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Rayo Vallecano disfruta de una temporada histórica. ¿Por qué sus hinchas detestan al presidente del club?

Esta fue la mejor noche que han tenido en 40 años y no había nadie presente, al menos durante el inicio. Mientras calentaban en la cancha más pequeña y desgastada de toda la Primera División de España, preparándose para jugar por un puesto en las semifinales de la Copa del Rey por primera vez desde 1982 y por apenas segunda vez en toda su historia, los jugadores del Rayo Vallecano estaban demasiado conscientes de que algo iba mal. Algo distinto. Los problemas son “una costumbre” para el club, según admitió posteriormente su capitán.

Cuando la plantilla llegó a la cancha al estadio ubicado en el barrio de Vallecas en Madrid (la República Popular Independiente de Vallekas, como les gusta llamarla), la hinchada ya esperaba por ellos, congregada en la Calle del Payaso Fofó. Tenían fuegos artificiales, tambores, pancartas y cánticos, mucho ruido. Ahora había un extraño silencio, lo que no estaba bien. En la tribuna ubicada detrás de la portería, sobre los estrechos vestuarios, había asientos vacíos y muy poca gente, por no hablar de los megáfonos.

Los aficionados que harían de esto algo especial estaban atascados a las afueras del estadio. Los jugadores se dieron cuenta, hablaron de ello, sentían casi como si les hubieran mentido. A las puertas del estadio, se detenía a los hinchas para ser revisados, más que antes, lo que producía un cuello de botella. Se sentía como algo hecho a propósito, obstruyendo el ingreso de los aficionados de forma consciente. Los hinchas aún no habían llegado a las tribunas al inicio del partido. No se permitía el ingreso con camisetas, bufandas o banderas que hicieran referencia a los Bukaneros. Cuando finalmente lograron entrar, durante el minuto 25, lo hicieron sin ninguna prenda que cubriera sus torsos.

Era 2 de febrero y hacía frio.

Los Bukaneros son la barra brava o “ultras” del Rayo Vallecano; aunque en España, se hace uso y abuso de la palabra “ultra”, una etiqueta fácil para justificar lo injustificable. Hacen mucho ruido y tienen un repertorio de cánticos como ninguna otra peña. Son conscientemente de izquierdas, partidarios de causas sociales, rápidos a la hora de tomar partido por algo. Protestan, y mucho. Ese día estaban a punto de hacerlo, especialmente en contra del presidente del club Raúl Martín Presa. Pero no estaban presentes, todavía no. Seguían abarrotados a las afueras del estadio.

Los cateos olían a venganza, a represión. Posteriormente, el club afirmaría que cumplían con la ley relativa a las barras bravas (y esto debe ser objeto de un gran debate, que exige una conversación apropiada sobre la criminalización del hincha, el tratamiento de los aficionados al fútbol en toda España); sin embargo, lo ocurrido en Vallecas encaja con un patrón de provocación, de represalia. La relación entre presidente e hinchas no estaba tan rota como para ir tan lejos. Y el resto del terreno sabían de qué lado estaban. ¿Cómo no saberlo?

“Bukaneros sí, Presa no”, cantaban.

Muchos habían adquirido sus boletos el día anterior. Algunos hicieron fila a las afueras del estadio desde las 5 a.m., en medio del frío y la oscuridad. Lo que, cierto, podía presentarse como expresión de lealtad, de fiebre por la copa, de la emoción que se siente ante un momento histórico. Y quizás haya ciertos elementos de eso; sin embargo, realmente se trataba de algo más, un símbolo de todo este lamentable desastre. El partido más importante de la historia del Rayo Vallecano y el club ni siquiera publicó información sobre boletería hasta dos días antes del encuentro.

Las entradas salieron a la venta en la víspera del partido, y sólo podían adquirirse en el estadio en persona. Eso también podía percibirse como algo positivo: de esta forma, los boletos solo irían a los aficionados realmente leales, la comunidad, el corazón latiente del club, una forma de asegurarse de que asistieran sólo aquellos que realmente merecían asistir. Si esa era una decisión consciente, podía defenderse, hasta celebrarse; pero no fue así. Fue un caso de incapacidad, la ausencia de medios o falta de voluntad para hacerlo de otra forma. Las ventas nunca se manejan bajo un sistema distinto.

A pesar de ello, el estadio se llenó. Eventualmente. Y cuando Vallecas se llena, podría considerarse como la plaza más divertida del fútbol español. Aunque quizás no lo sea para el presidente del club. En casa partido, los hinchas se giran y exigen su dimisión. “¡Presa, vete ya!”. Es un cántico recurrente. No se trata de una parte del público, aunque frecuentemente comienza con los Bukaneros: es toda la gradería y lo hace todo el tiempo. Justo en su cara, justo en frente del palco de directivos. Se sienta y lo escucha: es el hombre más impopular del barrio, ese cuya presencia no pueden tolerar.

Esta vez, se había previsto que las protestas fueran incluso más poderosas, luego de una semana en la cual el Rayo contrató a Carlos Santiso como técnico de su equipo femenino, a pesar del hecho de que se había visto obligado a renunciar a su empleo anterior debido a una grabación filtrada en la que le dice a su cuerpo técnico que la mejor forma de crear espíritu de equipo entre ellos sería violar en grupo a una joven.

“Este staff es increíble, pero nos faltan cosas. Nos falta, sigo diciéndolo, hacer una como los de la Arandina. Nos falta que cojamos a una, pero que sea mayor de edad para no meternos en jaris [problemas] y cargárnosla todos juntos. Eso es lo que une a un cuerpo técnico y a un equipo. Mira los de la Arandina: que iban directos al ascenso”. “Arandina” es una referencia a tres jugadores de un equipo de tercera división del futbol español que fueron acusados judicialmente de agredir sexualmente a una menor de 15 años.

Las barras exigieron que el club despidiera a Santiso. Uno de sus comunicados insistía: “No podemos permitir que una persona con pensamientos tan graves en su cabeza se siente en el banquillo y represente al Rayo Vallecano”. Una pancarta colgada en el complejo de entrenamientos del club declaraba: “Respeto por las mujeres: Santiso, fuera de Vallecas”. Posteriormente, Santiso publicó un comunicado en el que pidió disculpas por “una broma machista imperdonable”; sin embargo, también procedía a quejarse, preguntándose por cuánto tiempo tendría que cargar con el peso de sus palabras.

A pesar de la controversia, el Rayo decidió no cometer represalias. “Aquí se fichan profesionales y no personas”, fue la declaración de Presa a la cadena radial española SER.

Y fue así como el pasado miércoles, pocas horas antes de que el equipo masculino se enfrentara al Mallorca en cuartos de final de Copa del Rey, Santiso estaba en el banquillo al mando del plantel femenino.

Fue apenas otro episodio en una cadena de hechos polémicos, según indicó la ex capitana del Rayo femenino Alicia Gómez al diario digital español El Confidencial: “Presa lleva intentando hundir al equipo femenino desde que llegó y, ahora, lo está dejando morir”.

Durante un partido, los hinchas ubicados en el lado de la tribuna donde se sientan los Bukaneros sostuvieron una pancarta exigiendo “Respeto y dignidad por el equipo femenino”. Eso se produjo después de que una jugadora fuera tratada por los médicos del rival Athletic Club porque no haber viajado con un cuerpo médico propio. (Un mes después, se produjo un incidente similar cuando dos jugadoras del Rayo fueron atendidas por fisioterapeutas del Barcelona por la misma razón). Presa respondió diciendo que no necesitaban de un staff médico, agregando que si contrataran médicos específicos para su equipo femenino y todos los juveniles “dejaríamos al servicio nacional de salud con menor oferta de médicos”.

Asimismo, el plantel femenino tampoco tiene acceso al gimnasio y al principio de temporada, las jugadoras se negaron a entrenar porque aún no habían firmado sus contratos. Las futbolistas han contado historias de sándwiches vencidos y de aspecto lamentable en las giras, de alquileres de hospedaje sin pagar. La presidenta de un sindicato de futbolistas femeninas acusa al Rayo de “violar reiteradamente el convenio laboral” insistiendo en que “lo que [Presa] hace al club es muy serio”.

Todo el club.

El jefe de finanzas del club renunció el pasado verano, al igual que el jefe de boletería. El capitán del equipo masculino Óscar Trejo admitió en una entrevista concedida el pasado otoño a la Cadena SER: “Si fuera hincha, gritaría e insultaría, porque es la única forma de abrir ojos y ‘calentar’ oídos”, porque el Rayo es un sitio lleno de “problema tras problema”, donde la cancha se cae a pedazos y la tienda del club es del tamaño de una alacena y normalmente esta vacía.

“Hace poco era lo del femenino, ahora el tema de la cantera, de la taquilla, de los abonos… son muchas cosas”, dijo Trejo. Un jugador del equipo B contaba la historia de cómo fue fichado por el club, solo para enterarse al llegar a Madrid proveniente de Francia, de que su contrato fue reducido a la mitad y se quedó sin firmar. Vivía en un apartamento con seis personas más y solo dos camas.

La división entre hinchas y club es profunda. El Rayo posee el único estadio de España cerrado a los cánticos de los aficionados. En su caso, no se trata de epítetos racistas; sino por haber expresado su opinión en contra de la llegada del delantero ucraniano a quien acusaban de ser Nazi, apoyándose en publicaciones hechas por el jugador en redes sociales. Los hinchas, conscientemente antifascistas y de inclinación política de izquierdas, que consideran al club como una institución incrustada dentro de una comunidad de clase trabajadora y diversa separada del resto de Madrid, no deseaban la presencia de Zozulya en el club.

Posteriormente durante la pandemia, Presa invitó a un partido a Santiago Abascal, líder nacional del partido VOX, considerado de tendencias populistas de extrema derecha. En una época en la que no se permitía la presencia del público en el estadio, Abascal se sentó en el palco de directivos con Presa y vio el partido entre Rayo Vallecano y Albacete, coincidentemente con Zozulya como delantero.

Por cierto, los hinchas respondieron con su presencia en el estadio al día siguiente para “desinfectar” la cancha. Eso parecía un acto casi deliberadamente provocador, tal como muchos consideraron la contratación de Santiso. Una peña de aficionados señaló que: “en aquél entonces nos opusimos al nombramiento de un Nazi; ahora nos oponemos a la contratación de otro, calificándolo de misógino deliberado”.

Con Presa, hay una interrogante que se mantiene y es la más simple de todas: ¿Por qué?

Cada partido incluye los cánticos de “Presa, vete ya” y en algunos niveles, es desconcertante que no lo haga. Cuesta entender su apego al cargo: no solo por ellos, sino por él. Es difícil entender lo que supone para él, cuánta satisfacción puede obtener de ello, cómo puede sentir que todo esto vale la pena. Para cualquiera. Es difícil no verse obligado a preguntar cuál es el fin de todo esto, quién está realmente detrás del club, quién es su verdadero dueño y con qué fin, para qué sirve todo esto. De resto, para el presidente del Rayo Vallecano, no tiene ningún sentido.

Los hinchas lo desprecian y él aparenta sentir el mismo desdén por ellos. A veces parece algo totalmente deliberado, como si sintiera un deseo de pelear, de autodestruirse. A veces puede sentirse como si fuera un extraño intento de acabar con el club. Nada de esto ayuda, ciertamente.

“La realidad es que lamentablemente se habla más del Rayo por cosas extradeportivas que por cosas deportivas”, admitió esta semana el volante Mario Suárez a la cadena radial española Onda Cero, justo cuando las “cosas deportivas” han sido las mejores que han vivido en 40 años, o quizás en toda la historia del club. Y a pesar de ello, afirmó el jugador, no podían disfrutarlas como ellos quisieran, todos juntos. “Queremos que haya armonía que le haría bien a todo el mundo”.

“Te afecta”, confesó Suárez.

Y en aquella noche de miércoles, en la tranquilidad de esos primeros 25 minutos transcurridos hasta la llegada de los aficionados, de verdad se podía percibir, la sensación de que algo estaba roto, en esta gran noche de noches. Sin embargo, a pesar de todo, éste es un equipo brillante sobre la cancha, que vuela en LaLiga, que apenas ha conocido una derrota de local en toda la temporada y que acaba de imponerse 1-0 al Mallorca para meterse en las semifinales de Copa del Rey. A pesar de todo lo anterior, el equipo femenino sigue su marcha. El Rayo resiste. Ni Presa pudo derribarlo del todo. Al final, todas las crisis no podían arruinar lo que se vive en el terreno de juego.

“La gerencia no es buena. Con todo lo que está pasando, todos los problemas (éste no es un club fácil, el día a día), esta victoria es un oxígeno”, expresó Trejo en la noche del miércoles. “Es triste que no podamos celebrarlo como se debe”. Solo que sí lo hicieron. Al final, los jugadores, semifinalistas, se ubicaron frente a la tribuna al final de la cancha. Era el final de su noche más grande en 40 años y ahora estaba repleta. Por eso, cantaron.