Alexanco, Pedraza, Pichi Alonso y Marcos. Urruti, el meta del Barça , rechazó los dos primeros disparos de Majaru y Boloni, pero con los goles posteriores de Lacatus y Balint se consumó el mayor de los desastres de la historia moderna del Barça...
Este lunes se conoció el fallecimiento, a los 65 años, de Duckadam en Bucarest, devolviendo su figura al escenario de un barcelonismo que desde 1992 conquistó cinco veces el torneo, pero que mantiene tan clavada en el corazón la derrota de 1961 ante el Benfica en Berna (la famosa final de los postes) como aquel desastre de 1986 en el Sánchez Pizjuán, un estadio poblado por casi 55 mil aficionados azulgranas que antes de comenzar la final ya celebraban el título.
Cejle de Dinamarca, Honved de Hungría, Kuusysi de Finlandia y Anderlecht de Bélgica. Estos fueron los cuatro equipos a los que el Steaua eliminó durante las eliminatorias de una Copa de Europa en la que no participan clubs ingleses por la sanción recibida a raiz del drama en Heysel.
El camino del Barça no fue, en cambio, un paseo. Se estrenó ganando 1-2 en Praga al Sparta... Y se clasificó gracias al doble valor de goles en campo contrario tras perder la vuelta por 0-1. En octavos de final ganó por 2-0 al Porto... Y perdió por 3-1 en la vuelta, clasificándose otra vez por el doble valor de los goles como visitante. En cuartos eliminó por un global de 2-1 a la Juventus (1-0 en el Camp Nou y 1-1 en el Comunale) y los penaltis le valieron para eliminar al Göteborg sueco en la semifinal, tras caer 3-0 en Suecia y anotar Pichi Alonso un hat-trick que equilibró la eliminatoria, sentenciada a penaltis por 5-4 en el coliseo azulgrana.
Con Schuster al frente y ante un rival que no era precisamente un grande del fútbol europeo la conquista, por fin, de la Copa de Europa se consideraba un hecho. Pero aquel siete de mayo la lógica desapareció en un partido imposible de olvidar, con el entrenador cambiando a Schuster antes de la prórroga y el Barça hundiéndose en la mayor de las miserias.
Duckadam, el héroe de Sevilla, fue recibido en Bucarest con todos los honores, convertido en una celebridad, elevado a mejor futbolista del año en el país y recompensado, dijeron las crónicas, con 200 dólares y un coche Dacia (la marca nacional del país).
Al cabo de pocos meses sufrió una trombosis y no volvió a jugar hasta tres años más tarde con el modesto Vagonul Arad, retirándose en 1991 y trabajando de guardia fronterizo hasta que tiempo después Geovanni Becali, afamado representante y hombre de negocios en Rumanía, le puso al frente del club como presidente de honor.
Este 2 de diciembre el Steaua expresó su dolor por la muerte de Duckadam, un tipo que sin saber cómo se convirtió en héroe nacional en Rumanía, convirtiendo al Steaua en el primer club en el primer club del Este de Europa en conquistar la Copa de Europa... y convirtiéndose en un personaje maldito en la historia del Barça.